The past is never dead. It isn´t even past
William Faulkner.
En marzo de 2019, bajo el título Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), vieron la luz los cuadernos donde, durante más de dos décadas, el autor colombiano Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) cultivó, según sus propias palabras, “el extraño vicio de duplicar los sucesos de mi vida escribiendo sobre ellos”1.
En el prólogo Abad Faciolince reproduce una cita de García Márquez recogida en la biografía Gabriel García Márquez: una vida (1988) del crítico británico Gerald Martin: “Todo el mundo tiene tres vidas: la pública, la privada y la secreta”2. Y apostilla: “Estos cuadernos míos contienen poco o nada de mi vida pública, porque ni la tenía; se nutren casi siempre de mi vida privada, y no omiten partes de mi vida secreta”3.
Sin duda, Abad Faciolince enmarca sus diarios no en los denominados “diarios personales externos” (esto es, aquellos que “recogen hechos o acontecimientos de la vida del autor externos a su experiencia íntima, de forma más o menos objetiva”4, como en los diarios de trabajo o los diarios mercantiles) sino en los “diarios personales internos” (es decir, aquellos “que se basan en experiencias que pertenecen a la vida más entrañable y entrañada del narrador”)5. Y ciertamente en sus decenas de cuadernos abundan confesiones, desahogos, soliloquios solipsistas, reflexiones, frases que saltan a la mente..., que confirman que sus diarios son, como sostiene en el prólogo, una “especie de purgatorio de las cosas que me angustiaban”6 a la vez que, “como los diarios de Stendhal, un repaso de mis amores furtivos”7 y, “como las confesiones de San Agustín, de mis pecados y sentimientos de culpa”8.
La literatura es también sin duda parte entrañable de estos diarios. De una parte, dan cabida a múltiples tanteos literarios. Cada cierto tiempo Abad Faciolince coquetea, por ejemplo, con el subgénero del microrrelato. El 19 de agosto de 1996 emborrona:
Una historia: O. V. era feísima. Tanto que su padre le decía cuando ella salía para la iglesia: “Cúbrete bien la cara, hija, con el velo, para que no ofendas a los demás con tu feúra”. O.V. nunca tuvo novio, pero estableció por carta un romance con un héroe de la guerra civil española. Un héroe del bando equivocado, para mí, pero del bando bueno, para su padre muy católico y conservador laureanista. El noviazgo epistolar duró varios años y a pesar de que ella le envió una foto que no ocultaba su falta de encantos, el español (bastante mayor que ella) quiso venir y casarse. Hicieron un matrimonio muy feliz y vivieron en perfecta armonía más de cincuenta años. Él le decía a ella “mi hermosura”, “mi preciosa”, “mi belleza”. Siempre la llamó así. Pero él ya agonizante perdió por una semana la cabeza, y en esa semana les rogaba a sus hijos señalando a O. V.: “hijos, por favor, ¡sacadme esta vieja tan fea del cuarto!”. Durante medio siglo había logrado ver su alma; al enfermar, volvió a ver el cuerpo de su esposa, su cara fea, la que le ocultaban la razón y el amor9.
Asimismo, suele dejar constancia de algunos de sus sueños. Y, es más, de forma ocasional escribe algunas narraciones de carácter abiertamente onírico que están próximas a la tradición literaria del sueño. En una entrada sin fecha de 2000 escribe: “Cada seis o siete meses, en el sueño, recibía una carta de su padre, pero siempre era igual: adentro no había nada; llegaba solamente el sobre vacío”10.
Además, si bien Lo que fue presente está lejos de ser un diario en verso o siquiera un prosimetrum, de vez en cuando se incluye algún que otro poema en verso. En el primero, que se remonta a febrero de 1986, una vergonzosa voz poética escribe:
Cuando terminas de dibujar sobre la página
sin darte cuenta bien
el perfil que quisieras merecerte
temes que tu nariz se les parezca
a una nariz que no te pertenece
o demasiado grande o demasiado recta
y arrugas el papel
para que nadie vea
que por primera vez no te has equivocado11.
En varias ocasiones Abad Faciolince se adentra incluso en el género epistolar. Como cuando en abril de 2002 redacta una misiva que titula “Carta a mi papá” en la que, pese a ser consciente de la unilateralidad comunicativa impuesta por la muerte, se dirige a su padre en los siguientes términos:
A mí me gustaría que estuvieras en el Cielo. O aunque fuera en el Infierno. En alguna parte […]. Pero no. Tú mismo me enseñaste que los hombres nos morimos del todo y para siempre [...]. Sin embargo te escribo. No con la tonta ilusión de que me leas, pues no la tengo, pero sí con la certeza de que te hubiera gustado leer esta carta. Lo sé porque siempre nos gustó escribirnos cartas12.
De otra parte, los diarios de Abad Faciolince también entrañan reflexiones y apuntes en torno a sus proyectos literarios. Y es que, además de constatar el abandono de un sinnúmero de proyectos frustrados, la lectura de los cuadernos nos adentra en la concepción, avatares creativos y entresijos editoriales de las principales obras publicadas por Abad Faciolince entre 1991 y 2006, a saber: Malos pensamientos (1991), Asuntos de un hidalgo disoluto (1994), Tratado de culinaria para mujeres tristes (1996), Fragmentos de amor furtivo (1998), Basura (2000), Oriente empieza en El Cairo (2002), Palabras sueltas (2002), Angosta (2004) y El olvido que seremos (2006).
En particular, este trabajo pretende mostrar cómo, tras el asesinato de su padre (Héctor Abad Gómez, activista por los derechos humanos acribillado por sicarios el 25 agosto de 1987 cuando era precandidato por el Partido Liberal a la alcaldía de Medellín), los diarios de Abad Faciolince reflejan el proceso de gestación y escritura de su obra autoficcional El olvido que seremos, concebida como un “homenaje a la memoria y a la vida de un padre ejemplar”13 y considerada, al menos por el momento, la cima de su trayectoria literaria, acaso tal vez por lograr que “la literatura se convierta en un diario enmascarado”14.
Con ese fin se realizará un minucioso rastreo cronológico de las alusiones y referencias a El olvido que seremos en Lo que fue presente y se compartirán algunas reflexiones sobre la relación entre ambas obras.
En el prólogo a Lo que fue presente Héctor Abad Faciolince confiesa:
En principio este diario fue el resultado de constatar que, aunque quería ser escritor, escribía muy poca ficción y mucho sobre mis obsesiones. Quería dejar escrito, al menos que era incapaz de escribir15.
