A lo largo del siglo XVIII los médicos sevillanos tuvieron un protagonismo muy singular en la renovación filosófica y científica del país. La Regia Sociedad de Medicina había sido pionera y fueron notables sus esfuerzos por situar al país a la altura de Europa, tanto en el desarrollo de las tareas propiamente académicas o actos públicos divulgativos, como en la difusión y divulgación de los avances científicos en folletos breves como a través del periodismo científico de la época. Menos conocida es su tarea como creadores de opinión a través de la prensa o de la producción literaria ajena a sus tareas profesionales que tiene como misión principal educar a la sociedad en su conjunto y generar una conciencia de pertenencia a la comunidad y, por tanto, de compromiso político.
En estos primeros pasos del nacimiento de una opinión pública moderna, juegan un papel principal las polémicas ilustradas. La finalidad de esta investigación es ahondar en la polémica sevillana entre universitarios y tomistas en 1789, que permitirá descubrir un panorama cultural muy activo y un legado documental inédito vital para comprender la gestación de una cultura política en el último cuarto del siglo XVIII. El objeto de estudio es la producción satírica del médico Bonifacio Juan Ximénez de Lorite, destacado miembro de la Real Academia de Medicina de Sevilla. Esta faceta desconocida contradice en cierta medida el perfil de personaje culto que ha prevalecido hasta el momento, una mirada propia de la historiografía clásica que desecha estos textos críticos por considerarlos inferiores y populares.
Este trabajo asume una perspectiva epistemológica crítica y revisionista, con un doble objetivo: recuperar fuentes hemerográficas y documentales hasta ahora no abordadas o insuficientemente analizadas. Es el caso de las sátiras escritas por Lorite que se han entendido tradicionalmente como una colaboración festiva, o como un acto privado y clandestino, pese a que fueron concebidas para su difusión y de facto así lo hicieron, condicionando la percepción de sus coetáneos y de los propios autores que participan en la polémica. La hipótesis de trabajo es que esta actividad crítica de los médicos sevillanos buscaba abrir a la sociedad en su conjunto al paradigma de comprensión del mundo ilustrado y crear un estado de opinión favorable para las reformas. Por tanto, se propone la indagación en esta percepción a partir del análisis de los argumentos esgrimidos por otros papeles.
El segundo objetivo de la investigación es desterrar tópicos de la historiografía clásica, como la dependencia de modelos hegemónicos en los contextos socio-comunicativos de la periferia. En relación a la sátira, está bien documentada esta práctica contra los sujetos de la Corte1, pero rara vez se han considerado la presencia de estas prácticas heterodoxas en la periferia, salvo en casos puntuales que se han considerado episodios anómalos y aislados, sin influencia alguna2. Se plantea como un desafío para la investigación aclarar la trascendencia de esas voces críticas en la esfera pública y una indagación más profunda de la sátira como fenómeno periodístico.
En el último cuarto del siglo XVIII, la crisis del absolutismo tiene su reflejo en una comunicación polémica, reflejo de la crispación intelectual, en la que es posible discutir la función del rey, poner en duda los derechos de la nobleza y el clero o comentar los sucesos políticos3. El debate público no es en estos momentos un diálogo especulativo sobre las ideas, sino que se aferra a la realidad y busca dar soluciones precisas a los acuciantes problemas del país. La sátira va a marcar gran parte de la literatura y de la vida cultural en la etapa de transición hacia el realismo decimonónico.
Los ciclos festivos de la monarquía fueron tradicionalmente un espacio de relajación propicio para que los súbditos presenten sus reivindicaciones y expresen, si es el caso, sus críticas y propuestas de mejora. El marco general de la de 1789 son las fiestas de proclamación de Carlos IV. Las desavenencias institucionales y doctrinales entre las instituciones educativas afloraron durante las fiestas y mantendrán ocupada a la opinión pública sevillana entre abril y agosto de ese año. Circularon multitud de papeles públicos que han permanecido inéditos hasta fecha reciente y se conservan en copias manuscritas en dos colecciones: Libro de varios papeles que salieron por causa de las máscaras que hicieron los estudiantes de la universidad el día 21 de abril y los estudiantes del Colegio Mayor de Santo Tomás en el día 22 de dicho mes en la proclamación del rey el Sr. D. Carlos IV4; Poesías anónimas escritas por estudiantes de la Universidad y del Colegio de Santo Tomás de Sevilla con motivo del advenimiento al trono del Sr D. Carlos IV5.
La historiografía clásica se ha limitado a subrayar la existencia de esta polémica, sin analizar los textos ni profundizar en su alcance. Los bandos enfrentados estuvieron liderados por el dominico Francisco de Alvarado, futuro Filósofo Rancio en las Cortes de Cádiz, acérrimo enemigo del eclecticismo y exprofesor del Colegio de Santo Tomás, donde ha ejercido la docencia; y por el reputado médico y profesor universitario Bonifacio Ximénez de Lorite, cuya participación en la polémica es el objeto principal de esta investigación. No hay noticia de la contribución de ninguno de los dos en la obra magna de Aguilar Piñal, Bibliografía de Autores del XVIII. Otros autores locales sí reconocen la participación de un Lorite en la pugna entre universitarios y tomistas de 1789, sin embargo, yerran al atribuir la autoría de una de las sátiras, Testamento de Santo Tomás, a su hijo Ambrosio Ximénez de Lorite6; de la segunda sátira Elogio fúnebre en cambio no da noticia. El error de atribución se perpetuó en obras posteriores7.
Es objeto de esta investigación la producción de Lorite, lo que completa trabajos previos sobre la producción del bando universitario8, y el bando de los tomistas9. Se plantea como objetivo específico de esta investigación clarificar el rol de cabecilla que este profesor de medicina desempeña en la guerra de pluma que enfrenta a los universitarios sevillanos con los partidarios de la escolástica. Se trata de aclarar qué motiva su implicación como productor de libelos insultantes contra el colegio dominico de Santo Tomás y, en particular, contra su referente ideológico, el padre Alvarado. Para ello habrá que esclarecer su semblanza biográfica y literaria, así como su posicionamiento ideológico y político en los grandes debates abiertos en la España de la época, principalmente sobre la reforma de la educación superior que es el tema principal que se dirime en esta polémica local. En relación con su producción satírica, se recuperarán sus textos y se someterán al análisis cualitativo de contenidos.
