La identidad está en el centro de la escritura de Jorge Semprún desde su primera obra novelística publicada, El largo viaje (Le Grand Voyage, 1963), y toma muy diversas formas a lo largo de su trayectoria2. Si bien su seudónimo más conocido por el lector habitual de sus trabajos es Federico Sánchez –fruto de sus aventuras como clandestino comunista en el Madrid franquista de los años cincuenta del pasado siglo, y del que dio cuenta en sus galardonadas memorias Autobiografía de Federico Sánchez (1977)3–, en sus textos concentracionarios este nombre queda diluido, y su ‛yo’ trasluce bajo otras denominaciones. La temática de la identidad en Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001), su quinta obra autobiográfica concentracionaria tras la referida opera prima, El desvanecimiento (L’Évanouissement, 1967), Aquel domingo (Quel beau dimanche!, 1980) y La escritura o la vida (L’Écriture ou la Vie, 1994), es sumamente destacada. El seudónimo empleado por el escritor madrileño en ella es Gérard, el mismo que ya había utilizado más de tres décadas atrás en clave literaria, en las conversaciones con el chico de Semur en el tren de ganado que lo llevaba al campo de concentración en El largo viaje, pero también en su propia vida, ya que Gérard fue su seudónimo como resistente contra el nazismo durante la II Guerra Mundial.
El propósito de este artículo es analizar en profundidad esta quinta pieza de su literatura sobre lo experimentado en el campo de Buchenwald y, más concretamente, entender la importancia que en esta despliega la intertextualidad, una de las grandes señas de identidad de su proceder como escritor, tal como ha sido estudiado por autores como Leuzinger4, Ramos Gay5 o Mendieta6. Autores de muy diferentes disciplinas, desde William Faulkner a Inmanuel Kant, sin olvidar a Primo Levi, a quien se ya había referido con mayor profundidad en La escritura o la vida, son imprescindibles en el propósito narrativo del autor, de ahí que haya que referir una intención inequívocamente “reflexiva y autorreflexiva” (Molero de la Iglesia 2000: 269) siempre que Semprún convoca en sus páginas a un maestro antiguo. Esto es, su intención sobrepasa la función meramente intelectual, pues lo que pretende es traer a colación el debate iniciado por el personaje citado y darle un sentido artístico desde su propia experiencia en el Lager.
Viviré con su nombre, morirá con el mío tiene como argumento una historia verosímil que, en principio, no habría sufrido el escritor tal y como la describe el propio Semprún, aunque siempre refirió en entrevistas que había poca ficción en su relato7. Comienza con un aviso que recibe el trasunto ‛sempruniano’ Gérard por parte de los camaradas comunistas de Buchenwald, en el que se le avisa de que, desde Berlín, se ha preguntado por su paradero y su situación en el campo:
Fue Kaminsky quien resumió la situación. Aquella misma mañana había llegado una nota de Berlín. Procedía de la Dirección Central de los Campos de Concentración e iba dirigida a la Politische Abteilung, la antena de la Gestapo en Buchenwald. Y esa nota me concernía, pedía informaciones acerca de mí. ¿Aún estaba vivo? En caso de vivir, ¿seguía en Buchenwald o estaba en un campamento anejo, un kommando exterior?8
Esta nota pone en alerta a Gérard, ya que piensa que los SS quieren deshacerse de él. De ahí que, junto a miembros de la organización del Partido en el interior del campo, opten por intercambiar la identidad del protagonista por la de un muselmänner –o musulmán–, la denominación con la que se conoce, en la jerga del campo, a aquellos presos considerados como moribundos, a los que les restan pocas horas de vida. Primo Levi definió esta figura en Si esto es un hombre (Si questo e un uomo, 1947), como se expone en las siguientes páginas. El candidato escogido para ser intercambiado por Gérard es François L., un deportado que está a punto de morir de extenuación. En estas circunstancias, surge ante el inesperado salvador una unión instantánea, por lo que florece otro tema de reflexión habitual en la literatura concentracionaria de Semprún, la fraternidad. Con este intercambio identitario surge la alteridad y François L. se convierte en un sujeto que camina en el umbral entre los vivos y los muertos:
Aquel muerto-vivo era un hermano, mi doble tal vez, mi Doppelgänger: otro yo o yo mismo siendo otro. Era precisamente la alteridad descubierta, la identidad existencial captada como posibilidad de ser otro, lo que nos hacía tan próximos9.
Finalmente, la organización comunista al frente del poder interno del campo consigue su propósito y se cambian las identidades de los dos sujetos. No obstante, como se revela en la parte final de Viviré con su nombre, morirá con el mío, se descubre que el requerimiento llegado desde las altas estancias del Tercer Reich no buscaba el propósito creído por Gérard y sus compañeros, sino que obedecía al interés que había mostrado José Félix de Lequerica, quien fuera embajador de la España franquista en Francia durante la segunda contienda bélica universal, que preguntó por el estado de salud del preso debido a que José María de Semprún Gurrea, padre de Jorge, le había pedido ese favor. Pese a su desavenencias y distanciamiento ideológico –de hecho, Semprún Gurrea, ferviente republicano, llevaba exiliado de España más de un lustro– la amistad entre ambos –referida también por el hermano de Jorge, Carlos10– posibilitó que se llevase a cabo la consulta sobre la que se edifica el misterio de la novela publicada en 2001. Así explica la unión entre ambos sujetos el narrador:
José Féliz de Lequerica. Vasco, católico, franquista. Mi padre también es católico, pero antifranquista, liberal de izquierdas, diplomático de la República… ¡José María de Semprún Gurrea! Antes de la guerra civil probablemente las dos familias se conocían11.
