Es difícil a estas alturas decir algo novedoso sobre la vida y obra del ilustrado valenciano Antonio José Cavanilles (1745-1804), que transcurrió paralela a uno de los periodos más fecundos de la cultura ilustrada valenciana y donde se han visibilizado las diferencias generacionales, en el trasfondo de buena parte de ellas está el erudito Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781). El presente trabajo se proyecta en ese sentido, y en el más modesto apuntar algunas claves que nos permitan revalidar al autor como una de las figuras preeminentes de la Ilustración hispana desde una perspectiva transcultural, como testigo perspicaz de los cambios que se operaron en la vertiente cultural, y no tanto como un héroe de acción, por más que el azar lo llevó a la defensa de la cultura española frente al exterior.
Se trata de la máxima figura de la Ilustración valenciana de la segunda etapa, que adquiere relevancia en el campo de la ciencia experimental. Bien mirado, es el paralelo de cuanto significara Jorge Juan a mediados de siglo1.
Formó parte de un grupo de ilustrados valencianos que despuntaron en su actividad fuera del territorio valenciano. La trayectoria intelectual de Cavanilles quedó determinada por su larga estancia en la capital francesa, pues, allí inició un viraje hacia las ciencias naturales que se prolongaría hasta sus últimos días. Intentaremos recoger la fructífera labor desplegada en torno a tres ejes argumentales: sus años de formación dentro y fuera de las aulas universitarias; su obligada marcha a París y la singular correspondencia mantenida con su maestro, el rector Vicente Blasco (existente en el Jardín Botánico de Madrid), y que en este trabajo se publica íntegramente; y finalmente, sus últimos años en España.
Los trabajos del profesor Antonio Mestre han mostrado ese movimiento bisagra entre el Barroco y la Ilustración, el movimiento novator2, que reafirma la importancia de la imagen de Europa y su “inmutable” Ilustración, al tiempo que permiten comprender la evolución política y cultural española frente a las impermeables fronteras, para persuadir a los europeos de las aportaciones hispánicas al siècle des Lumières.
En España no podía haber ningún philosophe, pero hubo sabios y el siglo XVIII fue un siglo en que la erudición desempeñó un papel muy importante, ora porque el poder político necesitaba que se defendieran sus derechos con documentación histórico-jurídica, ora porque el deseo de reforma religiosa y cultural tenía que entroncar con los ideales frustrados del humanismo nacional3.
La imposición generalizada del concepto de Ilustración ha tenido un largo recorrido historiográfico y esto no impide que la terminología aún siga suscitando polémicas. Sin negar la originalidad y capacidad difusora de los ilustrados franceses, nos acogemos al Settecento riformatore bajo el influjo de las ideas ilustradas de que habló el historiador italiano Franco Venturi, mostrando la Ilustración como un movimiento común en Europa con sus propias peculiaridades entre die Aufklärung, les Lumières, the Enlightenment, I Lumi, as Luzes, o la Ilustración. Antonio Mestre, por su parte, reconoció que la capacidad difusora de los franceses no disminuyó el valor de las contribuciones inglesas, alemanas o italianas. Cuando las élites ilustradas intentaron restablecer el contacto con la Europa culta para participar de las contribuciones de las ciencias y filosofía moderna, España se convirtió en objeto de desprecio, evocando, por una parte, el movimiento de pensamiento y gran crisis moderna de la conciencia europea que ha reconstruido Paul Hazard4 y, por otra, la idea de retraso del movimiento ilustrado español al que alude Jean Sarrailh5. En la actualidad, los historiadores continúan marcando las diferencias entre la “primera Ilustración española” y “la plena Ilustración española”.
A nivel europeo, el cambio vendría marcado por una serie de hechos decisivos. El espíritu de las leyes de Montesquieu (1478); los primeros volúmenes de la Enciclopedia, de D’Alembert y Diderot; el viraje de Voltaire, con su mayor agresividad antieclesiástica o sus trabajos históricos; la aparición en escena de Rousseau; la actividad política de Federico II; la campaña contra la tortura de Beccaria o la potencia del sensismo de Hume a Condillac6.
Asimismo, está generalmente aceptado que los veinte últimos años del reinado de Carlos II no fueron tan sombríos como se ha pensado durante mucho tiempo7. Reforzando este criterio otros estudios han mostrado que existió la línea de pensamiento que desde el Humanismo del siglo XVI infundió parte de la llamada revolución científica 8 y de la crítica histórica del siglo XVII, para llegar al siglo XVIII en el que el humanismo y los clásicos fueron considerados como modelos a seguir por una parte notable de la Ilustración española, destacando el influjo de los ilustrados españoles, y valencianos en particular, caso de Gregorio Mayans, Francisco Pérez Bayer, Francisco Cerdá y Rico, Vicente Blasco, Juan Bautista Muñoz, Antonio José Cavanilles, entre otros.
Por otra parte, este viraje cultural europeo alcanzará su mayor fuerza durante los reinados de Fernando VI y luego bajo el reinado de su hermano y sucesor, Carlos III, por lo que se hace necesario remarcar la llamada crisis gubernamental de 1754. La inesperada muerte del secretario de Estado, José de Carvajal, produjo la destitución y destierro del marqués de Ensenada y, la exoneración de Francisco de Rávago del confesionario regio9. Los manteístas accedieron al poder alentados por Ricardo Wall, y el triunfo vendría con el nombramiento de Manuel de Roda como Secretario de Gracia y Justicia (1765). También son los años del viraje de Pérez Bayer, pues, de protegido de jesuitas y colegiales, pasó a ser amigo de Campomanes, confidente de Roda, y consiguió el afecto del monarca a quien visitó en Nápoles. El momento decisivo fue en 1767, con la expulsión de los jesuitas. Pérez Bayer fue nombrado preceptor de los Infantes reales. La exhibición ante la Corte de un novedoso método educativo era un símbolo, pero además la reforma cultural de Carlos III quedaría engarzada con el control del Instituto de San Isidro en la Corte, la supresión de los colegios mayores, la reforma de las universidades, el control de la Universidad de Valencia y, por tanto, del cabildo catedralicio.
Al margen de las instituciones universitarias, el siglo XVIII vio en España una considerable actividad cultural. Para ello, baste recordar la creación de múltiples academias (la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia, la Real Academia de San Fernando…), la preparación técnica y científica del ejército y, las Sociedades Económicas de Amigos del País. No obstante, ya en el año 1976 Antonio Mestre publicó Despotismo e Ilustración en España, donde señaló que los gobiernos borbónicos del siglo XVIII ambicionaron dirigir y controlar la cultura. Y, en consecuencia, apoyaron aquellos proyectos ilustrados que se ajustaban a sus ideas, estuvieran o no de acuerdo con las Luces.
Pensar que Carlos III –o sus ministros- aceptasen todos los ideales ilustrados sería cerrarse a comprender la realidad histórica. Ni Carlo III, ni monarca alguno de su tiempo. Ni siquiera Federico II de Prusia, que presumía de seguir los ideales de los philosophes. Bastaría recordar las dificultades –y repetidas prohibiciones- que sufrió la Enciclopedia en Francia10.
De tal modo que para llevar a cabo el programa de reforma cultural, alcanzada confianza del monarca y del poder político, Pérez Bayer11 buscó a sus colaboradores en el cohesionado grupo de valencianos: Raimundo Magí, mercedario, del círculo de Roda y colaborador en la campaña contra los Colegios Mayores; Manuel Monfort, hijo del impresor, el cual después de sus estudios en la Real Academia de Nobles de San Carlos de Valencia, se trasladó a Madrid, donde obtuvo el cargo de tesorero de la Real Biblioteca; Felipe Bertrán, nombrado obispo de Salamanca, pasó por la corte y se hospedó en casa de Bayer, incorporándose al incipiente grupo. También se amplió el grupo con el nombramiento de José Climent para la sede de Barcelona y de José Tormo en Orihuela. Para la preceptoría que suponía un nuevo modelo educativo frente al modelo jesuítico, contó con el futuro rector Vicente Blasco (y el vizcaíno José Yeregui) para los hijos varones Francisco Xavier y Gabriel, y el escolapio Felipe Scío de San Miguel para la infanta Carlota Joaquina. En 1770, cuando Juan Bautista Muñoz abandonó las aulas valencianas, fue nombrado cosmógrafo mayor y, años después cronista de Indias y encargado de responder a las críticas de Robertson en su Historia de América, lo que daría pie a la creación del Archivo de Indias. También en 1780, Joaquín Lorenzo Villanueva llegó a Madrid, malograda su candidatura a la docencia en el Seminario de Orihuela, y fue acogido por Juan Bautista Muñoz en su casa y el entonces cosmógrafo mayor le presentó a sus amistades, especialmente a Vicente Blasco que vivía con él.
La biografía de Antonio José Cavanilles (Valencia, 1745-Madrid, 1804), quedó eclipsada por esa vocación tardía a la botánica que dedicó los últimos años de su vida. Sus primeros estudios los realizó en el Colegio de San Pablo, regentado por los jesuitas. Después, en 1759, en la Universidad de Valencia obtuvo el grado en Filosofía (1765). También cursó estudios de teología y tras su paso por la Universidad de Gandía (Valencia), se doctoró en julio de 1766, realizando infructuosamente los dos años siguientes oposiciones a las cátedras de filosofía y de matemáticas:
[…] mantuvo academias de filosofía, comunicando a sus discípulos un verdadero conocimiento de esta ciencia y el desprecio de las sutilezas con que otros le afeaban, procurando juntamente con D. Juan Bautista Muñoz el desterrar la filosofía peripatética de dicha Universidad, infundiendo el buen gusto a sus alumnos12.