Bonifacio Juan Ximénez de Lorite (Écija, 1733- Sevilla, 1797) es médico como lo fue su padre y como lo será su hijo Ambrosio María. Fue bachiller en Artes por la Universidad de Sevilla en 1751 y en Medicina10. En la década de los cincuenta se incorpora a la vida académica de la ciudad, ingresando en la Regia Sociedad de Medicina el 24 de abril de 1756 y en la Real Academia de Buenas Letras el 5 de noviembre de ese mismo año11. En ambas instituciones se curtirá como prestigioso e influyente científico. Participó, por ejemplo, en la polémica sobre la naturaleza, causa y efecto de los terremotos en la Academia de Buenas Letras12. Fue también socio correspondiente de la Academia Médica Matritense13, con cuyos miembros mantuvo relación personal y epistolar, y socio fundador de la Sociedad Patriótica de Sevilla14. Entre1780 a 1785, siendo vicepresidente de la Regia Sociedad se encargó del Jardín Botánico.
Es con la Real Academia de Medicina con la que el médico sevillano mantiene un vínculo más permanente, ocupando distintos cargos directivos e impulsando la calidad de la vida académica. Vivió la época de máximo esplendor en tiempos del Asistente Pablo de Olavide, cuando recibe su protección en calidad de Juez conservador. Uno de los más importantes progresos será conseguir para la institución la concesión de unas antiguas casas que habían sido propiedad de los jesuitas expulsos, el edificio del Colegio de los Irlandeses o de San Gregorio.
En calidad de asesor Lorite, colaboró en la redacción del plan de reforma de la Universidad de Sevilla. Con las primeras noticias sobre los proyectos reformistas del asistente, el médico escribe, en nombre de la Regia Sociedad, el 11 de noviembre de 1767, al conde de Aranda ofreciéndole ayuda para la reforma universitaria. Aunque la oferta no fue atendida, Lorite participó a título particular asesorando sobre la parte de medicina junto a Cristóbal Nieto de Piña, también socio de la Regia Sociedad y miembro como él de la famosa tertulia de Olavide15. Es significativo que el asistente se valiese de profesionales y no de catedráticos de universidad para informarse sobre las mejoras que necesitaba la medicina, estando la Regia Sociedad tradicionalmente enfrentada a aquella. Lorite comparte con Olavide la creencia de que es imposible en Sevilla sobrepasar en el terreno científico a los europeos que llevaban al menos dos siglos de ventaja en “descubrimientos y progreso”. Ambos comparten buena parte de los objetivos del plan: frenar el florecimiento de las ciencias inútiles y frívolas, y desterrar el espíritu de partido o de escuelas que había reducido a la institución a una vergonzosa esclavitud de los colegiales y religiosos16.
A la dilatada experiencia en el campo de la medicina, sumó Lorite el prestigio y la capacidad de influencia alcanzado en sus tareas institucionales. Los cargos directivos que ocupó en la academia le permitieron codearse con los círculos ilustrados y gestionar asuntos de primera mano con las autoridades municipales y con los funcionarios de la Real Audiencia. Tal es el caso de Jovellanos en su etapa sevillana.
En las fechas previas a las fiestas de proclamación de Carlos IV, Lorite es una referencia obligada en el campo de la medicina, a nivel institucional y también tiene reconocido prestigio en su práctica como médico. Lleva casi un cuarto de siglo como médico titular en el hospital de San Lázaro y asistía como galeno al arzobispo de Sevilla17 y al regente de la Universidad. Es miembro del claustro de la reformada Universidad Literaria y como tal su influencia en el alumnado debió ser notable. En el curso de 1790, el inmediatamente posterior a la polémica que se analiza, es docente en la asignatura de Anatomía. De modo que, a diferencia de los médicos prácticos, combina el saber práctico con el marco teórico y filosófico de los estudios.
Entre 1758 y 1794 el médico sevillano leyó 27 disertaciones en las sesiones de la Regia Sociedad en las que aporta soluciones, rebate tópicos e infundadas supersticiones. Se ocupa en sus trabajos de las causas de las enfermedades (con relevantes trabajos sobre la lepra o las viruelas que se dieron a la imprenta), los medicamentos y los métodos de curación, también de las dietas que deben seguir los enfermos, de las cualidades curativas de alimentos como la leche. Se ocupó también de los nacimientos de los niños monstruos y la salud de las embarazadas. Como buen ilustrado se preocupó de mejorar la vida de los más desfavorecidos con reformas en la agricultura y atendió a cuestiones de salud pública, como la calidad de las aguas y la necesidad de recuperar y poner en uso las antiguas termas sevillanas y el modo de remediar las inundaciones del Guadalquivir.
Su actividad investigadora continuó incansable hasta el final de sus días, pese a verse impedido por una hemiplejia de lengua, brazo y pierna. En 1795 los socios consienten que se lea una disertación suya por hallarse enfermo y ausente durante más de cuatro meses. Falleció en 1797 y la Regia Sociedad no pudo menos que celebrar honras fúnebres de quien fue tan ejemplar socio.
Igualmente participó en censuras, actos académicos, juegos literarios, y en todos ellos quedó probada su capacidad técnica y literaria. Incluso ejercitó la poesía festiva en las celebraciones por el nacimiento de los infantes gemelos y la Paz de Versalles en 178318.
Su contribución más notable con respecto a la divulgación científica es la edición de las Memorias Académicas de la Real Sociedad de Medicina y demás ciencias de Sevilla, una de las publicaciones más significativas en su campo. El primer tomo impreso aparece en 1766 tras un largo y costoso proceso de edición, con las disertaciones del año 1762. El médico incorporó a la edición su dilatado conocimiento de la realidad de las academias españolas y europeas más prestigiosas, cuyas revistas especializadas y publicaciones le sirven de inspiración. En el prólogo se queja Lorite de lo poco que valoran los españoles el trabajo propio y con un tono provocador reclama la salida del país del “asqueroso lecho de su flojera”19. Se enorgullece, en cambio, de que la Sociedad sevillana, matriz de todas las demás españolas, continúa sus reuniones sin descanso “desde San Lucas hasta Pentecostés” a pesar de la escasez de fondos. Hasta 1777 no saldrá el segundo tomo de Memorias, con las disertaciones de 1772, siendo Lorite el secretario de extractos. A lo largo de la década de los ochenta se encargará su hijo Ambrosio de la edición y de nuevo volverá el padre a editar el tomo noveno, que vio la luz en 1791.
Esta dilatada carrera investigadora tuvo su correlato en la lucha institucional por la mejora de la educación superior y en la promoción de la ciencia experimental para los médicos prácticos. Lorite huyó toda su vida de la actividad científica excesivamente teórica y sin apoyo en la observación y el estudio de los casos prácticos, así como de una praxis profesional alejada de la reflexión teórica y la formación reglada. Esto le ocasionó no pocos enfrentamientos en los dos espacios donde se desenvuelve su actividad: la academia y la universidad. Las últimas dos décadas de su vida fueron bastante tensas en el plano institucional.