Más allá de la anécdota y de la estructuración argumental de la novela en torno a la misma, lo cierto es que esta se ha de considerar como punto de partida para que el autor pueda retornar a muchos de los debates que ya había trabajado en sus textos concentracionarios previos y que, de nuevo, le confieren a su trabajo un aspecto de espiral12: la importancia de hacer de la memoria un ‛artificio’ para su más interesante relato; la cuestión del mal y el papel culpable que tenía la sociedad alemana al haber abrazado el silencio; o, entre otros tantos temas, el papel que la suerte jugaba en el día a día del campo. No obstante, investigadores como Jaime Céspedes Gallego señalan que, más que en cualquier trabajo previo sobre Buchenwald, en Viviré con su nombre, morirá con el mío, Semprún pretende destacar el poder efectivo que tenía el partido comunista dentro del campo, al tiempo que responde a aquellos que lo habían acusado de haber sido un kapo, acusaciones que siempre negó y de las que se aleja constantemente en la novela13. Semprún defiende que, con el propósito de llevar a cabo una mayor resistencia contra el enemigo nazi dentro de Buchenwald, la organización clandestina debía tomar decisiones controvertidas, como puede ser el cambio de identidad entre un moribundo y una pieza importante del partido (Semprún relata con detalle su papel en la organización interna comunista como jefe de la Sección de Estadística, la Arbeitsstatistik), por lo que puede considerarse un privilegiado, pero nunca un kapo.
Semprún fue acogido por los comunistas que organizaban el campo internamente, lo que, sumado al hecho de que hablaba perfectamente alemán, le permitió ser designado para ocupar un puesto de tipo administrativo y verse exento de la posibilidad de ser enviado a un campo de trabajo externo donde se moría por extenuación14.
Así, reconoce que pudo colaborar con estos, pero siempre se sitúa por debajo de estos en el escalafón jerárquico, con el objeto de que quede claro este distanciamiento. Afirma, de hecho, que Willi Seifert era el kapo, aunque sí reconoce que puede dirigirse de igual a igual a este y a otros jefes de bloque15. Semprún sabe que es una cuestión polémica, de la que ha sido acusado, entre otros, por el también superviviente de Buchenwald Robert Antelme, por lo que esta novela le permite justificarse al tiempo que extrema el cuidado en las denominaciones empleadas: “Semprún pretende, ante todo, demostrar que él no era un kapo, darlo a entender sin tener que ‘decirlo’, sin abordar la cuestión directamente, lo que supone rechazar implícitamente la problemática que esta plantea”16.
De este modo, a su temática habitual se suma un componente más combativo, ya que pretende alejarse de acusaciones vertidas que habían podido deslegitimar su pasado conocido, del que el propio Semprún había dado cuenta en memorias pretéritas. Y, para ello, como es habitual y se ha referido, la cita a otros autores resulta capital. El propósito de este artículo de investigación es estudiar la importancia que lo intertextual juega en la novela objeto de estudio, la intención especular que despliegan las citas en su relato. Para ello, en primer lugar, se realiza una aproximación teórica al modo en que los intertextos toman cabida en su trabajo y, posteriormente, se trabajan algunos casos paradigmáticos que explicitan su relevancia en Viviré con su nombre, morirá con el mío.
Jorge Semprún estuvo rodeado de libros desde sus primeros años de vida, lo que se traduce en una formación robusta desde la adolescencia. Recuerda cómo accedía a ejemplares variados de la extensa biblioteca que su padre tenía en la casa familiar de la madrileña calle Alfonso XI, la que su familia se vio obligada a abandonar en 1936, con el inicio del levantamiento militar franquista. En el exilio, los colegas de su padre del grupo Esprit, con Jean-Marie Soutou a la cabeza, dotan de lecturas al joven, tanto en La Haya como en la París ocupada por el TercerReich, y en sus incursiones como resistente reconoce portar con asiduidad La esperanza (L’Espoir, 1939), la obra de su admirado André Malraux. En Buchenwald, incluso, accede a obras que ya le acompañarán de por vida, como es el caso de ¡Absalón, Absalón! (Absalom!, Absalom!, 1936), la cual pudo leer en alemán en una biblioteca a la que tenía acceso los domingos, como también pudo acceder a obras de Hegel. El hecho de haber podido leer estos trabajos en el infierno supone otro punto de controversia que Semprún no duda en atajar en Viviré con su nombre, morirá con el mío:
Ya sé que esto irritará a algunos. O les sorprenderá, incluso les inquietará: lo sé perfectamente. Hace varios años, cuando mencioné que había descubierto en la biblioteca de Buchenwald la Lógica de Hegel y que la leí –en las mismas condiciones; durante una semana de turno de noche, Nachtschicht, única circunstancia en la que era posible leer, y solo se si trabajaba en una oficina o un kommando de mantenimiento; en la cadena de montaje de la fábrica Gustloff, por ejemplo, que hacía tres turnos diarios, era impensable–, recibí algunas cartas indignadas. O tristes. ¿Cómo me atrevía a afirmar que hubo una biblioteca en Buchenwald? ¿Por qué inventar una patraña así? ¿Quería hacer creer que el campo de concentración era una especie de casa de reposo? Otros lectores, más retorcidos, abordaban la cuestión desde otro ángulo. ¿O sea, que había una biblioteca en Buchenwald? ¿Y disponía usted de tiempo para leer? Entonces no era un lugar tan espantoso. ¿No se habrá exagerado al describir las condiciones de vida en un campo de concentración nazi? ¿Eran verdaderamente campos de muerte?17
No hace falta más que acudir a las memorias semprunianas de sus días en el campo de Weimar para cerciorarse de lo muy importante que la literatura fue para el autor, incluso de un modo salvífico. En Aquel domingo refiere los momentos en que recitaba los poemas aprendidos de Federico García Lorca para abstraerse del mundo que le rodeada y escapar, aunque fuera por unos instantes, de las terribles circunstancias. Algo que también repetirá durante sus incursiones ocultas en la España franquista: “En la cárcel, o en las largas esperas de la clandestinidad, con frecuencia me ha sido útil el poder recitarme poemas a media voz”18. En su obra de 2001, la pléyade de autores referidos en sus páginas es inmensa, y cada vez que esto se produce Semprún consigue llevar la reflexión a un tema concreto. Tal cual afirma Alicia Molero de la Iglesia, la intertextualidad siempre aparece en la obra del madrileño como un acto con “intención especular”19, ya que son los propios intereses de su exposición lo que lleva a convocar el trabajo de un autor ajeno. Así, con el recurso al intertexto consigue desplegar su propia memoria pretérita y relacionar el momento presente con alguna reflexión de su pasado.
