La vida de Mariana Eva Pérez está marcada desde el principio por el terrorismo de Estado: su padre, su madre embarazada de su hermano, y ella misma, entonces una niña de pocos meses, son secuestrados por los oficiales de la ESMA (la Escuela de Mecánica de la Armada)1. Aunque posteriormente es devuelta a su familia paterna, nunca volverá a ver a sus padres y nunca sabrá realmente lo que les sucedió en los sótanos de la ESMA. En cuanto a su hermano, nacido en cautiverio, será “apropiado” por una familia de oficiales, y ella no lo encontrará hasta veintidós años más tarde. La identidad de Mariana Eva Pérez está, por lo tanto, irrevocablemente ligada a la violencia de la dictadura militar argentina y del terrorismo de Estado. Este drama eminentemente personal es también nacional, ya que en total más de treinta mil personas “desaparecieron” durante la dictadura de 1976 a 1983. La desaparición forzada es lo que Gabriel Gatti –un sociólogo uruguayo hijo de desaparecidos– llama una “catástrofe”, ya que induce un colapso mayor y duradero del sentido2. El sociólogo uruguayo habla en particular de una “catástrofe de la identidad”:
La desaparición forzada de personas devastó el sentido que otorgamos a la identidad al desgarrar los maridajes tenidos por nosotros, modernos, por irrompibles. Desgarró lo que interpretamos que es la unidad ontológica del ser humano, la unión estable de un cuerpo con un nombre. Desgarró los vínculos de un sujeto con su historia: lo que nos une a un linaje, a una herencia, a una familia, a una línea de filiación que nos prolonga hacia atrás y hacia delante3.
A primera vista, Mariana Eva Pérez parece haber escapado a este “desgarramiento”: su cuerpo no ha desaparecido junto con el de sus padres y su identidad tampoco ha sido robada como la de su hermano. Sin embargo, ante la catástrofe de la desaparición, nada está a salvo, y menos aún la identidad de quien queda. En Diario de una princesa montonera, autoficción en forma de diario íntimo, Mariana Eva Pérez revela un “yo” que aún sufre las consecuencias de la violencia. Las lagunas de su identidad son tantos impactos dejados por el terrorismo de Estado. Pero entonces, frente a la catástrofe de la identidad, ¿cómo construir su “yo”, ¿cómo “hacer identidad”?
En una entrevista televisiva de 1979, el dictador Jorge Rafael Videla declaró sobre los desaparecidos: “Le diré que frente al desaparecido en tanto ente como tal, es una incógnita, mientras sea desaparecido no puede tener tratamiento especial, porque no tiene identidad. No está muerto ni vivo... está desaparecido”4. La dictadura, al hacer desaparecer a sus opositores, intentó aniquilar su identidad y, por ende, su existencia entera. ¿Qué queda de los padres de Mariana Eva Pérez, desaparecidos cuando no tenían ni siquiera treinta años? Pocas cosas tangibles: la desaparición cumple una mecánica fatal de eliminación del ser. Sobre su padre, escribe: “No tengo fotos donde esté más grande. No tengo fotos a color. No tengo fotos de cuerpo entero”5. La triple negación acentúa y revela la falta, la ausencia. Para salvar a sus padres de una aniquilación total, para salvar su memoria de la desaparición, a Mariana Eva Pérez no le queda más que trabajar con lo que queda: “[…] residuos del nombre, residuos del tiempo, residuos del espacio del sujeto fragmentado por la desaparición forzada”6. En Diario de una princesa montonera, intenta llenar los vacíos de su historia familiar y reconstruir la imagen de sus padres, especialmente a través de un trabajo de recopilación de archivos y la recolección de diferentes testimonios de los amigos y compañeros de sus padres y de los miembros de su familia. La autora junta los fragmentos salvados de la desaparición, los fragmentos de la memoria, e intenta unir todo lo que le fue arrebatado. El desafío es “[…] la recuperación de una memoria que es indiscernible de la identidad, o de una idea de identidad”7. De la misma manera que otros hijos e hijas de desaparecidos como Ángela Urondo Raboy en ¿Quién te creés que sos?, Mariana Eva Pérez “despliega en su escritura una serie de procedimientos que le permiten ir uniendo los fragmentos de su historia hasta afirmarse en esa identidad que le fue sustraída y que trabajosamente recupera”8. En su diario, busca recuperar y reafirmar su identidad inscribiéndola en el corazón de una memoria familiar. Diario de una princesa montonera responde entonces a una doble necesidad: reconstruir la identidad de sus padres mientras construye la suya.