El primer envite que debió granjearle la enemistad de algunos socios de la Sociedad Médica fue en 1781 a consecuencia de la obtención del grado de maestro en artes por la Universidad Literaria de su hijo Ambrosio María, socio supernumerario. Las ordenanzas de la Regia Sociedad prohibían a los socios graduarse de doctor, por lo que tras la denuncia de un miembro de la academia se le castiga con la expulsión. Gracias a la red de relaciones de Lorite padre se somete la cuestión a la resolución del conde de Floridablanca. Un mes más tarde, la Sociedad recibe una orden del Supremo Consejo de Castilla, a instancias de la Universidad Literaria de Sevilla, en la que se manda restituirle sus derechos y prerrogativas. La readmisión se produce por Real Orden de 9 de agosto de 1782 en la que se prohíbe la exclusión a los graduados de maestros en las facultades de artes, medicina u otra profesión y se restablezca la convivencia armónica entre la Universidad y la Sociedad Médica20.
Dos años más tarde de la expulsión de su hijo de la Sociedad y el mismo año en que se abre expediente en la Universidad Literaria para el doctorado universitario de Bonifacio Juan Ximénez de Lorite tiene lugar el segundo de los incidentes institucional, en esta ocasión a propósito de la aprobación de las nuevas ordenanzas de la Regia Sociedad. Lorite se manifestó en contra del plan por no recoger las enmiendas que habían presentado algunos socios, especialmente las que se refieren a la educación de los nuevos médicos. Por ello exigió que se entregasen al asistente de la ciudad Pedro López de Lerena, en calidad de Juez Conservador de la Sociedad, acompañadas de un escrito que contuviese las novedades propuestas: la promoción de la actividad experimental de los socios, como la visita a pacientes con enfermedades particulares, el estudio de las epidemias o la observación de las aguas minerales del reino, así como la designación de un maestro de física experimental, así como de un maestro de medicina práctica para los jóvenes bachilleres21. Su apuesta por el método experimental tiene que ver con la propuesta de Boerhaave por la simplicidad terapéutica que los médicos sevillanos habían seguido durante mucho tiempo. Sin embargo, parece que ya en los ochenta hay una manifiesta separación de sus teorías, por eso insiste en ponerlo como ejemplo y en citarlo expresamente.
Recibidas las Ordenanzas por Lerena, éste decide que participen como mediadores en la elaboración definitiva el literato Cándido María Trigueros, asiduo de la tertulia de Olavide como Lorite, y el cosmógrafo de Indias, Juan Bautista Muñoz, que se hallaba en la ciudad con motivo de la creación del Archivo de Indias. Las nuevas ordenanzas serán aprobadas después de las diligencias de Lorite, una prueba clara de su capacidad de influencia ante las más altas instancias. Sin embargo, no parece que la reforma del texto desencadenara el efecto deseado. Así una década más tarde el médico se quejará amargamente de la decadencia de la actividad investigadora de la academia y de la escasa aplicación del método experimental:
Estamos en la ruina práctica de no querer trabajar, sino saber por sola la lección de los libros y mientras no desterremos de nosotros esta infame preocupación jamás aprovechará a los muchos el trabajo de los pocos22.
Sendos incidentes descritos revelan el compromiso de Lorite con la mejora de las relaciones Universidad-Academia, así como la preocupación por el futuro de la enseñanza de la medicina, pero también muestran a un ciudadano influyente, de posiciones firmes, poco dado a dar su brazo a torcer y con gran ascendente sobre los socios de la academia de medicina, aunque siempre encontró a detractores y críticos. El médico Lorite contribuyó a alentar los debates públicos de sus coetáneos y alentó la toma de postura a favor de las reformas. Es el caso de la disertación de 1785 Lección político-médica. Del uso de las cotillas con respecto a la salud pública, sobre el fomento de la higiene y la educación. En ella aboga por el cambio político que propicie la reforma de las costumbres. Sus premisas son muy anteriores al hecho de que la legislación educativa se ocupara de las cuestiones relativas a la salud, lo que revela su posición política hacia las cuestiones de actualidad.
El último incidente institucional tiene lugar en 1791, cuando el fiscal de la Real Audiencia Juan Bautista Matoni invalida el proceso electoral por el que resulta elegido Lorite como vicepresidente. Por sentencia de 4 de octubre de ese mismo año, el médico consiguió ser repuesto en su cargo desestimándose el recurso del fiscal. Por el contrario, se apercibe a Matoni por haber declarado que el regente de la Audiencia falló a favor de Lorite por ser éste su médico23.Aunque las impugnaciones fueron algo habitual a lo largo del siglo, el acontecimiento nos permite reconocer que, a pesar de ser un personaje poderoso, también, y precisamente por eso, no le faltaron enemigos y rivales.
Detallado el perfil profesional e investigador de Lorite y sus precedentes en el ámbito literario y la reflexión política, así como su rol como académico a nivel institucional, cabe preguntarse por los motivos que lo llevaron a implicarse en la polémica que enfrentó a la universidad y los escolásticos en 1789.
Convocadas por las autoridades para que presenten sus agasajos a Carlos IV por su proclamación, la Universidad y el Colegio de Santo Tomás hicieron alarde de su vieja rivalidad en las máscaras que prepararon para sus respectivas funciones. Por lo que respecta a la Universidad, diseñaron una máscara culta, según los criterios del viejo teatro jesuita de escuela, en la que se presentaron todos los logros de la reforma de los estudios superiores por los Borbones. Por su parte, los dominicos de Santo Tomás parodiaron en su máscara la reforma universitaria e hicieron alarde de su condición de acérrimos defensores de la escolástica, en contra de las disposiciones reales.
Ciertamente los colegios mayores habían sido los más damnificados por la implementación del nuevo plan de estudios de Olavide pues vieron vulnerados antiguos privilegios. El punto fuerte de la reforma fue la abolición de la escolástica el mal endémico de las universidades españolas y la razón del retraso intelectual frente a Europa, donde los centros se ocupan de las ciencias prácticas. Ya en el informe que Olavide envía a Campomanes en octubre de 1769 revela los nocivos efectos que producía el espíritu escolástico en el estamento docente, en continua discordia, y sobre las demás profesiones (oratoria sagrada, jurisprudencia, medicina, literatura y artes), las academias y el pueblo. Se le considera el destructor de los buenos estudios y corruptor del gusto, por lo que es preciso desterrarlo de las universidades.
La aprobación del nuevo plan de estudios no había conseguido abolir el espíritu de partido. Es más, a partir de la década de los setenta. el panorama científico-filosófico no deja de verse sacudido por polémicas continuas que enfrentan a los partidarios de la filosofía moderna y sus contrarios. De hecho, la cruzada antifilosófica tuvo gran arraigo en Sevilla especialmente tras la caída en desgracia del asistente Olavide. Destacan las obras del canónigo Pedro de Castro, que arremete contra la obra del anti-absolutista Beccaria; del monje Fernando Cevallos y Mier, La falsa filosofía; del relator de la Audiencia de Sevilla, Cristóbal Montilla sobre los errores de Voltaire; del predicador Fray Diego de Cádiz que fanatiza al pueblo en contra de las elites intelectuales. En este contexto hace su aparición en la vida pública el dominico Francisco Alvarado, personaje central de la polémica de 1789, con sus Cartas que el Príncipe de los Filósofos, Aristóteles, escribió desde el Reino de Plutón. El dominico defendía el origen divino de la filosofía y discrepa del mal uso que los modernos hacen de ella. Para Alvarado era preferible errar con los Padres de la Iglesia y Santo Tomás que acertar con los nuevos métodos filosóficos propuestos por Descartes, Gassendo o Newton.