Pero lo cierto es que, pese a los titubeos y frustraciones iniciales (y algunos ocasionales), sus diarios son una fuente fundamental para comprender su despegue y despliegue como narrador y periodista. Y es que de alguna manera, tal como consigna en su diario en 1991, desde comienzos de la década de los noventa: “Ya voy siendo el que seré”16; pese a que la esperanza y el descreimiento agreguen: “Ojalá. Qué va”17.
Es más, si bien Abad Faciolince considera que la publicación de sus diarios, “hundido como estaba yo en la desesperación del escritor que no escribe, o peor, al que no le gusta lo que escribe”18, fue, en realidad, “una especie de sustituto que me inventé tras el fracaso de una novela”19, la aparición de El amanecer de un marido (2008), Traiciones de la memoria (2009) y La Oculta (2014) certifican que, pese a los momentos de insatisfacción y desaliento, su pluma seguiría viva; así lo atestiguan también la reciente publicación de Salvo mi corazón, todo está bien (2022), la novela en ciernes Con tres dedos se escribe20 y el proyecto de escritura de una obra testimonial sobre la escritora ucraniana Victoria Amelina21, al igual que su incesante labor periodística como columnista en El espectador de Bogotá y colaborador en otros medios.
Héctor Abad Gómez fue asesinado el 25 de agosto de 1987. Tras varias semanas sin escribir en su diario, Héctor hijo rompe el silencio el 4 de octubre. El tono es desgarrado:
Papi, quisiera hablar contigo, quisiera poder creer en el cielo y confiar en que me escuchas. Te hablo aunque ahora seas, de nuevo, “el polvo elemental que nos ignora”22. Te escribo. Te grito que te quiero, que mientras estés vivo defenderé tus ideales de justicia. Que tu recuerdo es mi mayor estímulo23.
Interesa aquí, ante todo, el cierre promisorio de esta entrada, donde Abad Faciolince escribe:
A tu memoria voy a escribir los libros que tú hubieras querido ver publicados con mi nombre. Estudiaré y me aplicaré para hacerlo todo de una manera digna de tu memoria. Haré todo lo posible por ser “alguien” y así, desde allí, poder defenderte, revivirte, representarte. [...] Papá, te amo profundamente. Perdona el tono patético, pero mientras yo esté vivo no dejaré que te mueras24.
Y es que cabe preguntarse si estas líneas son la simiente de El olvido que seremos, cuyo capítulo final reivindica que “los libros son un simulacro de recuerdo, una prótesis para recordar, un intento desesperado por hacer un poco más perdurable lo que es irremediablemente finito”25.
La siguiente alusión quizás se encuentre en la entrada de diario del 25 de agosto de 1988, primer aniversario del asesinato de Abad Gómez, en la que nuevamente el párrafo final parece albergar una mención velada a un proyecto narrativo de Héctor hijo, quien confiesa: “Me permito escribir trivialidades, lugares comunes sobre el amor filial, que contigo se cumplen, son reales, y dejan de ser banales. No soy capaz de ir más allá, por ahora”26.
Las entradas del diario coincidentes con los sucesivos aniversarios del asesinato de Abad Gómez también revelan indicios de la gestación de un proyecto literario. Por ejemplo, el 25 de agosto de 1990 Abad Faciolince, dirigiéndose a su padre en segunda persona, hace referencia a una “búsqueda incesante de mí mismo, de una voz que diga lo que soy y somos”27. A veces está imbuido en la escritura de una novela y solo recuerda la fecha (como sucede en 1991) o apenas escribe (es el caso del aniversario de 1992) o siquiera lo hace (así es de forma discontinua en 1989, 1995 y 1996, y, definitivamente, a partir de 1999). Otras, como en 1993, rememora el asesinato de su padre como “el momento más oscuro”28 de su vida; o, dejando en evidencia su firme creencia en el poder (en esta ocasión, mortífero) de la escritura, apunta: “Otra forma de matarlo: escribo un artículo contra Cuba”29.
No obstante, en 1997, una década después del asesinato, sigue indemne la preocupación por el olvido del padre. Ello es manifiesto cuando haciendo gala de su irreligiosidad Abad Faciolince consigna: “Han pasado diez años en que mi padre no ha vivido en mejor vida, sino en el olvido creciente. Mi obligación es no permitir que lo sigan olvidando”30.
Y, en efecto, la primera referencia explícita a El olvido que seremos (cuando aún no se titulaba así) se halla en la entrada del undécimo aniversario del asesinato de Abad Gómez, donde Héctor hijo confiesa: “Hoy hace once años mataron a mi papá. Tengo el proyecto de escribir algo sobre ‘el día que lo mataron’”31.
Sin embargo, no es hasta más de dos años después, en octubre de 2000, cuando reaparece el tema del libro sobre la muerte de su padre en sus diarios. El proyecto está varado a causa de una etapa vital y un estado anímico poco propicios para la creación. Lejos de estar en proceso, solo se remarca la dificultad del acometimiento del proyecto. Durante una estancia en Boston escribe:
Vivo alerta. Y con un tormento profundo: desde que estoy en Estados Unidos no escribo ni una línea de literatura. Antes mis cuadernos de apuntes se iban llenando de ideas solos, como por encanto, pero ahora estoy como un pozo seco, como un río sin agua […]. Ahora me parece que por dentro estoy vacío y mudo, sin ideas ni sensaciones ni sentimientos ni historias. El proyecto del libro trilingüe me parece imposible; el proyecto del libro sobre mi papá, más difícil todavía. Y todos los viejos proyectos son abortos, basura32.
Sin embargo, en la siguiente entrada del diario (también de finales 2000), se vislumbra la firme voluntad de emprender el proyecto. Abad Faciolince empieza interrogándose sobre el subgénero idóneo:
Si voy a escribir un libro sobre mi papá, ¿debo hacer una novela, escribir una ficción basada en la verdad, o mejor partir del testimonio, de la verdad, para construir una especie de parábola de la realidad? O tal vez mejor simplemente contar, con distancia, lo que pasó33.
Y, aunque muy brevemente, esboza un posible comienzo:
Algo así: Se llamaba como me llamo yo, Héctor Abad.
A las seis de la tarde alguien llamó a decirme que me habían matado. Alguien llamó a averiguar si era cierto que me habían matado. «¿Por qué?» «No, es que acabo de oír en radio que mataron a Héctor Abad.» Yo sentí una sacudida en todo el cuerpo y entendí que habían matado a mi papá34.