En el caso de la novela que nos ocupa, la ingente intertextualidad que se observa funciona, como expone Ramos Gay, a la manera de estrategia por la que el escritor logra alejarse de la realidad20. El caso del recitado de poemas lorquianos es, a este respecto, un caso paradigmático. No obstante, evocar la voz de otros creadores no solo tiene un componente salvífico o terapéutico. Semprún es consciente de que, como refería el semiólogo Roland Barthes, la intertextualidad puede interpretarse como “la imposibilidad de vivir fuera del texto infinito”21, de ahí que la madeja de citas que posee cada autor es inmensa. El conjunto de su obra puede entenderse como una ingente galería en la que se encuentran las referencias a creadores de muy diversas disciplinas y ámbitos de pensamiento que pueblan sus páginas. Es la idea del “Museo Imaginario” de su admirado Malraux, en la que Franz Kafka, René Char, García Lorca o Goethe, por citar solo casos paradigmáticos, “hablan” por medio de la voz que le otorga Semprún. Este ejercicio ha sido calificado por George Steiner como “polifonía”22 y, en el caso del escritor que nos ocupa, Ursula Tidd lo ha denominado como “ventriloquía”: “This ventriloquism has ethical implications because it becomes a way of performing a dissolution of the self-other binary and the narrator’s absence and alterity in a ‘devoir de memoire’ to the other’s voice”23. Esto es, Semprún convoca la alteridad –de ahí, de nuevo, la importancia de la temática de la identidad– para recuperar la voz del otro, al tiempo que le homenajea, sea este Kafka, García Lorca, Baudelaire o cualquiera de los restantes autores que le acompañaron en su formación: “Cita a sus correligionarios literarios y filosóficos porque es su manera de recordar, pero, más importante aún, Semprún cita porque recuerda a través de otros autores”24.
Asimismo, como hemos tratado en otro estudio, otro gran rasgo de la intertextualidad en Semprún es que “los autores citados retrotraen a la memoria del escritor a un determinado momento que le tocó vivir”25. Malraux, por ejemplo, se asocia con sus reflexiones sobre la Guerra Civil o con las primeras experiencias del autor en la Resistencia, mientras que la obra de Joseph Kessel le evoca los primeros compases de su exilio parisino, antes, incluso, de que Adolf Hitler tomase la capital gala en 1940. En el caso de su literatura concentracionaria aparecen unos nombres que se repiten en sus memorias, como Goethe, Faulkner o Levi, entre otros. Por ese motivo, la inclusión de estos intertextos también va a determinar la disposición estructural artística del recuerdo que pretende confeccionar el escritor. Con el propósito de entender el modo en que la intertextualidad se presenta en Viviré con su nombre, morirá con el mío, se va a analizar en profundidad el modo en que Semprún recupera la voz de varios creadores.
La obra y el pensamiento de Primo Levi (1919-1987) está muy presente en los escritos semprunianos sobre su experiencia en el Lager de Buchenwald, especialmente en La escritura o la vida, pero también en la novela que nos ocupa. El italiano es uno de los supervivientes de Auschwitz más notorios, lo que se debe al éxito y amplitud de sus escritos sobre sus días en el campo de exterminio ubicado en los territorios de la Polonia ocupada por el Tercer Reich. Al poco de retornar a su Turín natal tras la liberación del campo por parte del Ejército Rojo, Levi comenzó a redactar el que sería su primer libro de memorias, Si esto es un hombre, que vería la luz en 1947 en una pequeña editorial, Da Costa, tras ser rechazada su publicación en la más conocida Feltrinelli. El volumen, en el cual Levi relata en primera persona cómo habían sido sus jornadas de cautiverio, no tuvo éxito tras su publicación, pero tuvo una segunda vida mucho más afamada en los años sesenta, con una gran tirada –ahora sí– en la prestigiosa editorial transalpina referida. Tras esto, publicó La tregua, su segunda obra memorialística sobre su sufrida experiencia, en 1963, y que se iniciaba con la liberación del campo, el 27 de enero de 1945, y acababa con su llegada a Turín, diez meses después. En sus páginas relata cómo fue su experiencia en los campos de internamiento por los que pasó desde que los soviéticos liberaron el campo hasta la llegada a su casa, y todo lo que supuso el largo periodo de errancia. Por último, en 1986, vio la luz Los hundidos y los salvados, en un tono más ensayístico, donde Levi reflexiona sobre muchos aspectos relacionados con la experiencia como superviviente de la tiranía nazi. Esta obra, además de por su contenido, ha sido muy relevante para Levi porque fue la última: el escritor se suicidó en abril de 1987, de forma inesperada. Reyes Mate ha escrito que el italiano murió de una enfermedad incurable, cuarenta años después, llamada Auschwitz26.