La polémica de 1789, por tanto, se enmarca en un contexto general de radicalización de la lucha entre escuelas a lo largo de la década de los ochenta: eclecticismo versus escolástica. Prueba de la tensión latente en fechas previas a las fiestas de 1789 es que se eligió como diputado por el Claustro de Medicina para las funciones universitarias a Manuel Antonio Rodríguez de Vera, quien había presentado dos disertaciones en la Sociedad de Medicina sobre los modernos sistemas filosóficos: Si el empirismo racional sea o no preferible a los sistemas conocidos en la Medicina (19 de febrero de 1788) y Qué preferencia tenga la Medicina moderna a la antigua o al contrario (febrero de 1789).
Los partidarios de la reforma universitaria y de la moderna filosofía no pudieron aceptar el desparpajo con el que el Colegio de Santo Tomás se burló públicamente de ellos. Entre ellos hay que situar a Lorite, quien se enroca en posiciones extremistas y se convierte en un importante bastión contra la escolástica. Como miembro del claustro universitario, ocupando una cátedra que permanece sin dotación24, quiso hacer valer su voz ante las autoridades a favor de una reforma eficaz que fuese acompañada de la provisión económica. Cabe además señalar que su hijo Ambrosio ocupaba la catedra de Filosofía escolástica, lo que podría explicar el encono contra Alvarado, el último de los escolásticos puros.
La máscara que presentaron los universitarios llevaba por título Triunfo de la sabiduría sobre el error. Sobre un carro triunfal se figuró el Templo de la Sabiduría, en el que los personajes alegóricos representarían un diálogo en lugares emblemáticos de la carrera: las Casas Capitulares, el Palacio Arzobispal y los Reales Alcázares. El personaje central de la Sabiduría iba acompañado de toda una corte: la Teología, la Jurisprudencia, la Medicina, la Filosofía, las Matemáticas, las Nobles Artes y la Industria. La idea central es que los Borbones eran genios protectores del Orbe de las Letras25, que permitieron el renacer de las Artes y las Ciencias26,la Teología, la Ciencia del Derecho, la Medicina, las Matemáticas, las Nobles Artes y la Industria. La Sabiduría ha vencido al Error, a la escolástica que tenía esclavizada a la verdad27, de modo que la Filosofía ha conseguido reparar todas las ciencias ilustrándolas con sus reglas para que triunfase la razón y la experiencia. De este modo, ya no son ciencias abstractas sino de total aplicación para la mejora de la vida de los hombres. El destierro de la escolástica ha permitido reformar la Medicina que se ha visto “forzada a hacer práctico (su) estudio, y a abandonar teóricos sistemas, y falsos raciocinios”28, para que “al mísero doliente”, no se le oprima “con más mal, que el que causa su dolencia”. Las Matemáticas, despreciadas en las Escuelas, ahora son aplicables a todas las disciplinas que procuran el progreso de las sociedades: la Navegación, el Comercio y las Artes29.
En un tiempo crucial para el cambio de las ideologías, esta máscara alegórica es un texto programático para los intelectuales reformistas de la Baja Andalucía. Están aquí enunciadas las reivindicaciones de la generación que protagonizará el cambio de rumbo político a lo largo del reinado de Carlos IV.
El escándalo estalló cuando los tomistas impugnan públicamente en su máscara la reforma universitaria y sus pretendidos logros. Comienzan entonces a aparecer papeles incendiarios en los que se condena el pregón y la máscara de los tomistas, por defender máximas refractarias contra el gobierno por haber declamado contra el plan de estudios y seguir defendiendo la Jerga que el rey había mandado que se desterrase de las aulas. Los universitarios van a convertir el argumento en una cuestión de Estado, puesto que sólo la Universidad había sido designada por el rey para que fuese la depositaria en el Circulo Hispalense de la enseñanza pública. Lorite recogerá el testigo y hará de este argumento el motivo central de los dos textos con los que interviene en la polémica.
La aparición de Lorite en la polémica no se sitúa al comienzo del combate cuando hay una oleada de reacciones populares a los excesos de la fiesta, si no que se hace esperar. En este primer momento, las críticas están poco depuradas, son reacciones inmediatas, con escasa reflexión teórica y apegadas a la actualidad. Su contribución hay que situarla en un segundo nivel, cuando la pasión debe abrir paso a una reflexión más sosegada. Tiene sentido que Lorite no participe en esos primeros envites, puesto que quizás no estuviese en la ciudad durante las fiestas ya que a finales de febrero solicitó permiso al cabildo eclesiástico, y se le concedió, para ausentarse por dos meses por hallarse enfermo30.
En la prensa y en los escritos de los autores de los últimos momentos del Antiguo Régimen los márgenes que separan el uso de la crítica, más razonada, objetiva y académica, y la sátira, más subjetiva y cercana a la invectiva se han vuelto maleables31. Sus críticos subrayaron el carácter de libelos infamatorios que adoptaron sus papeles por el recurso a nombrar a los enemigos por sus nombres y oficios.
Los papeles de la polémica de 1789 se pueden clasificar en tres categorías: censura seria, sátira o libelo. Aunque por su trayectoria intelectual cabría esperar que Lorite se situara en la primera categoría, la censura seria afín a la crítica académica, con argumentaciones razonadas y eruditas, frecuentes citas en latín y alardes filosóficos, lo cierto es que sus sátiras se apoyan en el humor para corregir y denunciar los equívocos o errores del bando rival. Por intencionalidad, al nombrar a las personalidades implicadas lo cierto es que sus papeles son auténticos libelos infamatorios.
La producción del médico sevillano no es chabacana, no usa lenguaje malsonante, ni burdos insultos, como acostumbran los papeles más populares. La suya es una crítica seria que hace un uso eficaz y correcto del idioma. Su escritura no tiende a la calidad artística, puesto que el contenido es lo que cuenta. No era una poesía profunda, de gran inspiración y logros estéticos, pero tenía otros atractivos: las alusiones ingeniosas a personajes y circunstancias del entorno, la gracia de lo burlesco, el tirón de lo cómico. Lorite derrocha ingenio y creatividad y con frecuencia recurre a los cuentecillos y las fábulas para corregir las costumbres y las actitudes, al estilo de Isla o Iriarte en quienes encuentra sus referentes.