Pero dificultades de otros órdenes se interponen entre el escritor y su propósito. “Lo difícil es elaborar en palabras la historia más dura, más elemental y dramática de tu propia vida”35, se confiesa a sí mismo en otra entrada sin fecha, también de otoño de 2000.
A las decisiones creativas y las dificultades personales se suman, además, las aspiraciones literarias. El 5 de febrero de 2001 escribe desde Verona:
Mis sueños como escritor ya se realizaron. Ya he conseguido lo que quería en términos exteriores: tengo lectores, tengo cierto prestigio. Pero no se han realizado mis sueños de hacer una novela que se acerque a algo nuevo, totalmente mío y distinto, demoledor. A esto tengo que dedicar el resto de mis días36.
Parece ser que Basura, que obtuvo el I Premio Casa de América a la Narrativa Americana Innovadora en 2000, no satisfizo los desafíos de Héctor Abad Faciolince como novelista. Acaso tan solo el deseo de la restauración de su reputación, que sentía mancillada después de la publicación de una reseña negativa37 de Fragmentos de amor furtivo en el suplemento Babelia del periódico El País. De hecho, entre la segunda quincena de noviembre y la primera de diciembre de 2000 había escrito: “Con Basura voy a intentar algo más: callarles la boca a quienes destrozaron mis Fragmentos de amor furtivo. Yo, el frívolo, el poco literato, voy a ganar un premio de literatura innovadora, con un libro muy literario”38. No obstante, sus anhelos confesos no se limitan al éxito editorial o al reconocimiento crítico: aspiran a la escritura de una novela novedosa, personal y aniquiladora (he aquí acaso su redefinición personal de la “novela total” del boom).
El olvido que seremos se empieza a gestar, pues, con un propósito literario muy ambicioso. De ahí quizás la persistencia de los titubeos. En un diálogo póstumo con el padre en febrero de 2001 lo interroga sobre el arranque de la novela en los siguientes términos:
Tu vida. ¿Por dónde quieres que empiece? ¿Por esa madrugada en que mi abuelo paterno se cayó del caballo con una úlcera perforada? ¿Por esa tarde en que el jeep en que iba mi abuelo materno se volcó y él se levantó del suelo y empezó a socorrer heridos hasta que de repente cayó al suelo, muerto? ¿Por el día en que mi mamá nos llamó a mis cuatro hermanas y a mí, menos a Marta, la quinta hermana, para decirnos que Marta tenía cáncer y se iba a morir? ¿Por ese 25 de agosto en que me llamaron por teléfono a informarme que me habían matado, pero en realidad habían matado a un homónimo y ese homónimo era mi padre?39
Es más, en julio de ese mismo año Abad Faciolince fantasea con escribir un comienzo o un final tan memorables como algunos de Shakespeare, García Márquez, Rulfo, Melville o Javier Marías:
Ser capaz de inventar una frase inolvidable para empezar algo: Now is the winter of our discontent40. O para terminar. No tenían una segunda oportunidad sobre la tierra41. Vine a Comala42. Call me Ishmael43. No he querido saber, pero he sabido44… La magia del íncipit45.
Con todo, la novela no prospera. En febrero de 2002 el balance creativo de los últimos años es muy negativo:
Han pasado años, desde el final de 1999, sin que yo escriba nada de ficción, realmente. Solo comienzos, como Davazanti46, es decir, abortos. Es como si Basura hubiera sido la premonición de lo que me iba a pasar a mí, la declaración de algo que ya me estaba pasando: mi impotencia creativa, mi incapacidad de crear un verdadero mundo ficticio. Todo el 2000, todo el 2001 sin un libro. Y dos meses ya del 2002. El Cairo no es ficción, salvo el final; los artículos no cuentan. Escribo, sí, pero no lo que quisiera47.
En realidad, no solo no prospera El olvido que seremos. Tampoco los otros dos proyectos narrativos de ese momento:
Mis planes de libros: 1. Angosta (realismo futurista), 2. Recuerdo de la muerte de mi padre (si consigo escribirlo) o, si no, una saga familiar en la que la hija del arzobispo de Medellín se casa con un judío, ateo, para colmo. 3. Otro libro: No volveré a ser joven, sobre las andanzas de un donjuán envejecido48.
Cierto que Angosta, “en marcha”49 desde comienzos de 2001 y “en orden y casi terminada”50 en abril de 2003, sería publicada en 2004. En agosto de 2003 Abad Faciolince escribe: “Necesito que la novela despegue. Tengo muchas esperanzas puestas en ella, después de tantos años de trabajo”51. Angosta obtendría el Premio a Mejor Novela Extranjera en China. Pero, al igual que Basura, tampoco será su “novela total”.
De El olvido que seremos hace un primer esbozo de estructura en una entrada del diario de mayo de 2002. Escribe Abad Faciolince en Buenos Aires:
El libro podría llamarse Un camino equivocado52 y estas serían sus partes:
· La hermana Josefa.
· El día del asesinato de mi papá.
· La fuga: Panamá, desolación en Barajas, Aguirre en el exilio. Luego los italianos: Lore Terracini, Bobbio, Maruzzella. Barcelona: Esteban. El tren, las aceitunas rellenas de anchoas, la indigestión.
· El sexo y la muerte. El sexo que se desbarata, la atracción por la esposa que se muere.
· La muerte de la pareja. Las desesperadas ventas en el Balôn.
· El nacimiento de Simón en medio de otro amor atormentado.
· El regreso al país como otra fuga.
· El abandono de la familia53.
Sin embargo, en las escasas páginas del diario de 2003 no se menciona la obra en proceso de escritura sobre la muerte de su padre. Ese año parece consagrado a Angosta. Ello es evidente en un apunte que hace durante un viaje a Israel: “Todo lo que veo me hace pensar en datos para mi novela, Angosta”54.
En las apenas tres páginas que ocupan las dos únicas entradas de su diario de 2004 tampoco se menciona El olvido que seremos. Pero se produce un giro significativo en relación con su “vida pública”, perceptible en las siguientes líneas:
Para todos los escritores se ha convertido en un orgullo viajar, irse, no vivir aquí. Así fue para mí en la fase más esnob de mi vida. Hoy quiero quedarme, aislarme cada vez más en mi madriguera de nacimiento. Estar en medio de la belleza inconcebible de La Inés y saber que a ese espacio pertenezco55.