El suicidio de Levi es uno de los puntos de partida de La escritura o la vida. Semprún recuerda que el 11 de abril le impactó sobremanera la noticia del adiós del superviviente, y relaciona este recuerdo con otro anterior, también de un 11 de abril, pero de 1945. Esa jornada fue liberado por el Ejército estadounidense el campo de concentración de Buchenwald:
Una estrategia del inconsciente, no obstante, suave y solapada en sus formas, brutal en su exigencia, me había conducido a describir esta llegada el mismo día del aniversario del acontecimiento, cuarenta y dos años más tarde, día a día. Estábamos a sábado 11 de abril de 198727.
Estos saltos en el tiempo, tan propios del estilo del autor, tienen otra parada más en La escritura o la vida: 1992, fecha en la que, cuarenta y siete años después, el antiguo superviviente regresa al que fue su presidio con motivo de una entrevista que la televisión alemana le propone. Así, el retorno es el punto de partida que le lleva a escribir el relato que se publica en 1994, pero el diálogo que establece con Levi en las páginas del libro es el motor de la reflexión, por lo que no se puede negar su relevancia.
En Viviré con su nombre, morirá con el mío, la evocación de la escritura de Levi toma otra dirección. Como se dijo, uno de los propósitos de la obra es dejar claro que no fue un kapo, aunque sí reconociera que había disfrutado de algunos privilegios que no poseía la mayoría de detenidos, fruto de su condición como preso político. Sí que formaba parte, por lo tanto, del cuerpo de los Prominenten –privilegiados–, aunque no siempre parezca conforme con esta denominación a lo largo de su novela. En algunos momentos, esta condición pasa a ser reconocida de forma más fehaciente, como cuando explica que se duchó con agua caliente: “ducha de privilegiado, de Prominent”28, pero en otros pasajes parece alejarse y dejar esta etiqueta para los kapos. Por lo tanto, habría que leer este juego promovido por Semprún como algo intermedio: aunque él no se considere como tal de forma tajante, entiende que haya muchas personas, supervivientes o no, que, a tenor de la lectura de sus experiencias, lo califiquen como un Prominent29.
En este contexto, la importancia de Levi es capital, ya que dedicó mucho espacio en su literatura a reflexionar sobre aquellos que, en el campo, formaban los grupos de privilegiados. Su lectura no fue vengativa y justiciera y, de hecho, nada más que por la circunstancia de haber sobrevivido, el propio Levi se tildaba a sí mismo como un privilegiado, ya que la inmensa mayoría de los que llegaron a los campos de exterminio en los vagones de ganado no salieron con vida. No obstante, separa su caso del de otros sujetos, también privilegiados, que se aprovecharon de sus iguales durante su cautiverio. Eso es lo particularmente triste para Levi, como ya desarrolla en Si esto es un hombre:
La vía maestra, como ya he dicho, es la Prominenz. Prominenten se llaman los funcionarios del campo a partir del director-Häftling (Lagerältester), los kapos, los cocineros, los enfermeros, los guardias nocturnos, hasta los barrenderos de las barracas y los Scheissminister y Bademeister (encargados de letrinas y duchas). Más especialmente interesan aquí los prominentes judíos puesto que, mientras a los otros se los investía de cargos automáticamente al ingresar en el campo, en virtud de su supremacía natural, los judíos debían intrigar y luchar duramente por obtenerlos. Los prominentes judíos constituyen un triste y notable fenómeno humano30.
La finalidad del vocablo, no obstante, varía por las propias condiciones intrínsecas en el caso de Semprún. Buchenwald no es un lugar de exterminio en el que se implementa la Solución Final y, además, internamente está controlado por los presos políticos, entre los que se encuentra el propio escritor, que fue detenido como resistente y que no ostenta la condición de judío. Por eso, aunque las categorías sean similares, Semprún parte de otra realidad para hablar de privilegiados en Viviré con su nombre, morirá con el mío, aunque siga con la estela de Prominentes que empleaba Levi:
Me ofrece un cigarrillo, sin duda para celebrar el acontecimiento: una marca alemana de tabaco oriental. Es lo que fuman habitualmente los privilegiados o Prominenten, kapos, jefes de bloque, hombres del Lagerschutz, la policía interior, que está a cargo de los mismos alemanes31.
Así, la figura que dio a conocer a un público más amplio Levi en sus memorias es actualizada, con estas citas, por Semprún, y la une con su propia circunstancia en el sistema concentracionario nazi. No es el único concepto que aparece desarrollado en Si esto es un hombre en el que se detiene el escritor madrileño. Este habla de “los musulmanes”, con lo que designa “el estrato ínfimo de la plebe del campo de concentración, que vegetaba al margen del sistema de los trabajos forzados, entre la vida y la muerte”32. Llama la atención, en este sentido, el empleo que realiza el superviviente de Buchenwald de la palabra “plebe”, ya que incluso él se incluirá en este nutrido grupo –aunque no en su estrato ínfimo– en la parte final del relato, por lo que establece una distancia mayor aún respecto a la figura del kapo. Al respecto de la triste figura del “musulmán”, Semprún sí sigue la estela de la definición que el químico italiano había ofrecido en su primer libro tras volver del cautiverio:
Los Muselmänner, los hundidos, los cimientos del campo, ellos, la masa anónima, continuamente renovada y siempre idéntica, de no hombres que marchan y trabajan en silencio, apagada en ellos la llama divina, demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente33.