Durante sus años universitarios conoció la protección de José Pérez, arcediano de Chinchilla y futuro rector del seminario de San Fulgencio de Murcia; el magisterio de Vicente Blasco, futuro rector de la Universidad valenciana; y fue condiscípulo y amigo de Juan Bautista Muñoz, más tarde cosmógrafo mayor y cronista de Indias13. Cercenada la carrera docente, Teodomiro Caro de Briones, oidor de la Audiencia, regente después de la de Oviedo, contrató a Cavanilles como preceptor de su hijo en 1770. Con la familia Caro se trasladó al nuevo destino del magistrado y poco después, en 4 de abril de 1772, se ordenó sacerdote. La estancia ovetense fue corta porque en 1774 Caro de Briones fue nombrado Consejero de Indias y se trasladaron a Madrid, donde Cavanilles, que tenía treinta años cuando llegó a la Villa, se integró en el grupo turiano de la corte14. Con el fallecimiento del togado en 1774, fue llamado por José Pérez, rector del seminario conciliar de Murcia, para la cátedra de lógica y enseñar filosofía en el colegio de la ciudad entre 1774 y 1776, donde permaneció hasta que el duque del Infantado le encargó la educación de sus hijos. Como bien señala Antonio Mestre, este cometido académico ya era indicativo que actuaba dentro de los proyectos culturales de Pérez Bayer y de los turianos15.
Entrado el año 1776, Cavanilles retornó a Madrid, y gracias al buen hacer del futuro rector Vicente Blasco16, inició una nueva preceptoría, la de los hijos del duque del Infantado: el joven conde de Saldaña y Manuel de Toledo. Con el nombramiento del duque como embajador en la capital parisina, en 24 de junio de 1777, la familia junto a la familia del marqués de Santa Cruz y sus respectivos preceptores (Cavanilles y, José Viera y Clavijo que sería preceptor del joven marqués del Viso)17 abandonaron Madrid en dirección a París, llegando a la capital francesa el trece de agosto del mismo año. Ambas familias se unieron en parentesco con motivo del casamiento de la hija del duque con el marqués del Viso.
Acompañó al Duque a París en el mes de julio de 1777, y allí fue donde a los treinta y seis años de su edad, esto es en 1781, se dedicó a la botánica, haciendo tales progresos que a los cuatro de haber comenzado este estudio, publicó su primera disertación en París en 1785, y la décima y última en Madrid en 1790, mereciendo que la Academia de Ciencias aprobase sus obras, y aun le instase a continuarlas18.
Siguiendo al historiador Nicolás Bas,
[…] En París se hospedarían en el Hôtel de Tréville junto a los magníficos jardines de Luxemburgo; a partir del 9 de septiembre pasaron por fin a la casa del príncipe de Salm [duque del Infantado], cerca de la Iglesia de los monjes fulienses o feuillants. La estancia de ambos clérigos en París no fue muy duradera, pues entre el 16 de octubre y el 7 de noviembre marcharon a Flandes, Mons, Bruxelles y Valenciennes, hasta que en el invierno de 1777-1778 los encontramos de nuevo en París19.
La estancia de Cavanilles en la capital francesa coincidió con un momento germinal no sólo de las ciencias naturales, sino de la propia ciudad como centro cultural y científico de Europa. Las academias y tertulias, los jardines botánicos y los gabinetes de química, los libros de viajes, las expediciones ultramarinas, etc. evidenciaron nuevas miradas sobre la naturaleza y, aunque Cavanilles no desarrolló esta disciplina, su asistencia a cursos y tertulias le permitió conocer la relevancia de la metodología utilizada: la observación de campo y la dimensión del tiempo en la historia natural20. Allí conoció la botánica que, junto a su formación universitaria en lógica y ciencias físico-matemáticas y el contacto con los botánicos parisinos, convirtió el aprendizaje en progresos y visitas a los jardines (relación con el jardinero André Thouin del Jardin du Roi), en la recolección de plantas, la compra de nuevos libros, el cultivo y taxonomía de plantas. En verdad, no fue Cavanilles el primero en recibir formación en la botánica francesa, pues, anteriormente José Quer y Juan Minuart se habían formado con los naturalistas franceses. Y ambos introdujeron en España el pensamiento del botánico sueco Linneo y del francés Tournefort.
Cavanilles fue un botánico linneano traído por el carácter exacto de la ciencia de los vegetales. Pronto contactó con Jussieu, Lamarck, Thouin, Broussonet, etc. Desde 1780 a 1785 fue adquiriendo las destrezas del oficio botánico en el campo y en el gabinete. Sus progresos en la botánica lo convertirían, para Viera, en el Tournefort español y el Linneo valenciano. Cavanilles se había situado en las coordenadas botánicas más innovadoras en la discusión sobre el fijismo o el transformismo de la naturaleza21.
No obstante, y como señala Antonio Mestre:
Quizás pueda alguien pensar que, tratándose de un botánico, que vio surgir su vocación por esas fechas, Cavanilles se preocupase exclusivamente de libros científicos. Que conocía las obras fundamentales de la ciencia de su tiempo no cabe duda. Lineo, en primer lugar, pero también Jussieu, Lamarck, Macquer, La Place, o Lavoisier… aparecen en su correspondencia. Pero su curiosidad es bastante más amplia y alcanza a personajes y obras más significativas […] manifestará su admiración por Voltaire […] conoce bien a los representantes más caracterizados de la generación de la Enciclopedia: d’Alembert, Diderot, Voltaire. Y la anterior alusión a Condorcet nos indica su apertura a los nuevos autores que, en algún caso, coincidieron con la Revolución. En primer lugar, Mably […] Y, sobre todo, Raynal […] pero su afrancesamiento no le cegará los ojos ante nuestra historia. Así lo demostró con ocasión del artículo de Masson de Morvilliers sobre España aparecido en la Enciclopedia Metódica22.
Los ilustrados valencianos señalaban a París como centro cultural universal y querían saber de primera mano la vida intelectual parisina. La correspondencia intercambiada entre Cavanilles y los ilustrados valencianos:
[…] residentes en Valencia (Juan Antonio Mayans y Vicente Blasco), Madrid (Muñoz y Blasco) o en exilio italiano (Juan Andrés), demuestran la existencia de unos lazos intelectuales que merecen nuestra atención23.
Y durante su estancia parisina Cavanilles no sólo frecuentó los ambientes botánicos, sino también a los principales impresores y libreros parisinos. Su labor como intermediario en la difusión de libros entre España y Francia, se constata en los impresores y libreros que le suministraron los ejemplares, así como la clientela que los compraba gracias a su mediación. Obras, algunas de ellas prohibidas, que inciden en la inquietud intelectual de quienes quisieron conocer las noticias culturales más relevantes del país galo.
El propio Cavanilles fue uno de los que más engrosaron su biblioteca gracias a los libros que le llegaban de París. Una biblioteca que pasó a formar parte de los fondos del Real Jardín Botánico de Madrid24.
Destacó el célebre impresor y librero Juan Bautista Fournier, que gracias a las gestiones de Cavanilles, suministró abundante material librario a numerosos ilustrados españoles y valencianos, en particular:
[…] como José Cavanilles, hermano del abate, Joaquín Lorenzo Villanueva, el marqués de Santa Cruz y, cómo no, Juan Bautista Muñoz. Así entre 1796 y 1816 se conservan un total de ciento cincuenta y nueve cartas del impresor parisino a los citados ilustrados, incluido el abate. Fournier, junto al también parisino [Firmin] Didot […] fue el asesor de libros de Cavanilles en París que surtió básicamente las peticiones que sus compatriotas valencianos (Muñoz, Vicente Blasco) le solicitaban. De nuevo Blasco volvía a adoctrinar a sus antiguos alumnos en la compra de aquellos libros que introducirían las nuevas corrientes de pensamiento en España25.
[…] actuó como fiel comisionado de V. Blasco y J.B. Muñoz, sus amigos, a quienes sirvió de intermediario y de cronista de los movimientos intelectuales franceses y de quienes recibía información de la Vila y Corte. En 1784, amplió el círculo de sus corresponsales –Juan A. Mayans, Juan Andrés, etc.26.
También les interesaban las publicaciones periódicas a los ilustrados valencianos:
[…] La mayoría de solicitudes que recibió Cavanilles tuvieron por objeto la suscripción a alguno de los periódicos y gazetas francesas, que reunían las noticias vanguardistas en todas las disciplinas. De esta manera suscribía a José Viera, y a los marqueses de Santa Cruz y de Villanueva de Prado al Mercurio y Correo de Europa. Enviaba constantemente libros y referencias de estas publicaciones periódicas al conde de Fernán Núñez, futuro embajador en París. Por no olvidar las suscripciones que hizo a las Nouvelles eclesiastiques de la condesa de Montijo, y del ilustrado valenciano, Vicente Blasco o los envíos de la Historia Natural de Buffon o de los volúmenes de la Enciclopedia27.
Como han señalado otros especialistas, los libros que se enviaban a España llegaban a través de diferentes canales. El primero de ellos era a partir de la aduana vía Bayona, donde Cavanilles contaba con la mediación del ordinario, Saubaigné. Otros lotes o balots llegaban por la aduana de Vitoria, o a través del puerto de Cádiz, donde la Compañía Malguiond los enviaba directamente a Madrid. Para todas las remesas, el abate valenciano contó con el salvoconducto especial de la Secretaría de Estado. En realidad, no hubiera sido posible sin este apoyo del poder representado en las figuras de Floridablanca, del conde Aranda y de Godoy. Gracias a su amistad, el abate Cavanilles pudo burlar los controles y suministrar a los más importantes nobles e intelectuales españoles, y en particular, valencianos, cuya empresa continuó a su regreso a España. Una vez llegaban a la capital, era el propio Cavanilles el que se encargaba de su distribución. Para ello, contaba de intermediarios agrupados en torno a la Secretaría de Estado, caso de Castillo; del célebre fabulista Tomás Iriarte, entonces traductor de la Secretaría; del académico y arqueólogo Ambrosio Ruiz Bamba; y el librero madrileño Antonio Baylo, que tenía su parada en la casa de las Carretas; y de Esparza, en la Puerta del Sol.