Mariana Eva Pérez creció siendo consciente de ser una “huérfana”, una “hija de desaparecidos”. Testifica muy joven en diferentes organismos de derechos humanos, siguiendo el modelo de sus abuelas que la criaron. Su abuela Rosa Roisinblit es, por ejemplo, la vicepresidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo. Aún hoy, treinta y tres años después del fin de la dictadura, y cuarenta años después de la desaparición de sus padres, los desaparecidos siguen atormentando su vida cotidiana, de día y de noche - como lo demuestran sus numerosos sueños en los que la figura fantasmal de sus padres reaparece. Parece difícil, incluso imposible, escapar a esta presencia-ausencia que actúa como un agujero negro: “La figura del desaparecido se chupa todo”9, testifica Mariana Eva Pérez. Los desaparecidos son “entidades incómodas […] para construir identidad en torno a ellas”10. Los testimonios de los diferentes hijos e hijas de desaparecidos muestran un vínculo indeleble entre su identidad y la de sus padres. Se construyen desde ellos, hablan desde ellos: “Constituyen mi lugar de enunciación. Me conforman”11. La denominación misma de “hijos de desaparecidos” vincula irremediablemente su identidad a la desaparición de sus padres. Así, sus padres parecen constituir tanto su pasado como su presente. Gabriel Gatti lo expresa muy bien al escribir sobre su familia desaparecida: “Son mi pasado, también mi presente. Siempre están siendo desaparecidos”12. El uso del presente progresivo, resaltado por el recurso a la cursiva, revela ese tiempo eterno en el que parecen condenados a errar los desaparecidos... y sus hijos. Mariana Eva Pérez escribe:
Crecieron
las princesas.
Son mayores
que Andreíta, que Annie, que Rose, que sus madres.
Son mayores que Antígona y que Hamlet seguro.
Sobrevivieron.
Ya se tiñen el pelo y se ponen cremas.
Y siguen siendo princesitas huérfanas
de la revolución y la derrota
en el exilio eterno de la infancia13.
En esta estrofa en verso libre, se nota una oposición temporal: los primeros versos están escritos en pretérito mientras que los últimos versos están escritos en presente progresivo. Este presente progresivo parece anular todo futuro posible. Así, la estrofa encierra a las princesas en un bucle de un presente continuo, en la eternidad de la infancia: aunque las hijas hayan crecido, siguen siendo princesas huérfanas. Como los héroes desdichados de las tragedias –Mariana Eva Pérez cita a Antígona y Hamlet– los hijos parecen estar condenados de antemano por el fatum. Aunque hayan sobrevivido, no pueden escapar a la marca que el fatum ha puesto sobre ellos. “Como los héroes de las viejas tragedias, todos [los hijos] se muestran prisioneros de un guion que asumen, de un destino”14, escribe acertadamente Gabriel Gatti.
Para construir una identidad propia, Mariana Eva Pérez va a intentar distanciarse de la tristemente famosa etiqueta de “hija de desaparecidos”, que según su fórmula irónica la convierte en una “huérfana superstar”15. Va a romper con algunas organizaciones de derechos humanos y dejar el militantismo en un segundo plano. Declara: “Para mí, una cierta manera de llevar adelante una militancia de Derechos Humanos terminó siendo nociva, porque terminó ahogando mi subjetividad”16. El “militontismo” como lo llama irónicamente provoca “la anulación del sujeto”17. Ser una “hija” militante encierra el “yo” en una identidad fija y anonimizante:
Las princesas guerrilleras nos llamamos todas igual: Victoria, Clarisa, María, Eva, María Eva. […]
Se pueden lanzar sus nombres al aire y que caigan en cualquier lado.
María será Clarisa
Clarisa será Paula
Paula será Eva
Eva será Victoria18.