La primera contribución de Lorite a la polémica es el Testamento del Colegio de Santo Tomás32. Es un romance lírico de 201 versos, con un epitafio final a modo de soneto. Su objetivo es denunciar la decadencia del colegio dominico, cuyas celdas compara con los establos, y con un sistema de estudios agotado e inútil, por tanto, en el panorama educativo sevillano. Para Lorite la enseñanza escolástica esclaviza a los alumnos y los convierte en fanáticos, ilusos y mentecatos.
Hace blanco de sus críticas tanto a los responsables institucionales, como a quienes lo protegen. A los cargos del colegio, los profesores y los alumnos los nombra de forma explícita, pero no se atreve a dar el nombre de benefactores: un canónigo, un teólogo, un prebendado, tres curas, un médico y cuatro licenciados. Quienes salen peor parados son los profesores Reinoso y Alvarado, que son a decir de Lorite quienes más beneficios han recibido del colegio. Nombra igualmente a otros hijos del colegio (Domingo, Martín, Froilán, Ignacio, Marcelo y Diego) que no han podido identificarse, pero que sin duda fueron reconocidos por el lector de la época.
Con respecto a las funciones tomistas, critica muy duramente a los tres talentos responsables de la máscara, nuevamente Reinoso y Alvarado. Es posible que el tercero de los responsables sea Francisco Buendía y Ponce, el médico autor de la relación impresa y viejo conocido de Lorite. La peor parte se la lleva, no obstante, el pregón tomista por el uso de latinazgos propios de la jerga escolástica. El soneto final, a modo de epitafio, es la parte más lograda, con un final sorprendente con tintes escatológicos que provocaron cierto escándalo:
¿Qué miras pasajero? Esta posada
desierta, sin vecinos, y sin dueño,
fue de un Colegio en su raíz pequeño,
luego mayor, y luego no fue nada.
Antigua habitación muy frecuentada
de serranos en tiempo más risueño:
empeñose en vivir, pero su empeño
le aceleró la muerte desgraciada;
Escóndete a llorar en los rincones,
pues ha tenido un fin desventurado,
y si acaso te estorban los calzones,
Para que quede el pobre más llorado,
suéltalos, sin pararte en opiniones,
y hacerlo puedes á calzón quitado33.
Las reacciones del bando rival a los envites de Lorite no tardaron en llegar. Los críticos consideraron su Testamento un papelón escandaloso, impío y malsonante y criticaron su exceso de libertad y la osadía al dar a las claras lo que debería haber sido velado, picando con disimulo o mordiendo con donaire. Entre ellos se encuentra Alvarado que considera el papel un libelo infame por su falta de limpieza, gravedad y urbanidad34. Al dominico le sorprende la condición grosera de su condena, y le perturba que el médico hubiera actuado a traición. Descalifica a Lorite como “un ingenio curandero”35, “con perfiles de escribano”36. a quien, dice, se le han muerto varios pacientes sin oportunidad de llamar al notario. Satíricamente, recomienda a la Universidad que presente a este ejemplar anciano a sus alumnos como “perfecto modelo de lo civil y lo honrado”37, donde podrán aprender a insultar.
El abogado responsable del Sueño del sastre Pantoja considera a Lorite un orate maldiciente y un “poeta de puchero” 38, y a su papel, “torpe y feo”, un libelo infamatorio, injusto y manchado de escandalosos dicterios.
Por último, impugna el Testamento el mercedario Pedro Gallego, uno de los más encendidos defensores de Alvarado, con un romance titulado Relación que da a luz un fámulo39. En él se limita a reproducir textualmente los fragmentos que considera más deshonrosos, particularmente los que critican la pérdida de grandeza del Colegio de Santo Tomás. Se detiene en los versos donde Lorite considera cosa del pasado que las letras estuvieran recogidas en los templos y las capillas. El mercedario subraya el laicismo del planteamiento, insinuando la falta de piedad del médico. Igualmente le causa sonrojo a Gallego, la advertencia que dirige Lorite a los fámulos del Colegio porque ha pasado su oportunidad y el colegio está en una situación de franca decadencia. Finalmente, acusa al médico de ser un mal satírico por nombrar sujetos de dignidad, ciencia, honor y talento:
Bien se ve Señor Doctor
que en la sátira no es diestro
pues ignora que los sabios
que ya de ello nos dijeron
et sunt sine dente salem
que es decir que con salero
muestren el diente y no muerdan
porque eso es propio del perro40.
En su segundo papel Elogio Fúnebre, Lorite usa el estilo de las censuras académicas, aunque reincide en dar los nombres de las personas a las que critica. La finalidad de esta nueva sátira es ahondar en la falta de calidad en los estudios del colegio dominico. En esta ocasión se concentra en la falta de preparación intelectual de los maestros tomistas y su falta de conocimientos prácticos. Su principal habilidad, dice satíricamente Lorite, será la de transformar a los hombres en pollinos:
También les enseñaban en un día,
la carretilla de una Algaravía,
con tal acierto, que en sabiendo el modo,
ya eran capaces de entenderlo todo;
tanta era su eficacia,
tanta su habilidad, tanta su gracia41.
Irónicamente se frivoliza sobre la abundancia de frutos que el plan de enseñanza conseguía en las aulas del colegio dominico, pues “sin muchos apuros no pocos se caían de maduros”.
En esta ocasión, las críticas se elevan contra afamados profesores de la institución educativa, nombrados con referencias explícitas a sus obras en el aparato crítico a pie de página. Es el caso del prestigioso dominico Fernando Lozano, maestro de latinidad y elocuencia a quien Lorite considera un ciprés en medio de “una selva de alcornoques”42. En 1777 había publicado una traducción del Arte poética de Horacio que el médico ridiculiza considerándola a la altura de los romances de ahorcados43. Otro maestro burlado es el autor de una traducción en verso de la pasión de Cristo, del que no se da el nombre, pero se valora en él tal gracia y elegancia, “que Juvenco comparado con él es un podenco”44. Por último, se hace blanco de las críticas a un reconocido autor de cuadernillos de los que usan los alumnos para las clases, que no servían más que de “curiosos pulideros de chiquillos, con que limpian las heces”45. Estas obras son para el médico pequeñas y peregrinas, nada honrosas, indecorosas, despreciables, feas y abominables.
El punto más comprometido de esta sátira es la venganza por los ataques que sufrieron los profesores universitarios en las polémicas más sonadas de los años ochenta. En este sentido, arremete contra el autor del papel Sobre el cumplimiento de las Leyes Reales, y disposiciones canónicas relativas a la confesión sacramental de los enfermos que acusaba de judíos a los miembros de la Regia Sociedad Médica de judíos y de herejes a los profesores universitarios. El médico recuerda que el susodicho individuo, a quien no nombra, salió bien escarmentado por su atrevimiento gracias a la certera reacción del doctor Izquierdo, el médico Rodríguez y Antonio Vargas, catedrático de Prima y activista contra los privilegios de los colegios mayores.