Y esta apuesta por la introspección en la finca familiar acaso haya sido indispensable para la escritura de El olvido que seremos. Pues en la entrada del 13 de agosto afirma Abad Faciolince: “Lo mejor es que estando solo recupero una especie de voz interior a la que la vida diaria, con su ajetreo, me vuelve sordo”56.
Según sus diarios, es en 2005, casi 20 años después del asesinato de su padre y de su promesa de que “mientras yo esté vivo no dejaré que te mueras” (52), cuando Abad Faciolince emprende la escritura de El olvido que seremos. Ya el 19 de febrero apunta: “Me he refugiado en el libro que escribo y he leído mucho” (557).
En algunos casos, simplemente registra recuerdos que quiere incluir en el libro. Por ejemplo, cuando rememora la gesta del Apolo 11 en julio de 1969 y apunta:
En el libro sobre mi papá tengo que poner que Solbia y yo vimos, cada uno sentado en una rodilla de él, la llegada del hombre a la Luna, en 1969. En la casa, frente a la televisión en blanco y negro, y él diciéndonos que estábamos siendo testigos de algo memorable, y que no debíamos olvidarlo nunca. Yo tenía diez años57.
O cuando, ante un escabroso relato de su sobrino Pablo sobre sus experiencias haciendo el “ruralito” (esto es, las prácticas de la carrera de Medicina en una zona rural), escribe:
Cuando mi sobrino termina el cuento, yo estoy mareado y no hago más que recordar cuando fui a la morgue con mi papá. Tengo que poner eso en el libro, pero menos gráfico. Allá no estaba La Muerte, como aquí58.
Pero en general predominan reflexiones de otro calado. Por ejemplo, sobre el reto literario y las motivaciones personales que comporta la escritura de El olvido que seremos escribe el 6 de marzo:
Nunca he sido capaz de contar una historia que no sea ficticia. La historia del asesinato de un hombre bueno. Después de contarla, un día, tal vez, tenga derecho de volver a reír, de volver a la fantasía. Es, indirectamente (y no lo voy a decir), la explicación a por qué escribo el libro que estoy escribiendo sobre mi padre59.
Asimismo, al conocer en la Bienal de Mérida al escritor y editor mexicano Ricardo Cayuela, por entonces director de la revista Letras Libres, parece haber dialogado sobre uno de sus interrogantes más acuciantes (el relato en clave real o ficticia de la muerte de su padre), y señala: “Cayuela [...] me anima y me hace un elogio de la novela sin ficción. Me invita a ser extraordinario de la manera más banal que pueda”60.
Es más, este encuentro parece propiciar algunas decisiones narrativas importantes, en tanto que en la misma entrada Abad Faciolince se propone: “Nunca debes aprovechar una catástrofe para contar melodramas personales. Me voy a concentrar en mi papá, no en lo que me haya pasado a mí ni en lo que haya pasado por mi cabeza”61.
Cierto que Abad Faciolince también recoge en sus diarios “Consejos que me doy”, a saber:
Cuéntalo sin mentiras; cuéntalo bien, con detalles, pero sin detalles inútiles, cuéntalo con precisión, pero dosifica la información, no lo digas todo de una vez, no embutas datos, puedes irlos soltando con gotero, aunque también, dependiendo del ritmo, puedes dejar que exploten los datos a borbotones62.
Con todo, su amigo Alberto Aguirre, primer lector de El olvido que seremos, tiene un papel importante en el proceso de revisión del texto. En mayo de 2005 escribe Abad Faciolince:
Me reúno con Aguirre para hablar de los primeros capítulos de El olvido. Le parecen un poco lentos. Me hace sugerencias. Me dice que quite el capítulo sobre los nadaístas, porque rompe el ritmo […]. Cada uno añade o quita detalles de la memoria […]. Yo quito y pongo más, sin duda, pero creo que él también cambia algunas cosas. Reconstruir exactamente el pasado es casi imposible63.
Con él discute incluso “otros posibles fuera de El olvido que seremos, que a Aguirre no le gusta”64. Las alternativas son múltiples:
· Acuérdate
· Memento
· Recuerde el alma dormida
· Su rostro sobre el mío
· Que se sepa
· Cómo se pasa la vida
· Para que no se olvide
· Su cara sobre mi nombre
· La cara y el nombre
· Nombrar su cara
· Su cara era la calma
· Su nombre sobre el mío
· El nombre de su cara
· La cara de su nombre
· Los triunfos de la muerte
· Bajo el indiferente azul del cielo65.
Aunque prima la voluntad de Abad Faciolince, quien anota en su diario: “A mí me sigue gustando más el primer título”66. Y además añade: “El epígrafe, en todo caso, sí serán esos versos de Yehuda Amijai”67. Y, en efecto, la hermosa cita que precede a El olvido que seremos (“Y por amor a la memoria/ llevo sobre mi cara la cara de mi padre”) son del poeta israelí. En relación con esta elección confiesa Abad Faciolince en una entrevista de noviembre de 2006:
A veces me miro en el espejo y veo a mi papá. Aunque no soy calvo, mis hermanas dicen que me parezco a él en los gestos y en las manos. Por eso me tocó este verso del poeta israelí Yehuda Amijai. Ver a mi papá, de vez en cuando, en los espejos es uno de los motivos que me impiden olvidarlo68.
Sin duda, la figura del padre es crucial en la vida y en la obra de Abad Faciolince, quien de alguna forma se incluye en la hermandad de los autores huérfanos cuando afirma: “Al padre de Nabokov69 lo mataron por defender a un conferencista con quien no estaba de acuerdo. Es de la cofradía de los escritores de padres asesinados: Alfonso Reyes70, Rulfo71…”72.
Pese a los avances de 2005, 2006 parece ser el año decisivo en el proceso de escritura de El olvido que seremos. Ya en enero Abad Faciolince se muestra firme en sus propósitos: “Lo más importante: terminar la novela de mi papá”73. Los dilemas estéticos precedentes se han diluido y es categórico en relación con sus elecciones narrativas: “Hay un sitio en el que yo dejo por completo de llevar una vida oculta: en la escritura”74, sostiene.