La anadiplosis de los diferentes nombres resalta la intercambiabilidad de los hijos: su alteridad, su singularidad no es reconocida. El cambio sucesivo de un nombre por otro anula al mismo tiempo la identidad propia de cada hija, en favor de una igualdad que los anonimiza. Mariana Eva Pérez va así a rechazar su identidad de “hija”, tal como es concebida por las organizaciones de derechos humanos. Este rechazo, por supuesto, no es completo: “tampoco iba a negar mi historia, soy hija de desaparecidos”19. Si busca escribir su “yo”, un “yo” profundamente ligado a la pérdida de sus padres, un “yo” que se ha construido sobre esta pérdida, se niega a ser definida exclusivamente como “hija de desaparecidos”. Gabriel Gatti, apoyándose en las palabras de una psicoanalista, ilustra bien este riesgo:
Sujetos arrasados, atrapados en sus respectivos agujeros, que “quedan pegados a eso” (E7), agarrados por “un nombre que tiene que ver con este hecho en su vida” [...], como si ese hecho de su vida fuera todo lo que constituye su personalidad, su identidad, su historia, su existencia, su ser, sobre todo la consistencia de su ser (E5)20.
El desafío para Mariana Eva Pérez es entonces extraerse de una identidad que la encierra. Si Diario de una princesa montonera cuenta la lucha de Mariana Eva Pérez por reconstruir la memoria de sus padres, el diario cuenta también otra lucha: la de la autora por no ver su identidad limitada a ser una “hija de desaparecidos”. La escritura, herramienta de búsqueda ontológica, se vuelve un medio para recuperar una subjetividad, una singularidad, y construir un “yo” propio.
Para saber quién es, Mariana Eva Pérez recurrirá, casi paradójicamente, a la autoficción. A pesar del subtítulo de Diario de una princesa montonera, proclamando irónicamente un “110 % verdad” exagerado, la autora nos advierte desde las primeras páginas que en realidad se trata de una ficción: “En Almagro es verano y hay mosquitos —y si esto fuera un testimonio también habría cucarachas, pero es ficción—”21. Mariana Eva Pérez establece así un juego con el lector, divirtiéndose al desorientarlo y haciéndole perder sus puntos de referencia. No estamos ante un testimonio autobiográfico en el sentido estricto del término. Al contrario, Mariana Eva Pérez rechaza el carácter testimonial de su relato, desacreditándolo irónicamente: “el deber testimonial me llama. Primo Levi, ¡allá vamos!”22. Su vida y su voz ya han sido objeto de tantos testimonios que no quiere que su diario sea uno más: “soy yo que no tolero otro testimonio más”23. La definición del pacto autobiográfico establecida por Philippe Lejeune no se respeta: el contrato que asegura la verdad de los hechos contados no se cumple y no hay una equivalencia estricta entre el “yo” del relato y la instancia autorial. Se asiste a un desdoblamiento del personaje: el “yo” comparte la narración con una “princesa montonera”, que responde al nombre de M*: “M* es mi nombre.” Se nota una alternancia de los pronombres personales: si bien la mayor parte del tiempo emplea la primera persona del singular, como se espera al leer un diario íntimo, en numerosas ocasiones utiliza también la tercera persona del singular para hablar de sí misma. Así, Diario de una princesa montonera se asimila a una autoficción. Mariana Eva Pérez se reinventa en un alter ego que es el de la “princesa montonera”. En este título de “princesa montonera”, hay una tensión oxímorica entre dos términos que, al vincularse, reúnen tanto el imaginario de los cuentos de hadas como la realidad del militantismo durante la dictadura argentina. Se percibe, por lo tanto, un conflicto o más bien una tensión, en la identidad de Mariana Eva Pérez. En primer lugar, este alter ego de “princesa” la vincula a toda una isotopía del cuento de hadas: se trata de la historia de una “Princesa de la Historia”24 que vive en un “castillo”25 dentro del “Reino del testimonio”26. Se describe como “Rapunzel desterrada de la torre” sin “ningún príncipe a la vista”27. El cuento de hadas, género literario por antonomasia de la infancia, le permite así reconectar con la inocencia de una niñez que le fue arrebatada. Sin embargo, ya se perfila lo trágico del género: las princesas de cuentos de hadas a menudo han perdido a sus padres en circunstancias trágicas, o, en el caso de Rapunzel, la niña es arrebatada a sus padres. En este sentido, la parte oscura de los cuentos de hadas se vincula con la segunda componente del alter ego de «princesa montonera», que la conecta con la realidad militante bajo la dictadura argentina. A la isotopía de los cuentos de hadas se mezcla así el del militantismo y de la guerrilla. Cuando era más joven, las primeras lecturas de Mariana Eva Pérez, lejos de los cuentos de hadas, la devolvieron al horror de la guerra y de la tortura:
En el medio de un capítulo sin título, por sorpresa, a traición, secuestrarían a Patricia J* R*. Y un par de páginas después, a ella, hasta el momento, no la habían torturado físicamente. Su marido sí había sido brutalmente torturado durante días, con picana, golpes, pentotal, colgado28.