La historiografía ha señalado hasta la saciedad el llamado “pánico de Floridablanca” hacia el contagio francés. La realidad, y en concreto, la estancia de Cavanilles en París, parecen desmontar tal tópico al demostrar la complicidad existente entre el político y el abate en lo que a entrada de libros franceses se refiere […] Al mismo tiempo, el Secretario de Estado para mantener firme la integridad de la monarquía, promulgaba continuos decretos prohibiendo la entrada de tales escritos, si bien, era cómplice al consentir el envío constante de remesas de libros, que por otra parte llevaban su salvoconducto. Tal hipocresía política fue norma común durante los quince años que duró la etapa de Floridablanca al frente de la Secretaría de Estado. Por el contrario, y como veremos, su sucesor, el conde de Aranda, mantuvo un mayor laxismo frente a la novedad, tanto en el plano político como en el estrictamente personal28.
Cavanilles regresó a Madrid a finales del año 1789 en un clima extremadamente convulso donde la Revolución Francesa iba pautando la política española, y donde los sucesivos secretarios de Estado (Floridablanca, Aranda y Godoy) no pudieron frenar con sus cambios de rumbo político ni los conflictos, ni las hostilidades, ni la crisis del Antiguo Régimen. Sin embargo, incide la profesora García Monerris en la escasa atención que prestó Cavanilles a los acontecimientos revolucionarios de Francia, al estudiar la correspondencia de éste con el canario José Viera y Clavijo29. No obstante, Nicolás Bas sí advierte el matiz de estos planteamientos intelectuales:
Ambiente marcadamente revolucionario en lo político y en lo intelectual dejan entrever que la formación de Cavanilles en París no estuvo exenta de riesgos. Pese a la evidente neutralidad política del botánico, parecer ser que, ante todo, se trataba de guardar las apariencias, pues en el fondo, la inquietud cultural del abate le hizo aproximarse a todo aquello que podía rentarle nuevos conocimientos, y que en París aparecía claramente asociado con los reductos más sediciosos. De todo ello, a través de la correspondencia y del envío de continuas remesas de libros, daba noticia el botánico a intelectuales como Blasco, y otros, como José Vira y Clavijo, a quien surtió de abundantes libros, algunos de ellos prohibidos30.
Durante la primavera de 1791, una real orden señalaba a Cavanilles a recorrer la península y examinar su flora. Comenzó por las tierras valencianas, ampliando su estudio a la historia natural y al estado de la sociedad rural. Un proyecto que duró tres años durante los cuales contó con la ayuda de párrocos y hacendados locales implicados en innovaciones agrarias, de monasterios y de conventuales, de funcionarios reales y de familiares de los turianos y sus propios conocidos. En su Dietario de campo iba plasmando noticias, datos, observaciones y reflexiones, inventarios de plantas, datos de población y producciones agrarias de los lugares visitados, excavaciones arqueológicas, dibujos de panorámicas, correcciones cartográficas. etc…Para la elaboración y entrega del manuscrito a la Imprenta Real, para su edición de las Observaciones en dos volúmenes aparecidos en 1795 y 1797, Cavanilles se documentó en:
la Enciclopedia, en el Diccionario de Agricultura de Rozier, etc. Las obras de H. B. de Saussure fueron útiles para escribir una actualizada teoría de la tierra, mientras sus libros de botánica facilitaban la identificación de plantas. De otra parte, disponía de la bibliografía regnícola (Escolano, Marés, Juan A. Mayans, etc.) y del censo general de España de Floridablanca. Desde Madrid, Cavanilles mantuvo un importante volumen de correspondencia para completar y homogeneizar los datos del Dietario de las excursiones31.
No obstante, éste no sería su único proyecto. Terminada la revisión de las monadelfas, Cavanilles se dedicó a la obra que los estudiosos han señalado como determinante, las Icones et descriptiones plantarum quae aut sponte in Hispania crescunt, aut in Hortis hospitantur, en seis volúmenes y publicadas entre 1791 y 1801, que incluye 712 especies y 600 láminas dibujadas por él.
Las Icones constituyen una de las más importantes aportaciones a la botánica descriptiva postlinneana, con láminas de gran calidad dibujadas por Cavanilles y grabadas por Sellier y por Tomas y Vicente López Enguídanos. En ellas, los detalles de los caracteres diferenciales de las plantas indican el uso sistemático del microscopio por parte de Cavanilles. En síntesis, las Icones revelan la alta calidad de su gran oficio de botánico32.
Asimismo, participó en la fundación y fue asiduo colaborador de los Anales de Historia Natural, primera revista científica española ajena a la medicina. Igualmente colaboró en el Seminario de Agricultura, aparecida en 1797 y ambas publicaciones comprometidas con la Ilustración científica33. También fue «integrante de las academias y sociedades científicas de San Petersburgo, Upsal, Zurich, Linneana de Londres, Filomática y de Agricultura de París y Mompeller»34.
Con la jubilación de su antagonista, el director Casimiro Gómez Ortega35, en 17 de julio de 1801, el abate Cavanilles fue nombrado catedrático-director del Real Jardín Botánico de Madrid, con el beneplácito de Manuel Godoy y del ministro Pedro Cevallos. Cavanilles incorporó los métodos botánicos parisinos en la gestión del Jardín:
[…] consiguió la dotación de nuevos invernaderos y estufas, amplió de 3.000 a 7.500 el número de plantas cultivadas y multiplicó el herbario hasta los 12.000 pliegos. Atendió la difusión de la ciencia con numerosos actos públicos y, sobre todo, la formación de sus discípulos (Mariano La Gasca, Simón Rojas Clemente, etc.). Mantuvo excelente relaciones con sus maestros botánicos de París, muy útiles para nuevos pensionados en Francia (Zea)36.
Como señalan los especialistas, a finales de la crisis del Antiguo Régimen, Cavanilles había conseguido una posición de liderazgo dentro de la política científica, continuaba manteniendo buenas relaciones con el grupo de ilustrados valencianos, con el ministro Urquijo y seguía siendo capellán y ayo de confianza de la casa del Infantado, y gozaba reconocimiento académico a nivel europeo. La muerte le sobrevino el 10 de mayo de 1804, sin haber concluido el Hortus Regius Matritensis, y en un tiempo crítico, en vísperas de una gran confrontación nacional.
En síntesis, Antonio J. Cavanilles constituye un reconocido botánico y naturalista de la Ilustración europea. Su trayectoria corresponde a la de un caracterizado savant-éclairé al servicio del Estado, ocupado en incorporar la ciencia española a los círculos académicos europeos, cuando en España ya se advertía la fractura abierta por la revolución francesa37.
Como hombre ilustrado y de su tiempo, el canónigo y rector Vicente Blasco García (1735-1813)38, nos ofrece una perspectiva para analizar sus planteamientos doctrinales y las claves de su mentalidad: se inició en las aulas universitarias valencianas, bajo las orientaciones de Joaquín Segarra en el curso 1749-50, para ser doctor en Teología (1760), de adscripción a la escuela tomista. Dentro de esta línea intelectual su fructífera formación fue de la mano de José Pérez Esteve, arcediano de Chinchilla y futuro rector del seminario de San Fulgencio en Murcia. Su cursus honorum le llevó a la docencia en Valencia durante un trienio catedrático para impartir filosofía (1763-1766). Se ejercitó en varias academias públicas, y fuera de éstas, instruyó privadamente al cosmógrafo y creador del archivo de Indias, Juan Bautista Muñoz (1745-1799) y al botánico Antonio J. Cavanilles39. Cuidó de la edición de las obras poéticas de fray Luis de León y prologó la obra del mismo autor De los nombres de Cristo, entrando en relación epistolar con el erudito Gregorio Mayans Siscar, y asimilando el pensamiento erasmista así como la recuperación de los humanistas del siglo XVI40. Además, conoció el jansenismo y la obra de sus principales autores. Freyle de la orden militar de Montesa (profesó en el año 1753), su trayectoria siempre dependió del apoyo e influencia de las élites. Marchó a Madrid para satisfacer las quejas del marqués de Angulo, lugarteniente de la orden de Montesa, por la tardanza en la impresión del bulario de la Orden a su cargo (1768)41, le hizo entrar en contacto con Francisco Pérez Bayer, figura encargada del programa reformista cultural del momento, y quien le encargaría la preceptoría del Infante real, Francisco Xavier, y a la muerte de éste, del infante Gabriel. Su pertenencia al llamado círculo de valencianos en la Corte capitaneado por Pérez Bayer, le prepararía para ser una pieza clave al servicio de la monarquía: primero, como canónigo de la catedral de Valencia (1780), carburante ideal para el posterior nombramiento como rector de la universidad de Valencia (1784-1813), e implantación del Plan Blasco (1787)42. Un plan de estudios universitario considerado por parte de la historiografía actual como la culminación de la trayectoria de renovación científica iniciada por el movimiento novator.