La parte más notable de las acusaciones personales se la lleva de nuevo Francisco Alvarado. En esta ocasión no se le nombra, pero se le reconoce como autor de las satíricas Cartas de Aristóteles contra los padres agustinos Ruiz, Merchant y contra la Universidad.
Para Lorite, el dominico Alvarado no pasa de ser un escritor “sin hueso ni pepita”46, un numen feliz de gran talante que se echa a gatas para pasar desapercibido si ve resistencia 47. Por los ataques personales que le dirige en Agua de limón, el médico lo considera “un Albéitar samborino”48, es decir, un veterinario con aspecto de mono, “sacrílego homicida” y “pícaro tunante”. Lorite considera que su dañino papel está lleno de quejas y gritos insolentes y desaforadas expresiones. Burlescamente, pinta a Alvarado como un burro al que han enseñado a hablar en el colegio 49 y como un moderno Quijote que, armado con lanza, cota y yelmo, parte a vengar “no sé qué daños le habían hecho dos pobres ermitaños”, en alusión a los agustinos zaheridos. El médico alienta su lucha en la polémica por ser un fiero guerrero que resiste a los disparos de los enemigos, pero él no cesa en su empeño de defender a “su adorada Dulcinea”, que es la Doctrina de Aristóteles, incluso recurriendo a armas prohibidas. Lorite lo iguala al dominico que intervino en la polémica de los ochenta sobre el sacramento de la confesión en la que acusó a la Sociedad Médica de judaizante y de herejía a la universidad50. Pese al encono de su crítica, Lorite sabe reconocer que está ante un gran contrincante, de grandes méritos, a diferencia de otros poetas menores que crecen a su sombra, meros “apologistas burdos”. De todos ellos se centra en Gallego, a quien califica de “coplero con corona” y “versista mercenario”. Se detiene en dar su nombre y sus datos biográficos. Además de despreciar su estilo literario, cuestiona el médico su participación en la disputa pues no tiene ninguna vinculación con el colegio, ni está a la altura de los papeles que critica, por eso le pide que vuelva a su celda, eche la llave y “deje lo demás a quien lo sabe”51.
A Elogio fúnebre responde de nuevo el mercedario Pedro Gallego, quien acude en rescate como fiel escudero del padre Alvarado en sendos papeles: La Pélgara. Relación Histórico-Poética52 y, muy especialmente en un segundo papel continuador de esta relación satírica53. El segundo no aparece ni firmado, ni se le conoce atribución, pero comparte estilo y unidad argumental con el primero, de modo que se considera del mismo autor que el precedente. Ninguno de los dos textos fue replicado por Lorite, quien no debió considerar oportuno medirse con poetas de escaso rango y con papeles de tan baja calidad literaria.
En esta ocasión, el fraile de la Merced toma como temática central de su papel el desarrollo del eclecticismo en Sevilla. Se muestra escéptico con la extensión de la nueva ciencia y con sus frutos, en comparación con la escolástica que han abrazado el clero regular y secular, los magistrados y toda la gente de mérito y todos los inteligentes En cambio, el saber del eclecticismo podría contenerse en un catecismo. No mejor opinión le merecen los filósofos del siglo, en particular los doctores de la universidad a quienes considera “enemigos capitales de las bolsas y los cuerpos”54.Entre ellos ubica a Lorite a quien considera un “Filósofo de Estado, Teólogo de Aposento”. Al médico se le compara por su gracejo y sus chistes y sus discursos salados con el loco Amaro y otros personajes de la tradición satírica sevillana como el Papando o el Papamoscas55. En su opinión es un “charlatán, fantástico, iluso y necio”, cuyos papeles parecen hechos para honrar al mismo diablo56.
Y finalmente, vierte sobre él injurias que recuerdan a las muchas que recibieron los jesuitas o los mismos seguidores de Olavide tras el auto:
Fantasmon hinchado y ademas de esto
anti-frayle, anti-monaco, anti-urbano,
anti-docto, anti-prudente, anti-modesto,
anti-sabio, anti-atento, y anti-todos
los que no son de su bando
Lo que a Vd. solo compete es la ceniza,
el tabaco, la fumigatoria maquina
en q tanto ha adelantado57.
Son lugares comunes de la sátira antifilosófica señalar la falta de religiosidad, herejía, impropiedad en las costumbres... Gallego anima a Lorite a “recogerse a rezar el rosario”58, dando a entender que es una práctica no muy cuidada por el médico. Los últimos versos se refieren a las investigaciones y experimentos que sobre la máquina neumática se estaban realizando en la Sociedad Médica, a la que hace extensiva de los ataques. Gallego no tiene tampoco empacho en entrar en cuestiones personales que atañen a su rival para denigrarlo. Así desvela datos inéditos sobre su afán de medrar por conseguir el poder tanto la academia y la universidad. Acusa a Lorite, alguien que es “a gobernar inclinado”59, de haber querido ejercer el control absoluto de la Sociedad Médica, aunque fue frenado por el veto de los socios. Y no pudiendo cumplir con sus deseos, intentó ejercer el poder en la Universidad solicitando el puesto de custodio que tampoco vio satisfecho. Es por esto que, despechado, se convirtió en informante-espía del Colegio de Santo Tomás. Al parecer, según la denuncia del mercedario, también se ofreció para diseñar la máscara universitaria, pero al no ver satisfechos sus anhelos decidió desfogarse con las sátiras “en favor del Areópago” para que “le perdonen los defectillos pasados” y para que en el futuro lo premien con algún puesto o mando60. En todos estos episodios queda Lorite retratado como un “Lorito vano y arrogante”61.
Del proceder de Gallego, se desprende que los mismos que atacan al médico por denunciar con nombres y apellidos se valen de las mismas armas para sembrar el descrédito, aunque literalmente no lo nombren. Desconocemos si el ataque fue suficiente para que se rindiese y abandonase, pero el hecho de que sólo Gallego replicara su Elogio fúnebre parece indicativo de que la polémica empieza a estar agotada.
A lo largo de la investigación se ha puesto de manifiesto que Bonifacio Ximénez de Lorite, como médico, profesor y académico, tiene un compromiso férreo por la renovación filosófica y la extensión del método experimental entre los médicos, una línea argumental que está presente en su actividad académica, en sus disertaciones y también en su compromiso ciudadano como analista de cuestiones de actualidad. Como sus colegas ilustrados se encargó de rebatir tópicos o desvelar tabúes populares e infundadas supersticiones con la argumentación científica y se preocupó, como buen ilustrado, por el modo de mejorar la vida de los más desfavorecidos con reformas.