Prueba de ello es que, aprovechando un viaje, le entrega los capítulos escritos durante 2005 a su madre y a sus hermanas, y relata sus dispares reacciones en los siguientes términos:
Por comodidad, por cobardía, les dejé a mi mamá y a mis hermanas la novela, lo que llevo de ella, mientras yo estaba en China. No quería, no podía verles la cara mientras leían eso, la franqueza, todo. Parece que fue una Navidad de mucho llanto: leían y leían, y lloraban y lloraban. Clara me cuenta que Sol se escandalizó al llegar a la parte en que yo hablo -sin decirlo explícitamente- sobre la homosexualidad de mi papá… Habla con mi mamá y le pregunta si ella «sabía que mi papá era marica» […]. Mi mamá no quiere que yo quite nada del libro. Solo el nombre de lepra para la enfermedad del tío Luis […]. Clara está mal desde que leyó el libro, sobreexcitada y no quiere hablar del asunto. […] Vicky me cuenta algo bonito de él, que tengo que poner en el libro75.
No menciona las reacciones de la primogénita, Mariluz; solo las de su madre, las de sus hermanas mayores, Clara y Vicky, y las de su hermana menor, Sol. La lectura de la avanzadilla de El olvido que seremos resulta ser todo un acontecimiento familiar. Es más, algunas de las hermanas de Abad Faciolince le hacen observaciones y comentarios sobre la obra. Este escribe al respecto: “Clara me hace sugerencias, aunque ninguna es muy importante, al menos hasta ahora. Como si no quisiera entrar de lleno en la cuestión. Solbia es la más precisa, la más ingenua, y por eso la más directa”76.
Pese a la buena recepción de los capítulos iniciales, a principios de abril deviene una crisis creativa. En la entrada del día 2 confiesa Abad Faciolince: “Me vine a La Inés a tratar de terminar el libro de mi papá […] No soy capaz de escribir el libro, de terminarlo. Todo lo que llevo lo considero un fracaso, un libro sin pies ni cabeza”77. Solo unos meses antes de concluir y publicar la novela, el autor de El olvido que seremos escribía:
Quisiera dejar de escribir, quisiera suicidarme […]. En casi veinte años, no he sido capaz de mantener con vida a la persona que más me quiso. […] Me siento insuficiente, es decir, siento que no escribo lo que tengo que escribir, sino trucos y trampas para escribir con éxito otras cosas sin importancia78.
La autoexigencia es paralizante:
¿Por qué no me perdono a mí mismo? Voy a volver a leer las cartas de mi papá donde él me perdona. O tal vez no soporte su excesiva condescendencia. Soy injusto: tuve el papá perfecto para dar todo lo que he dado. Pero no soy capaz de dar más. Él me perdonaría. Yo no me perdono79.
Pero el propio Abad Faciolince parece conocer el antídoto. Y es probable que ese mismo día releyera las cartas perdonadoras de su padre, pues no casualmente una de ellas será reproducida casi al completo en el capítulo “Cómo se viene la muerte”, cuya redacción le estaba resultando tan gravosa en ese momento. En el diario leemos la confidencia:
Tengo una resistencia física a redactar la muerte, el día de la muerte de mi papá. Cuando llego a ese punto, a esa página ineludible del libro, me invento alguna cosa tonta para evitarla. […] Esto mismo que estoy escribiendo lo escribo por desesperación, por no volver al computador portátil a escribir lo que tengo, tengo, tengo que escribir80.
De hecho, al día siguiente el balance de la jornada es muy positivo:
Hoy ha sido un día muy productivo en mi libro. Creo que he escrito por los menos unas veinte páginas. No sé si buenas o malas, pero al menos no estoy estancado ni hundido en la depresión como ayer. Me han sacado gritos, lágrimas, sangre, pero ahí están, listas para ser corregidas después […]. Tengo que aprender que para llegar a la concentración se requieren muchas horas, días de lucha81.
De nuevo insiste en el efecto benéfico de su estancia en La Inés: “Este aislamiento en La Inés ha sido benéfico para volverme a conectar con el libro y con mi papá”82. Si bien, la obra será acabada durante la Semana Santa de 2006, a mediados de abril, en Sanjua, donde un enérgico Abad Faciolince escribe: “Le doy el impulso final a El olvido. Creo que solo me faltan unos detalles, más la revisión final general”83.
El olvido que seremos está dedicado a Alberto Aguirre (1926-2012) y Carlos Gaviria (1937-2015), según Faciolince, “dos grandes amigos que heredé de mi mejor amigo”84, y dos personas cruciales en su vida posterior al exilio de Colombia a finales de 1987. Ambos son los primeros lectores de la versión completa de la novela. Aguirre sigue mostrándose reticente con el título elegido:
Converso con Aguirre, mi primer lector […]. Me hace una serie de sugerencias. A algunas les voy a hacer caso, a otras no. Me insiste en que el título no le gusta […]. Sugiere estos: El país del olvido o El lugar de los olvidos. O este otro: Lo contrario de la muerte85.
Carlos Gaviria hace hincapié en la relevancia de la obra. Abad Faciolince parafrasea sus palabras de la siguiente manera:
Me dice que el libro es conmovedor y que él piensa que un libro así hace comprender mejor la historia de Colombia que diez tratados de sociología. Me da risa la exageración, pero en últimas ese debería ser, ese es el único poder que tiene la literatura: hacer entender86.
Gaviria es acaso el primero en vislumbrar que Abad Faciolince ha escrito una novela importante para la literatura colombiana. La valoración del propio Abad Faciolince, quien insiste en el “ejercicio amoroso” del recuerdo como motor de la escritura, es más personal:
En los últimos dos o tres años yo he estado dedicado -en medio de otros oficios periodísticos o editoriales- a un ejercicio amoroso: recordar. Me he dedicado a recordar a la figura de mi papá y espero entregarles una novela sobre su vida a finales de este año […]. No sé si será mi mejor o peor libro. Lo que sí sé es que será el libro más importante para mí, y el único que considero necesario. Mi mamá, mis hermanas, y algunos amigos de mi papá (Silvia Blair, Carlos Gaviria, Alberto Aguirre) me han estado ayudando a recordar, es decir, a escribirlo, porque esta es una novela sui géneris, una novela que no tendrá ni un solo personaje inventado y ni una sola mentira87.