Cuando Cavanilles llegó a Madrid con motivo del nombramiento de Caro de Briones como consejero de Indias, se integró en el grupo de valencianos en la Corte, un colectivo que contaba con el beneplácito del secretario de Gracia y Justicia, Manuel de Roda. Además, frecuentó los círculos madrileños de diferentes tertulias literarias como la que regentaba su condiscípulo y amigo Juan Bautista Muñoz a la que asistían, entre otros, el setabense Joaquín Lorenzo Villanueva y, el mismo Blasco43.
Con motivo del fallecimiento de Caro de Briones, el abate Cavanilles fue llamado por José Pérez, rector del seminario de San Fulgencio de Murcia, para hacerse cargo de la cátedra de Lógica e impartir las Institutiones philosophicae del P. Francisco Jacquier, que nuestro autor ya conocía desde su etapa estudiantil en las aulas valencianas. Al atento lector no le habrá pasado desapercibido recordar que el seminario de San Fulgencio fue en la segunda mitad del siglo XVIII el símbolo de las ideas jansenistas y posteriormente, de la penetración de las ideas revolucionarias: […] parece incuestionable la espiritualidad jansenista de Cavanilles, desde su etapa formativa en la Universidad de Valencia, iniciada con Rafael Lasala y madurada bajo la tutela de Vicente Blasco44. También ha quedado dicho que con su vuelta a Madrid en enero de 1776, para iniciar la preceptoría de los hijos del duque del Infantado, ésta fue posible gracias a la intervención del futuro rector Vicente Blasco. Su siguiente etapa vital, la marcha a París con la familia del duque del Infantado, no interrumpió la relación con el grupo de valencianos ilustrados.
En los fondos del Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid45 se encuentra localizada una relación epistolar entre el botánico Cavanilles y el rector Vicente Blasco, un conjunto documental compuesto por diez cartas que se transcriben íntegramente en el apéndice documental del presente trabajo. En general, el uso de epistolarios como fuentes para la historia cuenta con una fecunda tradición. El trabajo modélico de Antonio Mestre sobre el epistolario de Gregorio Mayans y sobre la importancia de esta fuente histórica, es igualmente, un punto referencial de análisis. En este contexto, y pese a tener localizadas sólo las cartas que Vicente Blasco dirigió al abate Cavanilles, éstas nos proporcionan una ocasión para continuar aprendiendo sobre ambas figuras y su entorno, desde al ángulo distintivo de la correspondencia donde se recrea la importancia de sumar aspectos novedosos a un panorama pormenorizado de la situación cultural parisina, que vino a incrementar y completar la visión que sobre otros países como Alemania, Holanda, Italia, Inglaterra y Suiza se tenía en Valencia, gracias a la correspondencia mayansiana. Además, fue el despunte de una intensa campaña de circulación de libros y revistas especializadas que ayudaron en el conocimiento del mundo cultural francés, entre otros, a los ilustrados valencianos. De todo ello da cuenta el abate Cavanilles a través de la correspondencia a sus paisanos valencianos, entre los que se encontraba su maestro, el rector de la Universidad, Vicente Blasco. Una correspondencia que, siguiendo las fuentes archivísticas señaladas, se inició en el año 1783, fecha singular por cuanto coincide para Blasco, con los trabajos preparatorios para la redacción del plan de estudios, y, por tanto, con la llegada de una serie de autores y obras, algunas de ellas prohibidas, que dotaron de modernidad a las aulas valencianas, y a su magnífica biblioteca donada a la Universidad.
ARCHIVO REAL JARDÍN BOTÁNICO MADRID |
REFERENCIA ARCHIVÍSTICA |
AÑOS |
CORRESPONDENCIA |
Caja 5. Expedientes 1-10. Subserie : Correspondencia Literaria RJB XIII, 5, 3, 1-5 |
1796-1797 |
5 cartas de Vicente Blasco a Cavanilles |
|
Caja 8. Subserie: Polémica sobre el cultivo del arroz RJB XIII, 8, 2, 1-5 |
1783 1802-1803 |
5 cartas de Vicente Blasco a Cavanilles |
En las diez cartas que constituyen el corpus documental, y pese al vacío epistolar subsiguiente, encontramos desde la declaración formal de la recomendación hecha por Blasco para el nombramiento de preceptor de los hijos de duque del Infantado; aspectos afectivos al referirse a la familia del duque del Infantado, […] y a los señoritos haga Vm. todas las expresiones en que dictase su amor, porque todas corresponden [a la estimación] que yo les tengo; aspectos familiares como sus atenciones en impulsar la formación intelectual de sus sobrinos, […] tengo dos sobrinos que dan algunas esperanzas, y se me ha ocurrido si tal vez convendría enviarlos ahí para que aprendieran la lengua y se perfeccionan en algunas cosas; hasta noticias sobre el establecimiento del Jardín Botánico de Valencia, y los candidatos para su fomento: […] hemos por fin conseguido un excelente terreno para el Jardín Botánico […] hemos de lograr un Jardín de los mejores de Europa”. También aparecen cinco epístolas para dilucidar tras la muerte de Pérez Bayer algunas deudas que éste le debía por el envío de diversas obras. Unas deudas de las que se haría cargo el impresor Benito Monfort, y especialmente Vicente Blasco, que tenía trato directo con los herederos del hebraísta valenciano Pérez Bayer. Después de varios cotejos, se reveló que el hebraísta debía una cantidad de dinero a Fournier, que pagó Blasco a través de D. Pedro Roca. Una situación que no empañó las relaciones entre el librero parisino y el rector Blasco, que preguntaba a través de Cavanilles, cómo está ahora en Francia el comercio de libros, y si podremos pedirle algunas remesas con la esperanza de lograrlos a precios equitativos. Junto a ello, el aspecto más sobresaliente sobre peticiones de intermediación para la adquisición de libros, advirtiendo el interés por la literatura jansenista. El rector Blasco pregunta al botánico si al pasar por Lyon había pasado a visitar al famoso arzobispo ce chef des jansénistes, ansiando saber de su carácter, sabiduría, virtudes, respeto que merece de sus feligreses y teólogos que le asisten, carta que aprovecha para defender al arzobispo de que en la Pastoral sobre el origen de la incredulidad y fundamentos de la religión se le acusara de plagiar a Duguet. Un interés solícito de las obras de Duguet y las Regles pour l’intelligence des escritures en defensa del jansenista francés. El grupo valenciano encontró en el movimiento renovador francés la esencia de sus planteamientos reformistas. Sirva de ejemplo la carta de Vicente Blasco al librero parisino Fournier, donde le participaba la intención de adquirir libros de autores presuntamente prohibidos:
los libros que aquí se desean son los de los llamados jansenistas, los de varia erudición, mayormente eclesiástica, y otros de esta naturaleza, que regularmente no serán ahora apreciados en Francia por la mutación de ideas y costumbres. También se desean los antiguos griegos de medicina grecolatinos, y los de humanidades (Carta de Blasco a Cavanilles, Valencia, 28 de marzo de 1797).
1.- TRAZOS BIOGRÁFICOS DE ANTONIO J. CAVANILLES
AÑOS |
TRAYECTORIA VITAL |
1745 |
16 de enero. Nace en Valencia. |
1762 |
Bachiller en Artes por la Universidad de Valencia. |
1759-1765 |
Ingresa en Universidad Valencia. Se graduó en Filosofía (1765) con el Dr. Joaquín Llázer. Adscripción tomista. Amistad de José Pérez y magisterio de Vicente Blasco. Condiscípulo de Juan Bautista Muñoz (1745-1799). |
1766 |
Doctor en Teología (Universidad de Gandía –Valencia-). |
1767-1770 |
Profesor sustituto y opositor a cátedra de filosofía y matemáticas de la Universidad de Valencia. |
1770 |
Preceptor del hijo de Teodomiro Caro, Oidor de la Audiencia de Valencia, regente de Oviedo, Consejero de Indias. |
1772 |
4 de abril. Se ordena sacerdote en Oviedo. |
1774-1776 |
Profesor de Filosofía (cátedra de Lógica) en Seminario San Fulgencio de Murcia. |
1776 |
De regreso de Murcia, Integrante del grupo de valencianos en el Corte, los turianos. |
1776 |
Preceptor de los hijos del duque del Infantado. |
1777 |
Acompaña a la familia del duque del Infantado a París al ser nombrado embajador. |
1781 |
Se inicia en la Botánica en París, a la edad de 36 años. |
1784 |
Publica en francés su defensa de la ciencia española ante el artículo publicado en la nueva Encyclopédie Méthodique, firmada por Marson de Morvilliers (1782). Título: Observations sur l’article Espagne de la Nouvelle Encyclopédie. |
1785 |
Primera monografía, Dissertatio Botanica. 1785-1789, elaboró las Monadelphia. |
1789 |
Noviembre. Vuelta a España y fija su residencia en Madrid. |
1790 |
Se publican las diez entregas de las Disserttiones en 3 volúmenes, con el título de Monaldelphiae Classis Dissertationes Decem. |
1791-1795 |
Viajes por la península y observaciones de Historia natural y de agricultura principalmente del Reino de Valencia. Elaboración Observaciones del Reyno de Valencia. |
1791-1801 |
Publicacón Icones et descriptiones plantarum quae aut sponte in Hispania crescunt, aut in Hortis hospitantur. 6 vols. |
1795-1797 |
Publicación Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia. |
1801-1804 |
17 de julio. Director del Real Jardín Botánico de Madrid. |
1804 |
10 de mayo. Fallece en Madrid a la edad de 59 años |
2.- IMÁGENES EMBLEMÁTICAS DE ANTONIO J. CAVANILLES
1. Retrato de Cavanilles del s. XVIII. 2. Escultura de Cavanilles en Jardín Botánico Madrid. 3. Retrato de Antonio José Cavanilles atribuido a M. Salvador Maella. Siglo XVIII. Universidad de Valencia.