Así, la tensión dual de su identidad revela la fragmentación de un “yo” que intenta reconstruirse después del trauma de una infancia arrebatada.
Ya lo hemos dicho, la desaparición forzada ha trastornado completamente la concepción de la identidad, tanto para los desaparecidos como para sus hijos. La catástrofe de la identidad ha provocado, según Gatti, el fin de la unidad y de la estabilidad que se otorgaban a la identidad moderna:
Tanto dolor [provoca] que es imposible pensar que la identidad, eso que nosotros, modernos, definimos como algo equilibrado, esférico, rotundo, coherente y redondo, la identidad digo, pueda realizarse en esas condiciones, que la contravienen tanto que la imposibilitan29.
Por lo tanto, hay que repensar la identidad… y para Mariana Eva Pérez, esto va a empezar primero con un blog. En efecto, antes de ser un libro, Diario de una princesa montonera nace en forma de blog en 2009. Este soporte cambiante corresponde a la identidad cambiante de Mariana Eva Pérez. La fragmentación del blog se ajusta a un “yo” fractal. La página en blanco del blog (pero también del libro) es el espacio terriblemente pero también afortunadamente vacío donde Mariana Eva Pérez puede reinventarse libremente. La autora se crea diferentes alter egos, simulacros de sí misma: la “esmóloga más joven”, “ex huérfana superstar”, “militonta veinteañera”30. Paradójicamente, sus identidades ficticias y paródicas parecen llevar una verdad quizás más justa, más exacta que un “yo” que pretendiera ser la copia exacta de su autora. “Creo que la intencionalidad política, más que estética, del productor de una autoficción es emitir una verdad desde un lugar inesperado —la ficción”31. Si la autoficción le ofrece personajes detrás de los cuales puede esconderse —recordemos que el origen etimológico de “personaje” es persona, “máscara”—, al mismo tiempo son tantos espejos en los que se mira, pero también se deja mirar. Así, las diferentes máscaras que Mariana Eva Pérez lleva, lejos de ocultar su «yo», lo revelan. “La autoficción es un espacio de desvelamiento y enmascaramiento del yo enunciador”32. Además, en la autoficción, la frontera entre realidad y ficción se vuelve porosa, permitiendo a la autora reinventarse sin límites. “De esta manera, la literatura se convierte en la arena de experimentación de nuevas formas de subjetividad”33. La autoficción permite a Mariana Eva Pérez desplegar en la escritura “una subjetividad múltiple y desplegada”34, a diferencia de la anulación de su subjetividad que provocaba el activismo. Así, la escritura de sí misma y, en particular, la autoficción, permiten a Mariana Eva Pérez reconstruir una “identidad fragmentada” por el pasado dictatorial argentino. La forma fragmentada del diario le ofrece una espontaneidad y una sinceridad que le permite acercarse mejor a su “yo”, puesto que como escribe Ricardo Ripoll: “Cada fragmento es una isla y constituye el archipiélago de un deseo: el de la revelación de una identidad oculta bajo la dispersión de los escombros”35.
Ante estas identidades fragmentadas y reinventadas se esconde una voluntad de “hacer identidad” desde el trauma. Mariana Eva Pérez cita en su diario estas frases extraídas de El lenguaje de las víctimas de Gabriel Gatti:
Hacer identidad desde un lugar agreste, incómodo, sabiendo que la identidad que se construye ahí no puede renunciar a esas marcas; que el trauma que acunó, acuña; pero que, por raro que sea, es un lugar vivible, pensable, creativo incluso. Que el vacío que la catástrofe de la desaparición forzada de personas produce es habitable y narrable. Y a veces agradable36.