El tercer lector de El olvido que seremos fue el editor colombiano Gabriel Iriarte. En la última entrada de sus diarios, fechada el 8 de septiembre de 2006, Abad Faciolince recrea así la conversación telefónica mantenida con él y los elogios recibidos (que están en la línea de los de Gaviria):
Me dice que el manuscrito final de El olvido que seremos le gustó muchísimo. Que es un libro bello, conmovedor, que lo sacudió como lector y colombiano. Le parece una obra muy importante literariamente hablando. Que el tema de la familia es universal y que no se metería en el enredo de definir si es novela, testimonio o novela sin ficción. Que al ser un libro que se sostiene solo, no necesita ser definido con ningún nombre. […] Termina diciéndome que lo único que puede hacer es felicitarme por haber hecho un libro tan bello y tan valiente. En todo suena muy sincero88.
Abad Faciolince recibe feliz estos comentarios. Pero, firme defensor de la palabra como antídoto de la desmemoria, su felicidad va más allá del encomio literario. Esto es evidente en las breves frases con que finaliza su diario: “Cuelgo. Siento una especie de felicidad tranquila. No es júbilo. Es serenidad por haber hecho lo que tenía que hacer”89.
De ello queda constancia también en El olvido que seremos, donde confiesa: “Han pasado casi veinte años desde que lo mataron, y durante esos veinte años, cada mes, cada semana, yo he sentido que tenía el deber ineludible, no digo de vengar su muerte, pero sí, al menos de contarla”90. La necesidad íntima y el imperativo moral se imponen incluso a la posible inutilidad de la tentativa de revivir y eternizar a alguien a través de la palabra. Escribe el autor antioqueño al respecto:
Es posible que todo esto no sirva para nada; ninguna palabra podrá resucitarlo, o la historia de su vida y de su muerte no le dará nuevo aliento a sus huesos, no va a recuperar sus carcajadas, ni su inmenso valor, ni el habla convincente y vigorosa, pero de todas formas yo necesito contarla91.
La lectura de los diarios de Héctor Abad Faciolince evidencian que, si bien la primera alusión explícita a un proyecto de escritura de una obra sobre la muerte del padre data de agosto de 1998, la necesidad íntima y el imperativo moral nacen, casi de forma inmediata, con la muerte de Abad Gómez en agosto de 1987. El tono promisorio de la primera entrada del diario posterior a su muerte (en octubre de 1987) y la preocupación por el “olvido creciente” de su figura (manifiesta en agosto de 1997) son claras pruebas de ello.
Sin embargo, la gestación de la obra se posterga más de una década a causa de muchos motivos. En el plano personal, además de los avatares vitales y amorosos, destaca ante todo la dificultad de Abad Faciolince para apalabrar “la historia más dura, más elemental y dramática” de su vida. En el plano literario, afloran, de una parte, muchos debates internos sobre la elección del género, la determinación de la estructura, la selección de episodios…, y, de otra, ciertas ambiciones literarias, que aspiran a la escritura de una obra novedosa, personal y demoledora. En el plano profesional, confluyen la publicación de otros proyectos literarios (como Basura y Angosta) así como la intensidad de la “vida pública” de estos años.
En consecuencia, Abad Faciolince emprende la escritura de la novela más de tres lustros después de la muerte de su padre. La introspección, favorecida por sus estancias en la finca familiar, y la determinación en relación con algunas cuestiones narrativas decisivas son factores cruciales en su emprendimiento y redacción entre 2005 y 2006.
Durante estos años hay también momentos de titubeos. Recuérdese, por ejemplo, la “resistencia física” de Abad Faciolince a relatar la muerte del padre. Pero el proyecto fragua en una novela muy personal, cuyas primeras lectoras, al menos de los capítulos escritos hasta la Navidad de 2005, serán la madre y las hermanas del autor. Esta decisión no sorprende, pues, acaso más que en los diarios, en El olvido que seremos late la vida “más entrañable y entrañada” de Héctor hijo y su familia.
De igual manera tampoco sorprende que los primeros lectores de la versión completa sean dos amigos íntimos, Alberto Aguirre y Carlos Gaviria, y el editor Gabriel Iriarte. Sus críticas, elogiosas, son bien recibidas por Abad Faciolince. Pero la satisfacción más íntima que se vislumbra en sus diarios es la certeza de que el “ejercicio amoroso” del recuerdo le ha permitido dar respuesta a la necesidad de contar la muerte de su padre y retado la ley severa del olvido, aquello que se prometió a sí mismo casi veinte años antes.
[1] Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 11.
[2] Gerald MARTIN, Gabriel García Márquez: una vida, Madrid, Debate, 2009, p. 241. La cita procede del capítulo titulado “Hambre en París: “La Bohème” y, en concreto, de las páginas en que Martin relata su tentativa de abordar la relación de García Márquez con la actriz y poeta de origen español Tachia Quintana (Éibar, 1929). Según el testimonio de Martin: “Fue en aquella ocasión cuando me dijo por primera vez, con la expresión del director de una funeraria que con determinación cierra de nuevo la tapa del ataúd, que ‘todo el mundo tiene tres vidas: la pública, la privada y la secreta’”. Como es lógico, la vida pública estaba a la vista de todo el mundo, yo simplemente tenía que hacer mi trabajo; de vez en cuando me daría acceso y me permitiría comprender mejor la vida privada, y evidentemente se esperaba que se dedujera el resto; en cuanto a la vida secreta, ‘No, jamás’. Si en algún lugar estaba me dio a entender, era en sus libros. Podía empezar por ellos. ‘Y de todos modos, no te preocupes. Yo seré lo que tú digas que soy’” (Ibid., p. 241).
[3] Héctor ABAD FACIOLINCE, op. cit., p. 11.
[4] Miguel de UNAMUNO, De Fuerteventura a París. Diario íntimo de confinamiento y destierro vertido en sonetos por Miguel de Unamuno, Marcial MORERA (Ed.), Valencia, Pre-Textos, 2021, p. 39.
[5] Ibid., p. 40.
[6] Ibid., p. 12.
[7] Ibid., p. 12.
[8] Ibid., p. 12.
[9] Ibid., p. 345.
[10] Ibid., p. 480.
[11] Ibid., p. 28.
[12] Ibid., p. 536.
[13] Héctor ABAD FACIOLINCE, El olvido que seremos, Barcelona, Alfaguara, 2021, p. 318-319.
[14] H. ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 371.
[15] Ibid., p. 11.
[16] Ibid., p. 159.
[17] Ibid., p. 159.
[18] Ibid., p. 12.
[19] Ibid., p. 12.