3.- CORRESPONDENCIA VICENTE BLASCO-ANTONIO J. CAVANILLES
1
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
Valencia, 6 de diciembre de 1796
Amigo y Señor mío: He estado fuera unos días, y por esto no he contestado a Vm. Celebro que Vm. tenga tan adelante su segundo tomo del Reyno de Valencia, y también que cargue Vm. las [ilegible] a Ortega y sus asociados, que no pueden ver con indiferencia los adelantamiento de otros. Almas pobres.
Puede Vm. escribir a Fournier que se le pagara su crédito. D. Francisco Bayer se hizo cargo de esa deuda en su testamento. Allí dice cuanto importaba. Más yo no me acuerdo. Escriba Vm. a Fournier que dirija letra contra mí, y se le satisfará. Mis muchas ocupaciones por una parte, y por otra el esperar la quietud de Europa han sido causa de no averiguar si existía Fournier para satisfacerle su crédito.
Manténgase Vm. bueno y mande a su amigo.
Blasco
RJB XIII, 5, 3, 1
2
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
R. Valencia, 17 de diciembre de 1796
Amigo y Señor mío: Cuando vi la cuenta que Vm. me enviaba de Fournier, me pareció muy excesiva respecto de lo que el difunto Bayer había confesado en su testamento, según la memoria que yo conservaba. Por esto no contesté en el pasado hasta ver el dicho testamento. Lo he visto, y Bayer solo confiesa deber a Fournier 431 reales y habla de un modo decisivo sin manifestar duda de que puedan ser más o menos. Contemple Vm. la diferencia que hay de esta suma a la que Vm. me significa. Si la diferencia fuera de poca consideración, no nos detendríamos; pero es demasiada para que entreguemos la suma que Vm. dice sin más examen. Cuando recibí la primera carta de Vm. creí que no había dificultad en la cuenta, y por esto escribí a Vm. que se pagaría al instante. Ahora es preciso detenernos.
De los libros que Vm. pone en la lista, faltan algunos en la Biblioteca de la Universidad; y los que existen, no sabemos si son los mismos de la lista, porque en ésta no expresa Vm. las ediciones.
Quien podrá dar alguna luz para aclarar estas dudas es D. Manuel de Aranzazu, criado del difunto Bayer, y ahora oficial de ese correo. Este recibiría regularmente la remesa de libros de 16 de noviembre de 1792 que sin duda llegarían a Madrid, cuando ya estaba Bayer en Valencia, y tal vez después de su muerte. Puede Vm. preguntarle si por ese tiempo recibió alguna remesa de libros: y veamos si se puede adquirir alguna luz, para que podamos de algún modo conjeturar en dónde está la equivocación. Dudo mucho que Bayer se equivocase, porque era exacto en punto de cuentas, y el testamento lo escribió de su mano, a excepción de algunas cláusulas.
Siento mucho este tropiezo, porque había celebrado la noticia de que vivía Fournier, y deseaba que luego quedase satisfecho. Pero veo que esto no podría ser tan pronto como yo deseaba, porque es mucha la diferencia entre lo que Fournier pide, y lo que Bayer confiesa. Veamos lo que dice Aranzazu.
Dios guarde a Vm. Valencia 17 de Diciembre 1796
Blasco
RJB XIII, 5, 3, 2
Gracias por la obrita contra Ortega. No me han dado aun la lista de las obras de Vm. que están en la Biblioteca. La enviará para que Vm. pueda completarlas si falta alguna: y gracias también por esto.
Ahora me dicen que las obras que hay de Vm. en la Biblioteca son Monadelphia clasis Disertationes decem tres tomos 4º. Observaciones sobre el Reyno de Valencia un tomo fol.
3
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
Valencia, 7 de febrero de 1797
Amigo y Señor mío: No he respondido antes a la anterior de Vm. porque esperaba alguna luz de Aranzazu, a quien escribió un capellán del difunto Sr. Bayer. Todavía no me ha dado respuesta. Lo que Vm. escribe que ha dicho Aranzazu haber enviado acá los papeles, de nada sirve: porque estos papeles son relativos a la testamentaria, y lo que se desea saber es si en el tiempo que corrió desde 28 de noviembre (fecha de la última carta del Sr. Bayer, cuya copia Vm. me incluyó) hasta mediados o fines de marzo siguiente en que se declaró la guerra, avisó Fournier cuál era exactamente la deuda como Bayer la pedía, y si en ese tiempo se le envió algún dinero. Ahora se me ocurre que convendrá también preguntárselo a Monfort. Yo veré a Monfort, pero vea Vm. otra vez a Aranzazu, y enseñándole esa carta de Bayer, que me escriba si se acuerda o no de haber enviado a Fournier en esos tres o cuatro meses que he dicho.
Son precisas estas diligencias porque mis co-albaceas, viendo una declaración tan terminante del difunto, ponen dificultad en pagar un exceso tan notable como el Fournier pone: y la dificultad ha crecido con la carta del Sr. Bayer. Porque parece inverosímil que Fournier, viendo las cosas turbadas y que amenazaba guerra se hubiera descuidado de avisar su crédito, a quien estaba pronto a pagárselo.
Vea Vm. a Aranzazu, yo veré a Monfort, y si éstos no se acuerdan de haberse enviado letra en el dicho tiempo, creo que se convendrán mis co-albacceas en que se pague a Fournier su crédito. A lo menos les haré presente que Fournier es muy hombre de bien, que en mi concepto no pediera sino estuviesa muy cierto de que se le debe.
Dios guarde a Vm. Valencia, 7 de febrero de 1797
Blasco
RJB XIII, 5, 3, 3
4
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
Valencia, 14 de febrero de 1797
Amigo y Señor mío: El asunto de Fournier se enreda más de cada día. Monfort dice que cree no deberse a Fournier sino lo que declaró el difunto en su testamento; y que la cuenta que Fournier hace ha nacido de un principio errado: esto es de que Fournier pretenda que en los cambios las pérdidas sean del Sr. Bayer, y las ganancias de Fournier. Con todo ha quedado en que registraría sus papeles en donde creía hallar alguna luz.
Ayer recibí carta de Aranzazu en que me dice que su difunto amo llevaba siempre consigo los papeles relativos a Fournier. He dado orden para que busquen en la Biblioteca, donde es regular que para. Pero esta noticia de Aranzazu es un fuerte argumento de que el Sr. Bayer hizo su declaración teniendo a la vista los papeles, y por consiguiente que fue exacta.
Veremos lo que Monfort averigua: veremos si se halla la correspondencia de Fournier: y poco a poco saldrá la verdad, y Fournier nada perderá de su legítimo crédito. Como los pobres son los herederos del Sr. Bayer, si diéramos a Fournier lo que no le corresponde lo quitaríamos a los pobres: y por esto es preciso asegurarnos.
Dios guarde a Vm. Valencia 14 de febrero de 1797
Blasco
RJB XIII, 5, 3, 4
5
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
Valencia, 28 de marzo de 1797
Amigo y Señor mío: Entre los papeles del difunto Bayer he encontrado finalmente la luz que deseaba para acallar a los que resistían a pagar a Fournier la deuda que pide. Lo ha visto también Monfort, y nada he tenido que replicar. Para cortar razones, es cierto que Bayer debía a Fournier por una parte 221# 5,d, de una cuenta atrasada, y por otra 892#, 14.s. de la última remesa: que ambas partidas forman la suma de 1113# 19.s. y reales de vellón 4456 menos poco maravedís. Acuda Vm. a D. Pedro Roca, que tiene dinero mío, a quien escribo para que entregue a Vm. esa cantidad. Cuide Vm. de remitirla a Fournier, y de que envíe el correspondiente recibo, para que quede cubierta la testamentaria. Me ha costado reconocer los papeles de Bayer, pero al fin he salido felizmente de este asunto que se había hecho engorroso por la declaración del difunto en su testamento.
Pregunte Vm. a Fournier cómo está ahora en Francia el comercio del libro, y si podremos pedirle algunas remesas con la esperanza de lograrlos a precios equitativos. Los libros que aquí se desean son los de los llamados jansenistas, los de varia erudición mayormente eclesiástica, y otros de esta naturaleza, que regularmente no serán ahora apreciados en Francia por la mutación de ideas y costumbres. También se desean los antiguos griegos de Medicina greco-latinos, y los de humanidades.
Dios guarde a Vm. Valencia 20 de marzo de 1797
Blasco
RJB XIII, 5, 3, 5
Exprese Vm. en el recibo que deja Vm. a D. Pedro Roca que lo recibe Vm. de mi orden para satisfacer la deuda del difunto Bayer a Fournier librero de Paris.
6
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
Valencia, 8 de abril de 1783
Amigo y Señor mío: He recibido las dos cartas de Vm. en que me da aviso de las honras que Vm. ha recibido y recibe de los Sres. Duques; y como le han señalado ya mil ducados, cuando en su casa, criado a. Esos señores obran como yo siempre he esperado y que conozco la grandeza y nobleza de su corazón, y sabía que estiman y honran a los sujetos de mérito. Por eso cuando se marchó de Ayo, y yo supe que esa los Duques del Infantado quienes le buscaban para sus Hijos, habiendo propuesto a Vm. nunca quise hablar otra cosa, sino que SS.EE. obrasen como les dictase el corazón después que experimentasen lo que Vm. era.
Las noticias que Vm. me da del condecito, me llenan de gozo, porque veo cumplidas todas nuestras esperanzas. Cuánto bien podrá hacer un Señor de su clase bien instruido en las ciencias y bien fundado en la piedad? A la verdad nuestra nación necesita de estos Señores así educados.