A través de las palabras del sociólogo, Mariana Eva Pérez nos confía su proyecto de escritura: se trata de reconstruir su “yo” desde el trauma y gracias a la escritura. El “yo” puede así habitar la catástrofe y convertirla en un lugar “vivible”, incluso “agradable”. Pero esta tarea está lejos de ser fácil, y la autora se cuestiona:
¿Con qué nuevas palabras? ¿Cómo extraerme la prosa institucional que se me hizo carne cuando escribía la propaganda que el Nene me pedía y no me dejaba firmar? ¿Podrá la joven princesa montonera torcer su destino de militonta y devenir Escritora?37
Estas preguntas condensan la búsqueda identitaria y literaria de Mariana Eva Pérez. Diario de una princesa montonera representa su lucha por encontrar su propia voz y así convertirse en “Escritora”. La mayúscula que le otorga a este sustantivo revela tanto la importancia de esta palabra como su carácter identitario. El discurso fijo de la militancia –que ella renombra “militontismo”– no le permitía encontrar su propia voz y, al contrario, intentaba regular su manera de hablar del pasado. Quiere extraerse de “la prosa institucional que se [le] hizo carne”. Finalmente, es el humor lo que le permite encontrar nuevas palabras, un nuevo lenguaje – y a través de ellos, una identidad propia. Así, Mariana Eva Pérez desarrolla todo un ethos humorístico. Retoma términos clave del discurso oficial, pero los transforma y los desacraliza: por ejemplo, el tema de la desaparición forzada se ve reducido por el diminutivo “-ita”: la autora habla del “temita”. De “hija de desaparecidos”, ya no es más que “hiji”, minimizando la carga de una identidad tan pesada. Mariana Eva Pérez busca así liberarse de lo que ella llama el “nosotros gremial”:
Lo peor de los planteos que me arrancan ese nosotros gremial, ese nosotros las víctimas, por si no quedó claro, es el daño irreversible que le hacen a mi prosa, las frases prefabricadas que se derraman sobre lo que intento escribir y un tonito entre doliente y quejoso, reivindicativo38.
Diario de una princesa montonera es así un intento de escribir sobre el “temita” de otra manera y de “hacer identidad” desde la misma catástrofe, sin recurrir exclusivamente al llanto. Así, a la pregunta: “¿Podrá la joven princesa montonera torcer su destino de militonta y devenir Escritora?”39, la respuesta parece ser positiva. Mariana Eva Pérez ha logrado construir su casa, –metáfora de la estabilidad identitaria por antonomasia– en la escritura: “el Diario de una princesa montonera, mi casa de palabras”40. Además, como lo muestra Jordana Blejmar, “no es el [libro] de una hija de padres desaparecidos que quiere convertirse en escritora, sino más bien el [libro] de una escritora que también es hija de padres desaparecidos”41. Así, Mariana Eva Pérez parece asumir una identidad propia, haber logrado “hacer identidad”, primero a través de la reinvención de su “yo” en la “princesa montonera” u otros alter egos, luego gracias a la construcción de un ethos humorístico, y finalmente, en tanto que escritora.
[1] Lugar de tortura durante la dictatura argentina.
[2] “La catástrofe es una dinámica que produce desmantelamiento sin armar otra lógica equivalente”, Ignacio LEWKOWICZ, Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez, Paidós, Buenos Aires, 2004, p. 154, en Gabriel GATTI, Identidades desaparecidas - Peleas por el sentido en los mundos de la desaparición forzada, Ciudad de Buenos Aires, Prometeo libros, 2011, p. 37-38.
[3] G. GATTI, op. cit., p. 85.
[4] Jorge Rafael VIDELA, entrevista televisiva, 1979.
[5] Mariana Eva PÉREZ, Diario de una princesa montonera, Barcelona, Marbot Ediciones, 2016, p. 132.
[6] G. GATTI, op. cit., p. 110.
[7] Patricio PRON, “Prologue”, en M. E. PÉREZ, op. cit., p. 8.
[8] Fátima MONZÓN, “Reapropiaciones lúdicas del lenguaje perteneciente al campo semántico del terrorismo de Estado en Diario de una princesa montonera de Mariana Eva Pérez y ¿Quién te creés que sos? de Ángela Urondo Raboy”, Revista de culturas y literaturas comparadas, 7, 2017.
[9] Mariana Eva PÉREZ, en: Dalia BER, “La autoficción de una Princesa Montonera como forma de reconstrucción de la identidad”, Almagro revista, 2018 | septiembre 2023, URL: https://www.almagrorevista.com.ar/la-autoficcion-una-princesa-montonera-forma-reconstruccion-la-identidad.
[10] G. GATTI, op. cit., p. 18.
[11] Ibid., p. 18.
[12] Ibid., p. 18.
[13] M. E. PÉREZ, op. cit., p. 20.
[14] G. GATTI, op. cit., p. 208.
[15] M. E. PÉREZ, op. cit., p. 139.
[16] Marcela MAZZEI, Ivana SOTO, “Ficciones de una princesa montonera”, Revista Ñ, 2012 | septiembre 2023, URL: http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Mariana-Eva-Perez-Diario-princesa-montonera_0_690531149.html.