[20] En una entrevista de junio de 2023 sostenía sobre este proyecto: “Estoy trabajando en un libro a partir de la cita de un copista medieval que me mostraron en Salamanca: ‘Con tres dedos se escribe, pero duele todo el cuerpo’. El libro se titulará únicamente Con tres dedos se escribe y versará sobre cómo se escribe cuando uno está cansado” (Verónica, VIÑAS, “La literatura puede sanar el odio”, Diario de León, 14 junio de 2023, URL: https://www.diariodeleon.es/articulo/cultura/literatura-puede-sanar odio/202306140333272345515.html.
[21] Amelina (1986-2023) murió el 1 de julio de 2023 tras resultar gravemente herida el 27 de junio durante un bombardeo sobre la ciudad de Kramatorsk cuando estaba en compañía de Héctor Abad Faciolince, Sergio Jaramillo Caro, alto comisionado de paz y líder del movimiento ¡Aguanta Ucrania!, y la reportera de guerra Catalina Gómez, ambos también de origen colombiano. El día de su muerte Abad Faciolince publicó “Una victoria para Victoria” (1 de julio de 2023) en El Espectador de Bogotá y días después “Victoria Amelina: un refugio en el cielo” (4 de julio de 2023) en el diario español El País, en cuyo penúltimo párrafo escribe: “En el último año, Victoria se había apartado de la ficción y se había dedicado a buscar y a documentar con detalle los crímenes de guerra cometidos por los agresores. Hay un crimen de guerra que ya no va a poder documentar personalmente: el que cometieron con ella. Yo voy a dedicar los próximos meses a escribir sobre este crimen atroz, a contarlo minuciosa y detalladamente, por encima de la propaganda y la mentira de los rusos. Es algo que le debo a la justicia en abstracto, y a la justicia que algún día deberá hacerse por este crimen atroz cometido contra una colega muy valiente, una escritora de la edad de mi hija que, a su vez, deja huérfano a un niño de diez años. Al menos a ese niño se lo debo, para que dentro de otros diez años pueda saber exactamente cómo mataron a su valiente, a su brillante y encantadora madre” (Héctor ABAD FACIOLINCE, “Victoria Amelina: un refugio en el cielo”, El País, 4 julio de 2023, URL: https://elpais.com/internacional/2023-07-04/victoria-amelina-un-refugio-en-el-cielo.html). Asimismo Abad Faciolince firmó el epílogo de la edición española de la novela de Amelina Un hogar para Dom (2017), publicada por Avizor Ediciones a finales de 2023.
[22] Segundo verso del soneto “Aquí/Ahora” de Jorge Luis Borges que Abad Faciolince encontró en el bolsillo de la chaqueta de su padre al ser asesinado. En su relato “Un poema en el bolsillo”, concluye sobre este hallazgo: “Es hermoso que unas letras manchadas por los últimos hilos de su vida hayan rescatado, sin pretenderlo, para el mundo, un olvidado soneto de Borges sobre el olvido” (Héctor ABAD FACIOLINCE, Traiciones de la memoria, Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 180).
[23] Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 51.
[24] Ibid., p. 52.
[25] Héctor ABAD FACIOLINCE, El olvido que seremos, Barcelona, Alfaguara, 2021, p. 317.
[26] Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 93.
[27] Ibid., p. 144.
[28] Ibid., p. 208.
[29] Ibid., p. 282.
[30] Ibid., p. 389.
[31] Ibid., p. 401.
[32] Ibid., p. 475.
[33] Ibid., p. 477.
[34] Ibid., pp. 477-478. El comienzo definitivo será: “En la casa vivían diez mujeres, un niño y un señor. Las mujeres eran Tatá, que había sido la niñera de mi abuela, tenía casi cien años, y estaba medio sorda y medio ciega; dos muchachas del servicio –Emma y Teresa–; mis cinco hermanas –Maryluz, Clara, Eva, Marta, Sol–; mi mamá y una monja. El niño, yo, amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas. Lo amaba más que a Dios. Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi papá” (Héctor ABAD FACIOLINCE, El olvido que seremos, Barcelona, Alfaguara, 2021, p. 13).
[35] Ibid., p. 478.
[36] Ibid., p. 489.
[37] Abad Faciolince deja constancia de este hecho en una entrada de 1999 en la que al referirse a una conversación telefónica con Amaya Elezcano, directora editorial de Alfaguara, afirma que “desde que en Babelia salió una reseña destrozando Fragmentos de amor furtivo como un libro fútil, estoy jodido” (Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 441). La reseña en cuestión, publicada por el periodista cultural Winston Manrique Sabogal, presenta la novela como “el libro más vendido en Colombia este año” y sostiene: “Como Saramago, Abad cree que uno de los placeres de la vida es conversar con una mujer. Aunque aclara que no intenta demostrar que es un especialista en psicología femenina y, por el contrario, se reconoce como un «plagiario de lo que ellas cuentan»” (Winston MANRIQUE SABOGAL, “El colombiano Héctor Abad crea una nueva Scherezada”, El País, 29 abril 1999, URL: https://elpais.com/diario/1999/04/29/cultura/925336802_850215.html).
[38] Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 432.
[39] Ibid., p. 489.
[40] Verso inicial del primer parlamento de la obra Ricardo III de William Shakespeare.
[41] Final de Cien años de soledad.
[42] Parte inicial de la primera frase de Pedro Páramo de Juan Rulfo.
[43] Comienzo de Moby Dick.
[44] Parte inicial de la primera frase de Corazón tan blanco de Javier Marías.
[45] Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 501.
[46] Bernardo Davazanti es un personaje de Basura. En sus diarios Abad Faciolince desvela que algunos de los hábitos que lo caracterizan se inspiraron en un vecino suyo: el editor, librero y corrector de pruebas Federico Ospina. En marzo de 2003, en unas sentidas páginas que le dedica tras su muerte, escribe: “[Ospina] era caminante, madrugador y rutinario. Yo lo espiaba por la ventana de mi biblioteca y sus pasos matutinos me sirvieron para darle el mismo hábito a un personaje de novela, Bernardo Davazanti” (Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 545).
[47] Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 535.
[48] Ibid., p. 535.
[49] Ibid., p. 491.
[50] Ibid., p. 546.
[51] Ibid., p. 551.
[52] Este título, descartado para la novela, será rescatado para el segundo texto de Traiciones de la memoria.
[53] Ibid., p. 538.
[54] Ibid., p. 550.
[55] Ibid., p. 554.
[56] Ibid., p. 554.
[57] Ibid., p. 559.