Ruego a Vm. que en mi nombre dé Vm. las gracias a los Sres. Duques por lo que han hecho a Vm. y la enhorabuena por el aprovechamiento de esto en sus Hijos: y a los señoritos haga Vm. todas las expresiones en que le dictase su amor, porque todas corresponden [a la estima] que yo les tengo.
Ya sabrá Vm. cómo se han publicados dos tomos de las obras de nuestro Juan Luis Vives. La impresión es magnífica y siempre será más estimada que la otra en dos tomos fol. Pero pudiera haberse hecho mejor.
Acaban de hacer en esta Universidad oposiciones a la cátedra de lengua griega. Han salido diez y seis opositores. Los ejercicios han sido rigurosísimos y todos han cumplido: algunos lo han hecho excelentemente. Confío que este estudio va a florecer en nuestra escuela, como en el siglo XVI cuando apenas había estudiante en ella que no supiera el griego.
Grandísimas ganas tengo de ver a Vm. Cuándo será esto?
Dígame Vm. cómo están ahí los estudios y si habrá proposición para, yendo ahí algún joven, se instruya y perfeccione en las ciencias, sin exponerse a ser corrompido por los espíritus atrevidos, que ahí llaman fuertes. Porque tengo dos sobrinos que dan algunas esperanzas, y se me ha ocurrido si tal vez convendría enviarlos ahí para aprendieran la lengua y se perfeccionasen en algunas cosas.
Manténgase Vm. bueno y mande a su verdadero amigo, que le conserva toda su estimación y desea ocasiones para servirle. Valencia a 8 de Abril 1783.
Blasco
RJB Div XIII, 8, 2, 1
7
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
Valencia, 13 de marzo de 1803
Amigo y Señor mío: Ya está acordada por la Universidad la ida de Soriano a Madrid, y seguramente lo tendrá Vm. ahí antes de Semana Santa. Ahora le falta componer la retención de su plaza en el Hospital y que se le conserve el salario durante su misión en Madrid.
Vamos a otra cosa en que será preciso Vm. tome parte, y trabaje de acuerdo con D. Francisco Orchell. El Botaratón (permita Vm. esta voz) de Lorente empieza a meter ruido por aquí y también por ahí. Con motivo de la cátedra de química que vacó por muerte del Dr. Villanueva, aspira Lorente a esta cátedra sin saber si quiera los rudimentos primeros de la química. Tuvo la audacia de presentarse al ejercicio de esta ciencia, confiando en sus entregas y recomendaciones: pero fue reprobado el ejercicio porque no respondió una palabra con acierto a cuantas preguntas se le hicieron. Ha acudido al Consejo con una representación llena de mentiras, y por el correo de ayer recibí orden para que el Claustro informe. Yo no dudo que en esa máquina está en medio Ortega y sus secuaces; y por esto busco a Vm. para proceder a echar de la Universidad a este [botaratón] de la enseñanza. Pues aun lo poco que sabe de Botánica, o no sabe, o quiere enseñarlo ningún discípulo suyo saca institución en esta razón.
El pretexto para aspirar a la cátedra de química es porque al catedrático de esta ciencia, se le agrega en el Plan de Estudios la enseñanza de las plantas medicinales, que ha de manifestar y estudiar sus virtudes a sus discípulos en los meses de abril y mayo: como él en su representación se hace uno de los cambios botánicos de la Europa, se cree dignísimo de enseñar la química que ignora, y que es el principal instituto de la cátedra. Por ese [ilegible] de Botánica que se agrega a esta cátedra, en el Plan se llama de Química y Botánica; y de esta voz abusa para decir que andar juntas la enseñanza de química y botánica, callando que hay otra cátedra para enseñar la botánica en general y según toda su extensión. Por este sofisma temo nuevas reyertas, si en la orden que tiempo atrás me escribió Vm. que iba a salir para que ninguno enseñe la Botánica sin haberla estudiado en Madrid, no hay alguna expresión que determine la Orden a la enseñanza de la Botánica en general [ilegible]. Procure Vm. precaver esto no sea que digan que la cátedra de química no puede proveerse, porque tiene agregada enseñanza de botánica, y tengamos nuevas representaciones y nuevas reyertas con estos cavilosos y malignos, que no estudian y cuando ha de proveerse una cátedra nueva tienen para enredar y [ilegible] su provisión.
En nuestro Jardín Botánico se está trabajando con suma actividad. Si Vm. pudiera hacer una escapada y venir por aquí en el mes de agosto, creo que tendría Vm. gusto de verlo, y nosotros la satisfacción de que Vm. nos comunicara su hacer para el mayor acierto.
Diga Vm. a mis sobrinos que no les escribo por este correo. Dios guarde a Vm. Valencia 13 de marzo de 1803.
Blasco
RJB Div XIII, 8, 2, 2
8
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
San Ildefonso, 19 de septiembre de 1803
Amigo y Señor mío: [ilegible] Vm. a Muñoz ha enviado la ruta que Vm. ha llevado en su viaje, y leí [ilegible] que h ha visto: Montpellier, Perpiñán, Lyon: y finalmente está Vm. en la gran París, y así como esos Señores y Señoritos todos buenos y contentos, lo que yo celebro en extremo. Sírvase Vm. de saludar de mi parte a los Señores Duques, de quienes nunca me olvido en el sacrificio de la Misa, deseándoles la mayor felicidad. Lo mismo a sus hijos que a todos quiero mucho.
Muy diminuto está Vm. en las relaciones que ha enviado. Debe Vm. escribir más largo, y no omitir cosa alguna digna de que acá la sepamos. No dice Vm. si visitó al Arzobispo de Lyon, ce chef des jansenistes. Debería Vm. haberlo hecho, e informarnos de su porte, de su carácter, de su sabiduría, de sus virtudes, y aún de su figura, que todo sirve: qué estimación logra atraer a sus feligreses, qué teólogos tiene a su lado, y cuál es el estado de su clero. Solamente dice Vm. que busca no se qué brochure en que se descubra el plagio del Arzobispo en su carta Pastoral sobre el origen de la incredulidad, y los fundamentos de la Religión. No he visto la tal brochure, y sospecho que será cosa miserable, y algún ardid jesuítico para desacreditar por rincones, y entre gente poco instruida a ese gran Prelado. Sabíamos acá que la dicha Pastoral es un compendio de la obra de Duguet que intituló Principes de foi: pero sabíamos también que es un compendio singular, hecho con novedad y maestría, sin atarse a Duguet, y produciendo las necesidades de un modo original, que manifiesta claramente que el Autor está lleno del asunto, y que pudo servir la obra, aunque Duguet no hubiera escrito. Eso no debe llamarse plagio, particularmente en una materia tan ventilada, que nada puede decirse que no esté ya dicho por otro: más justicia se haría diciendo que el Autor de la Pastoral bebió en las mismas fuentes que Duguet; en la Escritura, en los Concilios, y en los Santos Padres. Pero el jesuita Autor de la brochure, querrá al parecer, que se ilustre y defienda la Religión con doctrinas nuevas y nunca oídas en la Iglesia, como han hecho los de su Compañía, dignísimos por lo mismo de severísima censura.
Sobre las otras cosas de que Vm. debe informarse, e informarnos, me remito a lo que escribe Muñoz, y solamente añado que procure Vm. averiguar el nombre y circunstancias del Gacetero Eclesiástico, que me parece hombre de provecho, y muy hábil aun [más] que su antecesor.
Vamos a otra cosa. Escribo a mi Librero en esa corte, que es Jean Baptiste Fournier le jeune, y le digo que Vm. irá a verle. Ruego a Vm. que vaya. Vive en rue S. Jacques Lafon. Le pido algunos libros para Muñoz y para mí: puede Vm. enviar juntamente con estos los que Vm. dice que ha de enviar. Además de la lista que remito a Fournier, deseo tener las varias obras que se escribieron, así en contra, como en defensa de que Duguet publicó con este título: Regles pour l’intelligence des Écritures. Vea Vm. la vida de Duguet, que va al principio de su Institution d’un prince, y allí se citan todas. Dígaselo Vm. al Librero, para que las busque y me las envíe. También deseo tener las obras de Monsieur Jacquelot, especialmente la que escribió Sur l’existence de Dieu.
Pero principalmente quiero que Vm. vea al Librero por lo que voy a decir. Ya sabe Vm. mi cuadromanía. El Abate Sinon me ofreció un cuadro, que tiene ahí, y según él dice, es cosa excelente. Al parecer lo tiene empeñado por seis luises. El Abate y yo escribimos en otra ocasión a Fournier, que entregaba de mi cuenta los seis luises, y me remitiera el cuadro. No la sirvió entonces por consultar el modo de hacerlo. Ahora le insistimos otra vez sobre lo mismo: pero yo le añado que Vm. le explicará mis intenciones, y cómo pienso yo quiero que Vm. le diga que tengo inteligencia y gusto en la pintura, y que soy delicado en esta materia: que haga ver el cuadro a algún pintor, y se asegure si es original y de mérito. Porque si no lo es, a que fin haría venir a España, y gastar inútilmente. Pero si lo que según el dictamen del profesor que lo vea, que luego sin esperar más me lo remita, conforme se lo escribo. Esto se debe hacer sin decir al pintor con qué fin se le pide el dictamen, para que lo dé más libremente, y también para que dado [el] caso que sea original de algún Autor famoso, no embaracen la extracción. Si se creyere que puede haber inconveniente en hacerlo ver, que me lo remita y acá lo veremos.