[17] Rogelio DEMARCHI, “Hijismo y alienación”, Crítica, 2012 | septiembre 2023, URL: https://critica.cl/literatura/hijismo-y-alienacion.
[18] M. E. PÉREZ, op. cit., p. 19.
[19] Osvaldo AGUIRRE, “La historia en clave de genero menor. En Diario de una Princesa Montonera, Mariana Eva Pérez sorprendió por su forma de tratar los temas de la memoria”, Colectivo ex-presos politicos y sobrevivientes, 2012 | septiembre 2023, URL: http://colectivoepprosario.blogspot.com/2012/10/la-historia-en-clave-de-genero-menor-en.html.
[20] G. GATTI, op. cit., p. 118.
[21] M. E. PÉREZ, op. cit., p. 19.
[22] Ibid. p. 12.
[23] Ibid. p. 127.
[24] Ibid. p. 63.
[25] Ibid. p. 9.
[26] Ibid. p. 88.
[27] Ibid. p. 144.
[28] Ibid. p. 166.
[29] G. GATTI, op. cit., p. 176.
[30] M. E. PÉREZ, op. cit., p. 34.
[31] R. DEMARCHI, op. cit.
[32] Flavio FIORANI, “Buscar la palabra: el Diario de Mariana Eva Pérez”, Eva e le Altre, 2020, p. 463-479.
[33] Leonor ARFUCH, El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea, Buenos Aires, FCE, 2002.
[34] Adriana IMPERATORE, “De la autobiografía y el testimonio a la ficción: transformaciones en las formas de narrar las violencias de Estado y sus herencias”, La literatura y el arte: experiencia estética, ética y política, Bahía Blanca, 2015.
[35] “Chaque fragment est une île et constitue l’archipel d’un désir : celui de la révélation d’une identité cachée sous la dispersion des débris”, trad. pers. Ricardo RIPOLL, “Introduction”, en L’écriture fragmentaire : Théories et pratiques, Perpignan, Presses universitaires de Perpignan, 2002.
[36] Gabriel GATTI, “El lenguaje de las víctimas: silencios (ruidosos) y parodias (serias) para hablar (sin hacerlo) de la desaparición forzada de personas”, Universitas humanística, 72, 2011. Citado en: M. E. PÉREZ, op. cit., p. 145.
[37] Ibid. p. 43.
[38] Ibid. p. 183.
[39] Ibid. p. 43.
[40] Ibid. p. 164.
[41] “hers is not the blog of a daughter of disappeared parents who wants to become a writer but rather the blog of a writer who is also a daughter of disappeared parents”, trad. pers. Jordana BLEJMAR, Playful Memories: The Autofictional Turn in Post-Dictatorship Argentina, “Self-Fictionalization, Parody and Testimony in Diario de una princesa montonera”, Londres, Palgrave Macmillan, 2016.
En Diario de una princesa montonera, Mariana Eva Pérez cuenta su lucha diaria por reconstruir la memoria de sus padres, desaparecidos durante la dictadura militar argentina. Pero si su diario narra un proceso de reconstrucción del pasado, también narra un proceso de construcción identitaria. En efecto, el diario de Mariana Eva Pérez responde a una necesidad de constituir una identidad, un “yo” propio que no esté definido únicamente por su condición de hija de desaparecidos. La escritura diarista y autoficticia se convierte así en una herramienta de búsqueda ontológica, permitiendo a la autora “hacer identidad”.
Résumé
Dans Diario de una princesa montonera, Mariana Eva Pérez raconte sa lutte quotidienne pour reconstituer la mémoire de ses parents, disparus durant la dictature militaire argentine. Mais si son journal narre un processus de reconstruction du passé, il narre également un processus de construction identitaire. En effet, le journal de Mariana Eva Pérez répond à une nécessité de constituer une identité, un « je », qui lui soit propre, et qui ne soit plus que défini par sa condition de « hija de desaparecidos ». L’écriture diariste et autoficionnelle devient ainsi un outil de recherche ontologique, permettant à l’auteure de « hacer identidad ».
Escribir el “yo” después del trauma
Reconstruir el “yo” construyendo la memoria familiar
Una identidad dada: “ser hija de desaparecidos”
Extraerse de una identidad predefinida
Reinventar el “yo” en la autoficción
Cécile TORRENTS
Université Côte d’Azur, LIRCES
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