[58] Ibid., p. 566. Abad Faciolince relatará esta visita en el capítulo “Años felices” de El olvido que seremos, en cuyas líneas finales sostiene: “Tal vez él había pensado que yo tenía una vida demasiado fácil, demasiado buena, y quiso mostrarme el aspecto más doloroso, trágico y absurdo de la existencia, como una lección. Pero quizá si hubiera podido adivinar el futuro habría pensado que esa temprana terapia de choque era completamente innecesaria” (Héctor ABAD FACIOLINCE, El olvido que seremos, Barcelona, Alfaguara, 2021, p. 155.).
[59] Ibid., p. 561.
[60] Ibid., p. 561.
[61] Ibid., p. 562.
[62] Ibid., p. 562.
[63] Ibid., pp. 569-570.
[64] Ibid., p. 571.
[65] Ibid., p. 571.
[66] Ibid., p. 571.
[67] Ibid., p. 571.
[68] Liliana MARTÍNEZ POLO, “El libro cerró las llaves del llanto”, El tiempo, 22 noviembre 2006, URL: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2286820.
[69] En efecto Vladímir Dmítrievich Nabokov (1870-1922) murió en marzo de 1922 defendiendo a su rival político Pável Miliukov durante un tiroteo en una conferencia política.
[70] Bernardo Doroteo Reyes Ogazón (1850-1913) murió acribillado en un asalto fallido al Palacio Nacional en febrero de 1913.
[71] Juan Nepomuceno Pérez Rulfo (¿?-1923) fue asesinado, en plena Revolución Cristera, en junio de 1923.
[72] Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 572. A nivel social el asesinato del padre se vive como un estigma; en la entrada del 17 de octubre de 1987 Abad Faciolince afirma: “ser el hijo de un hombre asesinado es como ser el hijo de un leproso” (Ibid., p. 53).
[73] Ibid., p. 597.
[74] Ibid., p. 597.
[75] Ibid., p. 597.
[76] Ibid., p. 598.
[77] Ibid., p. 598.
[78] Ibid., p. 598.
[79] Ibid., pp. 599-600.
[80] Ibid., p. 600.
[81] Ibid., p. 600.
[82] Ibid., p. 600.
[83] Ibid., p. 603.
[84] Héctor ABAD FACIOLINCE, El olvido que seremos, Barcelona, Alfaguara, 2021, p. 314.
[85] Héctor ABAD FACIOLINCE, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020, p. 603.
[86] Ibid., p. 603.
[87] Ibid., p. 606.
[88] Ibid., p. 610.
[89] Ibid., p. 610.
[90] Héctor ABAD FACIOLINCE, El olvido que seremos, Barcelona, Alfaguara, 2021, p. 295.
[91] Ibid., p. 295.
Resumen
En marzo de 2019, bajo el título Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), vieron la luz las decenas de cuadernos en los que, durante más de dos décadas, el autor colombiano Héctor Abad Faciolince había vertido no tanto el relato de su vida como confesiones, desahogos, soliloquios solipsistas, apuntes, reflexiones…, y, por supuesto, algunos entresijos de sus proyectos literarios. Este artículo pretende mostrar cómo, tras el asesinato de su padre (Héctor Abad Gómez, activista por los derechos humanos asesinado en 1987 cuando era precandidato por el Partido Liberal a la alcaldía de Medellín), en los cuadernos escritos entre finales de 1987 y septiembre de 2006 queda reflejado el proceso de gestación y escritura de El olvido que seremos (2006), novela concebida como un “homenaje a la memoria y a la vida de un padre ejemplar” y considerada la obra culminante de su trayectoria como escritor, acaso por su logro de que “la literatura se convierta en un diario enmascarado”.
Abstract
In March 2019, under the title Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), the dozens of notebooks in which, for more than two decades, the Colombian author Héctor Abad Faciolince had poured out not so much the story of his life as confessions, unburdenings, solipsistic soliloquies, notes, reflections..., and, of course, some of the ins and outs of his literary projects, saw the light of day. This article aims to show how, after his father's murder (Héctor Abad Gómez, human rights activist assassinated in 1987 when he was a Partido Liberal pre-candidate for mayor of Medellín), the notebooks written between the end of 1987 and september of 2006 reflect the process of gestation and writing of El olvido que seremos (2006), novel conceived as a “homenaje a la memoria y a la vida de un padre ejemplar” and considered the culminating work of his career as a writer, perhaps because of his achievement that “la literatura se convierta en un diario enmascarado”.
Lo que fue presente: ¿nacimiento de una obra u obra de una vida?
El proceso de gestación y escritura de El olvido que seremos en Lo que fue presente
El origen del proyecto de El olvido que seremos en Lo que fue presente
La gestación de El olvido que seremos en Lo que fue presente
La escritura de El olvido que seremos en Lo que fue presente
Los primeros lectores de El olvido que seremos en Lo que fue presente
Bárbara RODRÍGUEZ MARTÍN
Universidad de La Laguna
ABAD FACIOLINCE, Héctor, El olvido que seremos, Barcelona, Alfaguara, 2021.
—, Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), Barcelona, Alfaguara, 2020.
—, Traiciones de la memoria, Barcelona, Alfaguara, 2021.
—, “Una victoria para Victoria”, El Espectador, 1 julio 2023, URL: https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/hector-abad-faciolince/una-victoria-para-victoria/.
—, “Victoria Amelina: un refugio en el cielo”, El País, 4 julio de 2023, URL: https://elpais.com/internacional/2023-07-04/victoria-amelina-un-refugio-en-el-cielo.html.
MANRIQUE SABOGAL, Winston, “El colombiano Héctor Abad crea una nueva Scherezada”, El País, 29 abril 1999, URL: https://elpais.com/diario/1999/04/29/cultura/925336802_850215.html.
MARTIN, Gerald, Gabriel García Márquez: una vida, Madrid, Debate, 2009.
MARTÍNEZ POLO, Liliana, “El libro cerró las llaves del llanto”, El tiempo, 22 noviembre 2006, URL: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2286820.
UNAMUNO, Miguel de, De Fuerteventura a París. Diario íntimo de confinamiento y destierro vertido en sonetos por Miguel de Unamuno, Marcial MORERA (ed.), Valencia, Pre-Textos, 2021.
VIÑAS, Verónica, “La literatura puede sanar el odio”, Diario de León, 14 junio de 2023, URL: https://www.diariodeleon.es/articulo/cultura/literatura-puede-sanar odio/202306140333272345515.html.