Como personaje público, mostró cintura política en tiempos complicados para las relaciones institucionales. En los numerosos incidentes que afrontó hizo valer su manera de entender la medicina, los estudios superiores y el lugar que, según él, debía ocupar la Regia Sociedad de Medicina en la esfera pública. Para ello se inspira en el modelo de las academias europeas. Es un personaje influyente capaz de elevar sus aspiraciones y deseos de reforma ante las altas instancias del poder local y nacional.
Su presencia activa en la polémica de 1789 se justifica por motivos puramente científicos y filosóficos: la defensa de la moderna ciencia, de la que ha hecho la razón de su vida. Si se trataba de reivindicar la reforma universitaria emprendida por Olavide, nadie mejor que él, que había participado en su elaboración, para elogiarlo y convertirlo en motivo de fiesta. Que en pleno debate sobre la reforma universitaria, esgrimiese su pluma en contra de la escolástica, sólo puede entender como parte del compromiso político que el médico viene desarrollando, más allá de que su honor como profesor universitario se viera vulnerado. Había que implicar a la ciudadanía en el curso de las reformas.
Su papel en la polémica fue relevante, sin embargo, no está demostrado que fuera el cabecilla del bando universitario. No tenemos evidencias de que hubiera algún tipo de organización entre ellos, aunque la coherencia de argumentos expuestos en los papeles garantiza la conexión ideológica que podría proceder de las tertulias o grupos espontáneos generados para analizar la actualidad. Tuvo eso sí ascendente sobre otros autores como el médico Antonio López Palma que utilizó su argumento sobre la decrepitud del colegio de Santo Tomás como armazón argumental del único texto impreso de la polémica que ha llegado hasta la actualidad62. Igualmente, lo reconocen como un autor decisivo los émulos del bando dominico puesto que todos se esfuerzan en rebatir sus críticas: Alvarado, el abogado del Sueño del sastre Pantoja y el mercedario Gallego, quien lanzará las invectivas más duras contra el médico y ponga en evidencia algunos episodios enojosos en su lucha por el poder en la Universidad Literaria y la Regia Sociedad.
Analizada su producción satírica, los papeles de Lorite no participan de la temática más repetida en la polémica: el ocaso del teatro de escuela y del discurso festivo. Mientras otros autores se limitan a hacer desde sus papeles ataques estéticos, sólo unos cuantos entran en el debate doctrinal para derrocar al adversario. Sus sátiras se encuadran junto a un grupo muy reducido de papeles que ponen en tela de juicio los principios pedagógicos y filosóficos de los dos centros educativos. Son recurrentes las críticas por la falta de calidad educativa, el método de enseñanza, pero también se resaltan las contradicciones propias de dos sistemas filosóficos enfrentados y dos cosmovisiones enfrentadas en la Sevilla de 1789, sin visos de reconciliación.
En cuestión de poderes, quien tiene la palabra tiene el poder. Si Alvarado y su bando cuestionan el eclecticismo y tachan de inmorales y ateos a los partidarios de este bando, la argucia de los universitarios es jactarse de ser eclécticos. Lorite se muestra como heredero y continuador de Olavide que había manifestado en el debate para la reforma universitaria su desagrado por la falta de unidad de los distintos cuerpos de la nación y los fueros privativos profesionales, militares o de las comunidades religiosas, que inciden en la segregación, pero no impulsan la ciudadanía. El futuro de la nación, como lo concibió el plan de estudios de Olavide, pasa por la condición de servicio público que debe tener la educación superior y por la formación de ciudadanos libres, que reciban una formación científica de calidad en línea con lo que sucede en Europa.
Los libelos incendiarios del médico sevillano contra el Colegio de Santo Tomás y sus partidarios buscan invertir el orden de las cosas en el campo de la educación y, más allá, extinguir su voz en el microcosmos corporativo de la ciudad. Sus textos firman la sentencia de muerte de una institución ya decrépita y suponen el envite final de una larga década de dicterios y mutuas acusaciones entre ambas instituciones.
No se conocen repercusiones legales de esta polémica, ni siquiera parece que los papeles fueran perseguidos, aunque los universitarios los hiciesen circular por la misma Corte. No obstante, la virulencia en la respuesta de los émulos permite detectar la gravedad de las acusaciones vertidas por Lorite. Sus críticos lo sitúan en el grupo de los ilustrados reformistas y vierten sobre él argumentos similares a los esgrimidos contra el asistente Olavide ante el propio tribunal de la Inquisición: ateísmo, impiedad y herejía. Quien ataca a los eclesiásticos, para ellos, ataca a la religión misma. Lorite se convierte en un sujeto peligroso por comportarse como un ciudadano libre, ajeno a los círculos de letras conventuales, que piensa por sí mismo y recurre a estas prácticas de escritura como parte de su compromiso político con el futuro de su país.
[1] Teófanes ÉGIDO LÓPEZ, Opinión pública y oposición al poder en la España del siglo XVIII (1713-1759), Valladolid, Universidad de Valladolid y Fundación Española de Historia Moderna, 2002.
[2] José CEBRIÁN GARCÍA, La sátira política en 1729. Repercusiones literarias del viaje de Felipe V al Reino de Sevilla, CSIC y Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Jerez de la Frontera, 1982.
[3] Francisco SÁNCHEZ-BLANCO, (2007). La Ilustración goyesca. La cultura en España durante el reinado de Carlos IV (1788-1808). CSIC y Centro de Estudios políticos y constitucionales.
[4] Biblioteca Rector Machado Universidad de Sevilla (BRMUS), Mss 331/195.
[5] BRMUS, A 332/164.
[6] Justino MATUTE Y GAVIRIA, Hijos de Sevilla, señalados en santidad, letras, armas, artes o dignidad, Sevilla, Archivo Hispalense, Tomo I, 1886.
[7] Mario MÉNDEZ BEJARANO, Historia política de los afrancesados, Madrid, Librería de los sucesores de Hernando, 1912., Tomo I, p. 221.
[8] María-Carmen MONTOYA-RODRÍGUEZ, “Papeles contra el dominico Francisco de Alvarado: la sátira antiescolástica de Antonio López de Palma: el Isla sevillano (1789-1790)”, Cuadernos jovellanistas. De la Ilustración a la Modernidad, nº 13, 2019, p. 109-132.
[9] María-Carmen MONTOYA-RODRÍGUEZ, “El desafío escolástico a la modernidad: papeles satíricos de Francisco de Alvarado contra la Universidad de Sevilla (1789)”, Cuadernos jovellanistas. De la Ilustración a la Modernidad, nº 14, 2020, p. 103-126.
[10] Informaciones de legitimidad y limpieza de sangre de Bonifacio Ximénez de Lorite, para la obtención del grado de Licenciado y Doctor en Medicina. Fondo antiguo y Archivo Histórico Universidad de Sevilla, Libro 717-08 (fol. 109-118)
[11] Memorias académicas de la Real Sociedad de medicina y demás ciencias de Sevilla, Sevilla, Imprenta de Eugenio Sánchez Reciente, 1772, Tomo I, p. LXXXVII.