No cabe duda de la importancia que el pensamiento de Levi tiene en la escritura sempruniana, lo que no implica que el español no sepa distanciarse de la influencia del italiano para instaurar un modo de narrar propio. Si el superviviente de Auschwitz optó por el testimonio frío, sobrio y descriptivo, en el que queda fuera la fabulación, para narrar sus memorias, el de Buchenwald siempre defendió que para evocar lo vivido se debería desarrollar un andamiaje creativo donde la ficción fuese protagonista:
Levi asumió, en términos generales, una postura diferente a la de Semprún a la hora de relatar sus vivencias en Auschwitz. Partiendo de la premisa de que los hechos han de hablar por sí mismos y de que los géneros referenciales presuponen una relación directa y transparente con la realidad que la ficción siempre altera, el autor italiano compuso textos como Si esto es un hombre, ejemplo paradigmático de testimonio descriptivo, sobrio y ausente de toda retórica e inventiva, para dar cuenta de cómo se vivía en los campos y cómo se sentían los presos34.
Semprún nunca privilegió el testimonio puro y directo para sus obras de memoria –a excepción de su único trabajo como director, el documental Las dos memorias (Les Deux Mémoires, 1974)35– y abogó por la poética de “la invención de la memoria”36 o, como escribe en La escritura o la vida37, la relevancia del “artificio”: “¿Cómo contar una historia poco creíble?, ¿cómo suscitar la imaginación de lo inimaginable si no es elaborando, trabajando la realidad, poniéndola en perspectiva? ¡Pues con un poco de artificio!”38. Además, también le aleja del mensaje dado por Levi el carácter de urgencia que el español no expidió a sus memorias artísticas. Para el italiano, como reseña López Navarro39, escribir sobre lo que acababa de vivir en Auschwitz era una necesidad y, por esa razón, lo que hizo tras regresar a Piamonte fue escribir sin descanso, hasta conseguir que su texto fuese publicado en 1947. Por su parte, Semprún necesitó distanciarse del recuerdo. Aunque intentó poner en orden sus recuerdos cuando regresó de Buchenwald, a principios de 1946 en Ascona, como relata ya en El largo viaje40, confiesa que la escritura le sumió en el vacío y lo alejaba de la vida, por lo que tuvo que abandonar este esfuerzo. A ello retorna con más contundencia en su obra de 1994:
A lo largo de todo el verano del regreso, del otoño, hasta el día soleado, en Ascona, en el Tesino, cuando decidí abandonar el libro que trataba de escribir, las dos cosas que pensaba que me atarían a la vida –la escritura, el placer– me alejaron por el contrario de ella, me remitieron sin cesar, día tras día, a la memoria de la muerte, me devolvieron a la asfixia de la memoria41.
Como ha sido trabajado por autores como Fernández42 o Mendieta43, la memoria es una de las grandes temáticas –si no la mayor– en la obra del creador objeto de estudio. Los textos referidos a la experiencia en el Lager no resultan una excepción y son muchos los autores que le llevan a viajar mnemónicamente a un instante de su experiencia concentracionaria cuando son evocados en sus textos. En clave intertextual, nombres como Goethe, Halbwachs, Maspero, Char o Faulkner cumplen esta función. El escritor estadounidense, como se refería, fue leído por el autor en la biblioteca existente en Buchenwald. Con el disfrute de las páginas de su literatura, Semprún une su experiencia con el propio desarrollo de la contienda bélica en Viviré con su nombre, morirá con el mío: “El recuerdo de la lectura de Faulkner, hace tanto tiempo, en Buchenwald, de aquellas noches de diciembre de 1944, cuando los soldados norteamericanos no cedieron ni un palmo de terreno en Bastogne”44. Si bien, más allá de esta anécdota espacial, que convierte a la biblioteca del campo en un lugar connotado, se pueden hallar diferentes ecos del quehacer faulkneriano en distintos pasajes de la obra de Semprún, especialmente en clave estilística, con ese proceder tan propio del estadounidense en el que abundan las frases largas y rizomáticas, aparentemente carentes de estructura, pero que siempre poseen un fin y en el que se intercalan los monólogos de los personajes con las digresiones temáticas. Esto también es una marca de estilo en la obra del español, muy frecuente en su novela de 2001.
Muy importante también en Viviré con su nombre, morirá con el mío es Maurice Halbwachs, fallecido en el campo de Buchenwald, y una de las figuras teóricas y académicas más relevantes en el estudio de la memoria en el pasado siglo, con obras canónicas como Los marcos sociales de la memoria (Les Cadres sociaux de la mémoire), publicada veinte años antes de que el sociólogo muriese, en el mes previo a la liberación del campo: “Se convirtió en el fundador del concepto en términos filosóficos y sociológicos”45. No obstante, conviene apuntar que la lectura que hizo el francés de la memoria es diferente a la que desarrollará Semprún a lo largo de su trayectoria literaria, como reconoce el propio escritor, ya que este leyó Los marcos sociales de la memoria en su etapa como estudiante en La Sorbonna, a inicios de los años cuarenta: “Todo el comienzo de su libro se ocupa de ese tipo de cuestiones: el sueño, las imágenes-recuerdo, el lenguaje y la memoria”46. El exdocente de la universidad parisina atribuye lo mnemónico a una entidad colectiva que él nombra como grupo o sociedad, desde donde se constituyen los marcos sociales aludidos en el título. Para Halbwachs, la memoria colectiva es vital en el individuo, ya que defiende que, para recordar, se necesita del otro. Esta operación no está lejos de lo que realiza Semprún con su constante evocación de intertexto, pero lo cierto es que él defiende un desarrollo de la memoria en que lo individual resulta clave, donde la fragilidad de esta resulta vital para que lo evocado se mezcle con la fabulación, en una lectura próxima a los dictámenes de Paul Ricœur47. En cualquier caso, el triste final del sociólogo es uno de los aspectos más conmovedores del relato, y a ello dedica diferentes epígrafes Semprún:
Me había fijado en él un domingo ya lejano, poco antes del otoño. Poco más o menos cuando tuve noticia de la llegada de Maurice Halbwachs, de su presencia en el bloque 56 de los inválidos. Sin duda reparé en él un domingo en el que fui a visitar a mi antiguo profesor de la Sorbona48.