La Sra. Princesa ya se ha levantado, y prosigue muy en su sobre-parto. La novedad grande que ocurre es que en Roma no han querido despachar las Bulas para el electo Patriarca, y han hecho una memoria con los varios reparos, uno de los cuales es que debe renunciar al Arzobispado de Sevilla, y no lo ha hecho. El clero no piensa en renunciar. Este torillo anda, y estamos esperando a ver cuál será su paradero. A Dios.
Blasco
RJB Div XIII, 8, 2, 3
9
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
Valencia, 21 de septiembre de 1802
Amigo y Señor mío: Efectivamente hemos por fin conseguido un excelente terreno para Jardín Botánico. Con mucho trabajo y grandes sacrificios he superado grandes obstáculos; pero lo doy todo por bien empleado, porque me prometo que hemos de lograr un Jardín de los mejores de Europa. Lo adquirido son ocho hanegadas y media calizadas de tierra, al salir por la puerta de Quarte, con riego continuo e indefectible, sin ser necesario salir de casa para tomarla porque la acequia que pasa por dentro de la Ciudad es lindero del terreno.
La mayor dificultad será hallar un profesor digno. Días pasados se me vino un joven de quien todos habían concebido grandes esperanzas. Lorente es un botaratón, falto de principios que no toma interés en que los estudiantes adelanten, y aun se ha observado que les niega aquellos conocimientos que a fuerza de práctica ha conseguido. Gil es el único de quien tengo alguna satisfacción y a quien todos aquí reconocen cierta superioridad en los conocimientos botánicos: menos Lorente qui nisi quod ipsa facit nihil rectum putat. Este es un enemigo declarado de Gil y hace gente para embrollar porque es grande embrollón. Oigo que ha ganado a García, y que ambos andan en no sé qué proyecto. Pero esto son habilidad de que no hago caso. A García me lo recomendó en otro tiempo el mismo Gil que le mira como discípulo suyo en Botánica. Por ahora no necesito sino de Gil para que sirva de sobreestante en lo que se va trabajando y luego cuide de trasplantar las plantas que tenemos, de las cuales ha cuidado hasta ahora. Después cuando ya tengamos aula y el Jardín se ponga en todo su estado, mediremos nuestras facultades y veremos cómo emplearlas para que prospere éste útil establecimiento: veremos si a García se le puede colocar. Nosotros nos vemos precisados a buscar economías porque son cortos nuestros fondos.
Dios guarde a Vm. Valencia 21 de Septiembre 1802
Blasco
RJB Div XIII, 8, 2, 4
10
Vicente Blasco a Antonio José Cavanilles
Valencia, 4 de enero de 1803
Amigo y Señor mío: Procuré obsequiar al Sr. Zuccagri en cuanto me fue posible: pero en los últimos días que estuvo aquí [ilegible] no nos vimos. Cabalmente fueron estos días cuando presenté a los Reyes y Personas Reales las poesías que publicó la Universidad; y como ya no vi a Zuccagri no le entregué ningún ejemplar. Pudo haberlas tenido de los ejemplares que entregué a los Reyes de Etruria. Me pareció Zuccagri un bellísimo hombre, y de instrucción y buen gusto en la literatura. Mostró aprecio del estado de las letras y de las artes en Valencia, y me confesó que en Italia nos conocían muy poco: por lo cual deseaba más comunicación y correspondencia. Le enseñé el terreno donde vamos a planificar nuestro Jardín Botánico, y juzgó, comparada su extensión con la bondad del clima, que con el tiempo podrá ser el mejor de la Europa.
Ello es que Valencia ha ganado en concepto con esta venida de los Reyes. Villanueva el arquitecto estaba como asombrado por estas calles, viendo cosas que [ilegible] me dijo, no conocía en Madrid quienes las hiciese. Y sé que ha escrito a Madrid su asombro y admiración de ver cuán adelantadas están aquí las artes. De reconocer han salido cosas que nadie las esperaba. Quién creería que yo era poeta? Yo mismo lo ignoraba. Y en realidad no lo soy. Pero me he metido en esta ocasión a hacer versos, y veo que Vm. y todos generalmente los alaban.
Vengamos a lo de Soriano. El pensamiento es excelente, pero trae consigo la dificultad de que yendo a Madrid un joven de mérito, donde podrá introducirse fácilmente y entrar en grandes esperanzas, después no ha de querer volver a Valencia. Esto me retrae, y sin asegurarme de que ha de volver, y ser útil en la Escuela, no es justo que yo meta a la Universidad en gastos que de nada le sirvan. Yo procuraré ver cómo asegurar el beneficio de la Escuela, y con esto entraré en que vaya Soriano a Madrid. El asunto tiene que pensar, y no es cosa que podré verificarse en este año, en que con motivo de la venida de los Reyes hemos gastado mucho, y la Ciudad nada nos ha pagado del año anterior, y Dios sabe cuándo nos pagará. A nada Vm. la formación del Jardín, que lleva con grande y continuado gasto. El asunto pide meditación, y espera en las actuales circunstancias.
Dios guarde a Vm. Valencia 4 de Enero de 1803.
Vicente Blasco
RJB Div XIII, 8, 2, 5
[1] Antonio MESTRE SANCHIS, «Cavanilles entre la Ilustración y la política», en Influjo europeo y herencia hispánica. Mayans y la Ilustración valenciana, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1987, p. 434.
[2] «Hay que situar en los novatores del reinado de Carlos II el punto de partida de la actividad científica española de la Ilustración», José María LÓPEZ PIÑERO (dir.), La actividad científica valenciana de la Ilustración, Valencia, Diputación, 1998, p. 18; Ib., Apología y crítica de España, pp. 71-94; Ib., Mayans y la cultura valenciana en la España del siglo XVIII, p. 15-113.
[3] François, LOPEZ, «Mayans y las primeras defensas el Humanismo español», en J. Pérez Durán y José María Estellés (eds.), Los humanistas valencianos y sus relaciones con Europa. De Vives a Mayans, Valencia, 1998, p. 223.
[4] Paul HAZARD, La crisis de la conciencia europea (1680-1715), Madrid, Alianza, 1988.
[5] Jean SARRAILH, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, México, FCE, 1957.
[6] Antonio MESTRE SANCHIS, «Ilustración y Cultura», en Isabel ENCISO ALONSO-MUÑUMER (coord.), Carlos III y su época. La monarquía ilustrada, Barcelona, Carroggio, 2003, p. 323.
[7] Frente al «modelo perfecto [de Ilustración] que serían los philosophes, los demás escritores serían más o menos ilustrados según su proximidad a las ideas y presupuestos mentales de los philosophes», Antonio Mestre Sanchis, Despotismo e Ilustración en España, p. 10.
[8] Sin ánimo de exhaustividad, merecen ser citados en este particular los trabajos de José María LÓPEZ PIÑERO, La introducción de la ciencia moderna en España, Barcelona, Ariel, 1996, p. 392; José María LÓPEZ PIÑERO (dir.) La actividad científica valenciana de la Ilustración, 2 vols, Valencia, Diputación, 1998; Id., «Los jesuitas y la renovación científica en la España del siglo XVII», Studia Histórica, Hª Moderna, 16 (1996), pp. 15-43; François LÓPEZ, «Los novatores en la Europa de los sabios», Studia Histórica, H.ª Moderna, 14 (1996), pp. 95-111; Jesús PÉREZ MAGALLÓN, Construyendo la modernidad: la cultura española en el tiempo de los novatores (1675-1725), Madrid, CSIC, 2002; Id., «Modernidades divergentes: la cultura de los novatores», en Pablo FERNÁNDEZ ALBADALEJO (ed), Fénix de España. Modernidad y cultura propia en la España del siglo XVIII (1737-1766). Actas del Congreso Internacional celebrado en Madrid, noviembre 2004. Homenaje a Antonio Mestre Sanchis, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 43-71.
[9] Como ha señalado nuestro admirado Antonio Mestre, esta crisis no solo fue un cambio de personas en las instancias gubernamentales sino un profundo cambio con implicaciones sociológicas y religiosas, pues, se abrieron las pugnas por el control de las directrices gubernamentales. Asimismo, la caída de Rávago supuso para la Compañía de Jesús una gran pérdida de poder, pues, desde la llegada de los Borbones a España había sido un jesuita siempre el confesor, además, considerado como un ministro de asuntos eclesiásticos con amplios poderes en aspectos culturales.
[10] Antonio MESTRE SANCHIS, «Ilustración y Cultura», en Isabel ENCISO ALONSO-MUÑUMER (coord.), Carlos III y su época. La monarquía ilustrada, Barcelona, Carroggio, 2003, pp. 345.
[11] Id., «Un grupo de valencianos en la corte de Carlos III», Estudis (1975), núm. 4, pp. 213-230. En 1978, incluido en El mundo de Mayans, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, pp. 15-241.
[12] Justo Pastor FUSTER y TARONCHER, Biblioteca Valenciana, Valencia, J. Ximeno, 1827-1830 (reedición facsímil, Librerías París-Valencia, 1980), vol. 1 p. 257.
[13] Nicolás BAS MARTIN, El cosmógrafo e historiador Juan Bautista Muñoz (1745-1799), Valencia, Universidad de Valencia, 2002.
[14] Ibid., p. 243.
[15] Antonio MESTRE SANCHIS, «Cavanilles entre la Ilustración y la política», en Influjo europeo y herencia hispánica. Mayans y la Ilustración valenciana, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1987, pp. 433-469; Id., «Cavanilles y los ilustrados valencianos», Cuadernos de Geografía (1997), núm. 62, pp. 205-222; [reeditado] Ib., «Cavanilles y los ilustrados valencianos», en Antonio José Cavanilles (1745-1804). Segundo centenario de la muerte de un gran botánico, Valencia, Real Sociedad Económica Amigos del País, 2004, pp. 147-168.