Previamente, había reconocido su regularidad a la hora de visitar al antiguo docente el último día de la semana:
Desde que me enteré de su llegada a Buchenwald, unos meses atrás, yo aprovechaba los domingos para hacerle una visita en el bloque 56, que era uno en el que se hacinaban los viejos y los inválidos, los que no servían para trabajar49.
La madeja intertextual que construye Semprún en Viviré con su nombre, morirá con el mío es mucho mayor. Se exponen, a continuación, algunos otros casos relevantes que guardan relación con el tema de la memoria en este trabajo. Es el caso de Rafael Alberti, que le evoca la lectura hecha, cuando era un niño, del poemario El ángel bueno (1927), y que reflexiona sobre la naturaleza del homo soviéticus50 tras su paso por el campo:
Ya que no podía encarnar la inexistente quimera del Hombre nuevo de la Revolución, ¿quién era? ¿Tal vez una imagen, joven, pero muy antigua, ancestral, del ángel de la guarda? ¿El ángel bueno de mi lectura adolescente de Rafael Alberti?51
Muy importante es también la presencia del filósofo Inmanuel Kant, con el que reflexiona sobre la maldad: “Un año en Buchenwald me había enseñado concretamente lo que Kant afirma, que el Mal no es inhumano sino más bien todo lo contrario, una expresión radical de la libertad humana”52. Acerca de este poderoso objeto de reflexión en Viviré con su nombre, morirá con el mío, Jaime Céspedes Gallego53 ha explicado que es un tema tratado por el polifacético autor en obras pretéritas como La escritura o la vida o en algunas conferencias, como la que impartió en el Museo del Prado, en 1990, con el título de Mal y modernidad.
Asimismo, Goethe vuelve a ser una presencia destacada. La importancia del autor alemán radica en el espacio en que se sitúa Buchenwald, a unos kilómetros de Weimar, ciudad por la que pasaron figuras tan destacadas de la germanidad como el propio autor de Las penas del joven Werther (Die Leiden des jungen Werthers, 1774), Schiller, Lizst, Nietzsche o Gropius, entre otros. El hayedo ubicado en las proximidades de Buchenwald es un espacio de gran fuerza simbólica en su literatura concentracionaria, en torno al cual paseó Goethe más de un siglo atrás:
Los pocos kilómetros que separan Weimar del campo de concentración de Buchenwald, en la colina del Ettersberg, donde precisamente a Goethe le gustaba tanto pasear con el inefable Eckermann54.
No obstante, Goethe aún toma mayor relevancia en Aquel domingo, con capacidad de considerarse incluso como un personaje secundario:
En la carretera que va a dar a los cuarteles de los Schutzstaffeln, Goethe ha hecho detener bruscamente el trineo. El cochero, sorprendido, ha tirado tan fuerte de las riendas, al tiempo que apretaba el freno, que la parte posterior del trineo ha derrapado en la nieve blanda del arcén, levantando una tornasolada nube de nieve en polvo55.
A Goethe se puede sumar la constante evocación de Paul Celan, que aparece para reflexionar sobre el olvido, con motivo del poema del rumano denominado “Al este del olvido”56; también Federico García Lorca y su obra tienen presencia en las páginas de la obra de 2001, donde Semprún recuerda cómo conoció al granadino en su casa familiar57; y, por último, por citar otro querido autor del madrileño, cabría destacar la presencia, en la parte final del libro, del filósofo Maurice Blanchot58, del que recuerda dos obras a las que Semprún pudo acceder al momento de publicarse, Thomas el oscuro (1941) y Aminadab (1942), que formaban “parte de mis descubrimientos de la época”59.
Aunque con el paso del tiempo parezca haber quedado Viviré con su nombre, morirá con el mío relegado a un escalón mucho menor en la literatura concentracionaria del autor –lo que se debe, especialmente, a la popularidad que despiertan la novedosa El largo viaje y, sobre todo, la más trabajada de sus memorias de Buchenwald, La escritura o la vida–, lo cierto es que se trata de una obra con gran interés en su producción, en la que el autor vuelve a algunos temas recurrentes y visibles en trabajos pretéritos, pero en la que también expone algunas marcas novedosas. Es el caso de su continua reflexión respecto a su ubicación respecto a la figura del kapo, de la que se aleja, tras algunas acusaciones que se habían vertido sobre él en las últimas décadas del pasado siglo. El libro, por lo tanto, es una respuesta velada y artística. Si bien su reconocimiento, más o menos explícito según el capítulo que se analice, como figura prominente no es baladí, ya que Semprún subraya su papel activo en Buchenwald y justifica alguna de sus valerosas acciones para el Partido para defender que ostenta semejante categoría privilegiada.
Más allá de los temas expuestos, si se analiza en clave intertextual, la obra de 2001 es realmente relevante: supone un debate de gran madurez respecto a conceptos y ámbitos de reflexión que habían aparecido en la literatura concentracionaria de otros supervivientes. Ocurre con Levi, de cuya lectura parte Semprún para reactualizar la figura del ‛musulmán’ o para volver al referido tema de los privilegiados en el campo. Cabría reflexionar sobre si esto le convierte en un sujeto perteneciente a esa “zona gris” que el italiano desarrolló en Los hundidos y los salvados, pero lo cierto es que el madrileño, si aceptamos su defensa, nunca formó parte de los grupos que formaban esta categoría: ni fue kapo, ni perteneció a los Sonderkommando ni tampoco estuvo al frente del Judenrat –estas dos últimas categorías, en cualquier caso, estaban reservadas para los judíos–, por lo que resulta normal que Semprún se centre en el primero de los casos.
También interesa mucho el diálogo que Semprún establece con otros creadores precedentes en términos mnemónicos. Figuras habituales como Proust, Halbwachs o Faulkner vuelven a poblar sus reflexiones, pero aquí los convoca con otros intereses, por lo que, como en cada libro, desarrolla una nueva mirada capaz de sumarse a las anteriores. De ahí que su literatura, en definitiva, acabe conformándose como una concatenación de capas superpuestas y que tenga sentido hablar de su obra como un palimpsesto, como hemos defendido en otro estudio60. Acercarse al trabajo sempruniano, en resumen, hace recomendable un análisis de los autores a los que cita, pues la convocatoria de los mismos nunca es baladí y lo intertextual siempre aporta una singular lectura que el lector no debe despreciar.
[1] Este trabajo se inscribe en el marco del Proyecto de investigación “I+D Métodos de propaganda activa en la Guerra Civil. Parte III: la internacionalización del conflicto”, dirigido por el Dr. Emilio PERAL VEGA y financiado por el Ministerio de Economía y Ciencia (ref. PID2020-113720GB-I0).
[2] Françoise NICOLADZÉ, “Jorge Semprún. Conquista y reconquista identitaria”, in Xavier PLA (ed.), Jorge Semprún o las espirales de la memoria, Kassel, Edition Eva Reichenberger, 2010, p. 144-160.
[3] Felipe NIETO, La aventura comunista de Jorge Semprún, Barcelona, Tusquets, 2014.
[4] Mirjam LEUZINGER, Jorge Semprún. Memoria cultural y escritura. Vida cultural y texto vital, Madrid, Verbum, 2016.
[5] Ignacio RAMOS GAY, “Jorge Semprún, o la literatura contra la memoria”, Estudios Humanísticos. Filología, n° 39, 2017, p. 25-38.
[6] Elios MENDIETA, Memoria y Guerra Civil en la obra de Jorge Semprún, Madrid, Guillermo Escolar Editor, 2023, p. 140-157.
[7] Jaime CÉSPEDES GALLEGO, La obra de Jorge Semprún. Claves de interpretación. Vol. I: Autobiografía y novela, Berna, Peter Lang, 2012, p. 105.
[8] Jorge SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], traducción del francés de Carlos PUJOL, Barcelona, Austral, 2012, p. 22-23.
[9] Ibid., p. 51.
[10] Carlos SEMPRÚN MAURA, El exilio fue una fiesta, Barcelona, Planeta, 1998, p. 50.
[11] J. SEMPRÚN, op. cit., p. 225.
[12] Xavier PLA (ed.), Jorge Semprún o las espirales de la memoria, Kassel, Edition Eva Reichenberger, 2010.
[13] J. CÉSPEDES GALLEGO, op. it., p. 104.
[14] Jaime CÉSPEDES GALLEGO, “Exercices de Survie de Jorge Semprún”, Tonos Digital. Revista de Estudios Filológicos, n° 24, 2013.
[15] J. SEMPRÚN, op. cit., p. 32.
[16] J. CÉSPEDES GALLEGO, La obra de Jorge Semprún. Claves de interpretación. Vol. I: Autobiografía y novela, op. cit., p. 108. El propio investigador recuerda cómo el propio Semprún fue siempre tajante a la hora de desmentir su presunto papel como kapo durante los catorce meses que pasó encerrado en el campo de Weimar. Así lo expresa en el documental realizado por Pilar Requena Jorge Semprún, memoria de Europa (2010): “A mí nadie puede decirme que yo he sido un kapo. He sido un deportado como los demás que ha tenido quizá mayores responsabilidades que los demás y mayores riesgos. Yo falsificaba las fichas […] Si la Gestapo descubre que esa ficha está falsificada, el que va a la muerte soy yo. ¿Qué mala conciencia puedo tener? ¿El haber arriesgado la vida por salvar a otros? Esa es la única mala conciencia que puedo tener”.
[17] J. SEMPRÚN, op. cit., p. 22-23.
[18] Jorge SEMPRÚN, Aquel domingo [1980], traducción del francés de Javier ALBIÑANA, Barcelona, Tusquets, 2011, p. 60.
[19] Alicia MOLERO DE LA IGLESIA, La autoficción en España: Jorge Semprún, Carlos Barral, Luis Goytisolo, Enriqueta Antolín y Antonio Muñoz Molina, Berna, Peter Lang, 2000, p. 270.
[20] I. RAMOS GAY, op. cit., p. 27.
[21] Roland BARTHES, El placer del texto [1973], traducción del francés de Nicolás ROSA, Madrid, Siglo XXI, 1974, p. 84.
[22] George STEINER, Gramáticas de la creación [2001], traducción del inglés de Andoni ALONSO y Carmen GALÁN, Madrid, Siruela, 2011, p. 95.
[23] Ursula TIDD, “Exile, Language and Trauma in Recent Autobiographical Writing by Jorge Semprún”, en The Modern Language Review, nº 103, 2008, p. 712.
[24] I. RAMOS GAY, op. cit., p. 31.
[25] E. MENDIETA, op. cit., p. 144.
[26] Reyes MATE, “Primo Levi: el testigo”, Letras Libres, julio de 2007.
[27] Jorge SEMPRÚN, La escritura o la vida [1994], traducción del francés de Thomas KAUF, Barcelona, Austral, 2018, p. 243.
[28] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 199.
[29] J. CÉSPEDES GALLEGO, La obra de Jorge Semprún. Claves de interpretación. Vol. I: Autobiografía y novela, op. cit., p. 109.
[30] Primo LEVI, Trilogía de Auschwitz, traducción del italiano de Pilar GÓMEZ BEDATE, Barcelona, Península, 2018, p. 121.