[16] Ya suponía en 1983, cuando redacté mi artículo, Cavanilles entre la Ilustración y la política, que unos de los valencianos del grupo de Bayer, había aconsejado al duque confiase la educación de sus hijos al futuro botánico. Hoy puedo confirmar que fue Blasco quien recomendó a Cavanilles, como confesó personalmente […] La vinculación de Cavanilles con el grupo valenciano en la Corte, dirigido y controlado por Bayer, no admite dudas, y si alguien las tuviere, la correspondencia del botánico durante los primeros años en París las elimina, Antonio MESTRE SANCHIS, Apología y crítica de España en el siglo XVIII, Madrid, Marcial Pons, 2003, p. 215.
[17] Alejandro CIORANESCU, Cavanilles cartas a José Viera y Clavijo, Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultura de Tenerife, 1981; Carlos ORTIZ DE ZÁRATE, «La recepción de la Ilustración francesa en Canarias a través de la correspondencia mantenida por Cavanilles y Viera y Clavijo», en Jean-René AYMES (ed.) L’image de la France en Espagne pendant la seconde moitié du XVIIIe siècle, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert-Presses de la Sorbonne Nouvelle, Paris, 1996, pp. 225-240.
[18] Justo Pastor FUSTER y TARONCHER, Biblioteca Valenciana, Valencia, J. Ximeno, 1827-1830 (reedición facsímil, Librerías París-Valencia, 1980), vol.1 p. 257.
[19] Nicolás BAS MARTÍN, «A.J. Cavanilles en París (1777-1779): Un embajador cultural en la Europa del siglo XVIII», Cuadernos de Geografía (1997), núm. 62, p. 225.
[20] Joan MATEU BELLÉS, «Antonio José Cavanilles, botánico del Despotismo Ilustrado», en E. Callado Estela (coord.), Valencianos en la Historia de la Iglesia, III, Valencia, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, 2009, p. 246.
[21] Joan MATEU BELLÉS, Personajes del Milenio en la Comunidad Valenciana: Antonio José Cavanilles, Valencia, Federico Domenech, 2002, p. 6.
[22] Antonio MESTRE SANCHIS, Influjo europeo y herencia hispánica. Mayans y la Ilustración valenciana, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1987, pp. 442-444.
[23] A. MESTRE SANCHIS, Apología y crítica de España en el siglo XVIII, Madrid, Marcial Pons, 2003, p. 216.
[24] Nicolás BAS MARTÍN, El correo de la Ilustración. Libros y lecturas en la correspondencia entre Cavanilles y el libro parisino Fournier (1790-1802), Madrid, Ollero y Ramos, 2013, p. 61.
[25] Nicolás BAS MARTÍN, «A.J. Cavanilles en París (1777-1779): Un embajador cultural en la Europa del siglo XVIII», Cuadernos de Geografía (1997), núm. 62, p. 230.
[26] Joan MATEU BELLÉS, «Antonio José Cavanilles, botánico del Despotismo Ilustrado», en E. CALLADO ESTELA (coord.), Valencianos en la Historia de la Iglesia, III, Valencia, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, 2009, p. 251.
[27] Nicolás BAS MARTÍN, Nicolás, «A.J. Cavanilles en París (1777-1779): Un embajador cultural en la Europa del siglo XVIII», en Cuadernos de Geografía (1997), núm. 62, p. 231.
[28] Ib., “Libros, lectura y noticias culturales en la correspondencia entre el rector Blasco y Cavanilles», en Ciencia y Academia. IX Congreso Internacional de las Universidades Hispánicas Valencia, (septiembre 2005), vol. II, Valencia, Universidad de Valencia, 2007, p. 151.
[29] Carmen GARCÍA MONERRIS, «Las Observaciones de Cavanilles en tiempos de política», en Cuadernos de Geografía (1997), núm. 62, pp. 676-679.
[30] Nicolás BAS MARTÍN, «Libros, lectura y noticias culturales en la correspondencia entre el rector Blasco y Cavanilles», en Ciencia y Academia. IX Congreso Internacional de las Universidades Hispánicas (Valencia, septiembre 2005), vol. II, Valencia, Universidad de Valencia, 2007, p. 45.
[31] Joan MATEU BELLÉS, Personajes del Milenio en la Comunidad Valenciana: Antonio José Cavanilles, Valencia, Federico Domenech, 2002, p. 14.
[32] Ib., Personajes del Milenio en la Comunidad Valenciana: Antonio José Cavanilles, Valencia, Federico Domenech, 2002, p. 9.
[33] Nicolás BAS MARTIN y María Luz LÓPEZ TERRADA, «Una aproximación a la biblioteca del botánico valenciano Antonio José Cavanilles (1745-1804)», en Antonio José Cavanilles (1745-1804). Segundo centenario de la muerte de un gran botánico, Valencia, Real Sociedad Económica Amigos del País, 2004, pp. 201-313.
[34] Justo Pastor FUSTER y TARONCHER, Biblioteca Valenciana, Valencia, J. Ximeno, 1827-1830 (reedición facsímil, Librerías París-Valencia, 1980), vol.1 p. 257.
[35] Gómez Ortega le había negado el acceso a los materiales del Jardín a su llegada a Madrid. La intervención del conde de Floridablanca resolvió el acceso a los herbarios de la Real Expedición Botánica de Nueva España. Posteriormente, en 1803, con el establecimiento de la obligatoriedad de estudiar Botánica en Madrid con Cavanilles para el acceso a las cátedras vacantes, se acentuaron las reticencias de algunas universidades y la hostilidad del círculo de Gómez Ortega (Lorente, Juan y Poveda, etc.).
[36] Joan MATEU BELLÉS, Personajes del Milenio en la Comunidad Valenciana: Antonio José Cavanilles, Valencia, Federico Domenech, 2002, p. 10.
[37] Ib., p. 15.
[38] María LLum JUAN LIERN, El rector Vicente Blasco García (1735-1813). Entre la Ilustración y el Liberalismo, Valencia, Alfons el Magnànim, 2018.
[39] Justo Pastor FUSTER y TARONCHER, Biblioteca Valenciana, Valencia, J. Ximeno, 1827-1830 (reedición facsímil, Librerías París-Valencia, 1980), vol.1 p. 257.
[40] María LLum JUAN LIERN, «Gregorio Mayans y Vicente Blasco, dos generaciones de ilustrados valencianos y una misma preocupación cultural y religiosa: las poesías de fray Luis de León (1761)», CESXVIII, 28 (2018), pp. 95-113.
[41] Id., «Llaurar per al futur. Reflexions sobre l’arxiu de l’Orde de Montesa i el seu butllari en la segona meitat del segle XVIII», en Y. GIL, E. ALBA, E. GUINOT (eds.), La Orden de Montesa y San Jorge de Alfama: Arquitecturas, imágenes y textos (ss. XIV-XIX ), València, 2019, pp. 363-385.
[42] Plan de estudios aprobado por S.M. y mandado observar en la Universidad de Valencia, Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1984; Salvador ALBIÑANA HUERTA, Universidad e Ilustración. Valencia en la época de Carlos III, Valencia, IVEI, 1988; Antonio MESTRE SANCHIS, «El Plan Blasco visto por Juan Antonio Mayans», Aulas y Saberes. VI Congreso Internacional de Historia de las Universidades Hispánicas (Valencia, diciembre 1999), vol. II, València, 2003, pp. 221-233; Maria LLum JUAN LIERN, «El rector Vicente Blasco y el P. Benito Feliu de San Pedro en la cultura valenciana del Setecientos: la reforma universitaria», Archivum Scholarum Piarum, 78 (2015), pp. 83-107.
[43] Nicolas BAS MARTÍ, «El Gran Tour de Cavanilles en el París del siglo XVIII», Débats (2004), núm. 85, p. 109.
[44] Joan MATEU BELLÉS, «Antonio José Cavanilles, botánico del Despotismo Ilustrado», en E. CALLADO ESTELA (coord.), Valencianos en la Historia de la Iglesia, III, Valencia, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, 2009, p. 243.
[45] María Pilar SAN PIÓ ALADRÉN, María Pilar y Paloma COLLAR DEL CASTILLO, «El Archivo de A.J. Cavanilles en el Real Jardín Botánico», Asclepio, Revista de Historia de la Medicina y la Ciencia (1995), vol. XLVII, fascículo 1, pp. 217-242; María Llum JUAN LIERN, El rector Vicente Blasco García (1735-1813). Entre la Ilustración y el Liberalismo, Valencia, Alfons el Magnànim, 2018, pp. 129-240.
Resumen
La vida y obra del valenciano botánico Antonio J. Cavanilles (1745-1804), cuya biografía nos sirve de referente de la Ilustración plena, está inserta en el círculo de valencianos, los turianos, que se establecieron en la Corte y fueron instrumentos culturales del programa reformista borbónico de la segunda mitad del siglo XVIII.
Résumé
La vie et l'œuvre du botaniste valencien Antonio J. Cavanilles (1745-1804), dont la biographie sert de référence pour le siècle ‘plein’ des Lumières, s’insère dans le cercle des Valenciens, les Turianos, qui s’installèrent à la Cour et furent des instruments culturels du programme réformiste Bourbonien de la seconde moitié du XVIIIe siècle.
La España cultural dieciochesca y su modernidad
Cavanilles, un ilustrado valenciano y cosmopolita
Cavanilles y el rector Blasco: magisterio y relación epistolar
Maria Llum JUAN LIERN
Universitat de València
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