[31] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 28.
[32] Ibid., p. 41.
[33] P. LEVI, Trilogía de Auschwitz, op. cit., p. 121.
[34] Javier SÁNCHEZ ZAPATERO, “Jorge Semprún y Primo Levi: escritura y memoria de los campos de concentración”, Revista de Filología Románica, n° 33 (2), 2017, p. 187.
[35] Para más información sobre este texto fílmico véase: Jaime CÉSPEDES GALLEGO, Las dos memorias de Jorge Semprún y los documentales sobre la Guerra Civil Española, Sevilla, Renacimiento, 2021, y el capítulo que le dedicamos en Elios MENDIETA, op. cit., p. 167-225.
[36] Jordi GRACIA, “Novelar la memoria o la libertad del escritor”, in Xavier PLA (ed.), Jorge Semprún o las espirales de la memoria, Kassel, Edition Eva Reichenberger, 2010, p. 98.
[37] Sobre la importancia de este libro véase: Elios MENDIETA “Un recorrido por la Europa del XX: Jorge Semprún y la importancia de la memoria en La escritura o la vida (1994)”, in M. FERNÁNDEZ BUENO y J. VOLLMEYER (eds.), Repensar el pasado. La memoria (trans)cultural europea, Madrid, Dykinson, 2021, p. 75-85.
[38] J. SEMPRÚN, La escritura o la vida [1994], op. cit., p. 141.
[39] María Jesús LÓPEZ NAVARRO, “Jorge Semprún: el ciclo de novelas de la anamnesis”, Hesperia: Anuario de Filología Hispánica, n° 10, 2007, p. 157.
[40] Jorge SEMPRÚN, El largo viaje [1963], traducción del francés de Jacqueline CONTE y Rafael CONTE, Barcelona, Austral, 2014, p. 180.
[41] J. SEMPRÚN, La escritura o la vida [1994], op. cit., p. 125.
[42] Carlos FERNÁNDEZ, “Memoria e historia en la obra de Jorge Semprún”, Minius, n° 13, 2017, p. 253-268.
[43] E. MENDIETA, Memoria y Guerra Civil en la obra de Jorge Semprún, op. cit., p. 101-166.
[44] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 98.
[45] Johanna VOLLMEYER “¿Qué es la memoria? Una aproximación a un término polifacético”, in M. FERNÁNDEZ BUENO y J. VOLLMEYER (eds.), Repensar el pasado. La memoria (trans)cultural europea, Madrid, Dykinson, 2021, p. 21.
[46] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 108.
[47] Paul RICŒUR, La memoria, la historia, el olvido [2000], traducción del francés de Agustín NEIRA, Madrid, Trotta, 2003.
[48] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 48.
[49] Ibid., p. 43. El recuerdo de Halbwachs ya había aparecido en la literatura concentracionaria previa de Semprún, como ocurre en El desvanecimiento (Jorge SEMPRÚN [1967], El desvanecimiento, traducción del francés de Javier ALBIÑANA, Barcelona, Planeta, 1979, p. 68).
[50] Utilizamos aquí el muy posterior concepto popularizado por la periodista Svetlana Aleksievich (Svetlana ALEKSIEVICH, El fin del ‛homo soviéticus’ [2013], traducción de Jorge FERRER, Barcelona, Acantilado, 2015).
[51] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 61. Para la importancia de la poesía de Alberti, Lorca y César Vallejo en la obra sempruniana, véase: Rita RODRÍGUEZ VARELA, «La poesía española en las obras sobre Buchenwald de Jorge Semprún: memoria, sustento y diálogo», Impossibilia. Revista Internacional de Estudios Literarios, n° 22, 2021, p. 80-102.
[52] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 73.
[53] J. CÉSPEDES GALLEGO, La obra de Jorge Semprún. Claves de interpretación. Vol. I: Autobiografía y novela, op. cit., p. 110.
[54] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 81.
[55] J. SEMPRÚN, Aquel domingo [1980], op. cit., p. 322-323.
[56] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 102.
[57] Ibid., p. 149.
[58] Semprún iniciaba La escritura o la vida con una cita al filósofo francés: “Quien pretenda recordar ha de entregarse al olvido, a ese peligro que es el olvido absoluto y a ese hermoso azar en que se transforma entonces el recuerdo”.
[59] J. SEMPRÚN, Viviré con su nombre, morirá con el mío [2001], op. cit., p. 191.
[60] E. MENDIETA, Memoria y Guerra Civil en la obra de Jorge Semprún, op. cit.
Resumen
Este artículo analiza la última obra autobiográfica concentracionaria que Semprún publicó en vida, Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001), interpretando sus numerosas referencias intertextuales en perspectiva con respecto de las anteriores obras concentracionarias de Semprún y destacando el papel que desempeñan en la intención del autor de alejarse en esta obra de la imagen que se le criticaba por su asimilación a los kapos del campo de concentración de Buchenwald y por la calidad de deportado ‛privilegiado’ (asumiendo la etiqueta que popularizó Primo Levi) que reconoce en esta obra, con ciertos matices.
Abstract
This article analyses Semprún’s last autobiographical concentrationary book published during his lifetime, Le Mort qu’il faut (Viviré con su nombre, morirá con el mío in Spanish, 2001), interpreting its numerous intertextual references in perspective with respect to Semprún’s previous concentrationary works and highlighting the role they play in the author’s intention to distance himself in this work from his image as someone having lived as a kapo in Buchenwald concentration camp and as a ‛privileged’ deportee (assuming the label popularised by Primo Levi) that he recognises in this work, with certain nuances.
La madeja interminable de citas
Primo Levi y el sino del privilegiado
Elios MENDIETA
Universidad Complutense de Madrid
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