[12] Memorias académicas, op. cit., Tomo I, p. CI.
[13] Antonio HERMOSILLA MOLINA, Cien años de medicina sevillana, Sevilla, CSIC, 1970, p. 214.
[14] Archivo de la Academia de Medicina de Sevilla (AAMS), Acta de 7 de diciembre de 1780. Legajos, 1780.
[15] Notas marginales al Informe de reforma que Olavide envió a Campomanes seis meses después de su llegada a Sevilla. Biblioteca Colombina de Sevilla, 83-2-8.
[16] Francisco AGUILAR PIÑAL, La Universidad de Sevilla en el siglo XVIII. Estudio sobre la primera reforma universitaria moderna, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1969, p. 225.
[17] Archivo Arzobispal de Sevilla, Fondo Capitular, Sección Secretaría, Actas de 1789, Libro 152 (07200), viernes 27 de febrero, Folio 52.
[18] AAMS, Actas, año 1783 (25 de noviembre y 22 de diciembre).
[19] Memorias de la Regia Sociedad de Sevilla, por don Bonifacio Ximénez de Lorite, año 1762. Manuscritos, AAMS, Legajos, año 1762.
[20] AAMS, Legajos, año 1782.
[21] Sesión del 8 de julio de 1784. AAMS, Legajos, año 1784.
[22] Bonifacio XIMÉNEZ DE LORITE, “Del beneficio que debe esperar el público de las Sociedades Médicas”. AAMS, Legajos, año 1794 (23 de octubre).
[23] Archivo Histórico Nacional (AHN), Sección Consejos, Legajos, 1452.
[24] AHN, Consejos, leg. 5479, exp.39.
[25] Antonio GONZÁLEZ DE LEÓN, El triunfo de la sabiduría sobre el error: alegoría que representaron los estudiantes de la real Universidad Literaria de Sevilla en el día 21 de abril de 1789... con motivo de la proclamación de... Carlos IV..., Sevilla, Imprenta de Vázquez, Hidalgo y compañía, p. 74.
[26] Id., p. 73.
[27] Id., p. 71.
[28] Id., p. 80.
[29] Id., p. 81-83.
[30] Archivo Arzobispal de Sevilla, Fondo Capitular, Sección Secretaría, Actas de 1789 (27 de febrero), Libro 152 (07200), fol. 52.
[31] Inmaculada URZAINQUI, “Las personalidades y los malos modos de la crítica en el siglo XVIII”, en Joaquín ÁLVAREZ BARRIENTOS,y José CHECA BELTRÁN (coords.), El siglo que llaman ilustrado. Homenaje a Francisco Aguilar Piñal, CSIC, Madrid, 1996, p. 859-873.
[32] Incluido en la colección Poesías anónimas escritas por estudiantes de la Universidad y del Colegio de Santo Tomás de Sevilla con motivo del advenimiento al trono del Sr D. Carlos IV, p. 55v-58r.
[33] Reproducido en MATUTE Y GAVIRIA, Justino, Hijos de Sevilla..., op. cit.
[34] “Agua de limón”, en Libro de papeles varios…, op. cit., p. 131.
[35] Id., p. 130.
[36] Id., p. 131.
[37] Id., p. 132.
[38] “Sueño del sastre Pantoja”, en Libro de papeles varios…, op. cit., p. 234-251.
[39] “Relación que da a luz un fámulo”, en Libro de papeles varios…, op. cit., p .300-307.
[40] Id. p. 306.
[41] “Elogio fúnebre”, en Libro de papeles varios…, op. cit., p. 320.
[42] Id., p. 322.
[43] Id., p. 323.
[44] Id., p. 323-324.
[45] Id., p. 325.
[46] Id., p. 326.
[47] Id., p. 327.
[48] Id., p. 316.
[49] Id., p. 322.
[50] Id., p. 330.
[51] Id., p. 333.
[52] “La Pelgara. 1ª Parte. Relación Histórico-Poética”, Libro de papeles varios…, op. cit., p. 204.
[53] “Continúa La Pelgara”, Libro de papeles varios…, op. cit., p. 220-232.
[54] “Relación que da a luz un fámulo”, op. cit., p. 305.
[55] “Continúa La Pelgara”, op. cit., p. 225-226.
[56] “La Pelgara. 1ª Parte. Relación Histórico-Poética”, op. cit., p. 212.
[57] “Continúa La Pelgara”, op. cit., p. 224.
[58] Id., p. 227.
[59] Id., p. 227.
[60] Id., p. 227.
[61] Id., p. 232.
[62] Antonio LÓPEZ PALMA, Longevidad mímica que, con alusión a las edades del hombre, representaron “sin querer” en un pregón burlesco y máscara seria los afectos vecinos y convidados del Colegio mayor “mucho ha” de Santo Tomás de Sevilla, en la proclamación de nuestros Augustos Soberanos Carlos y Luisa de Borbón en los días 18 y 22 de abril de 1789, siendo diputados, directores y entremetidos los famosos alumnos N.N.N. [...] adocenados en este dístico: Nil, Nequis, Nihilum, Nequicquam, Nunquam, Nec, Nisi, Nemo, Nihil, El Puerto de Santa María, Imprenta de Luis de Luque y Leyva, 1790.
Resumen
El artículo muestra cómo los médicos sevillanos contribuyeron a la gestación de una opinión pública moderna, a través de la divulgación y el análisis crítico de las cuestiones de actualidad. Se analizan dos sátiras inéditas que escribe Bonifacio Ximénez de Lorite, profesor universitario y socio de la Regia Sociedad de Medicina, en 1789 contra la pervivencia de la escolástica en las aulas universitarias y contra su máximo defensor Francisco de Alvarado. El médico asume como un acto político la defensa del plan de reforma universitaria de Olavide y el rango superior de los estudios de medicina.
Résumé
L’article montre comment les médecins sévillans ont contribué à la gestation d’une opinion publique moderne, par la divulgation et l’analyse critique des questions d’actualité. Nous analysons ici deux satires inédites écrites par Bonifacio Ximénez de Lorite, professeur d’université et membre de la Société royale de médecine, en 1789 contre la permanence de la scolastique dans les études universitaires et contre son principal défenseur Francisco de Alvarado. Le médecin assume la défense du plan de réforme universitaire d’Olavide et la supériorité des études de médecine comme de vrais actes politiques.
El contexto sociocomunicativo en la Sevilla de fin de siglo
Perfil científico y académico de Ximénez de Lorite
El compromiso científico, una forma de acción política
A favor de la formación reglada y experimental
Contra el espíritu de escuela: de la reforma a la polémica de 1789
La máscara universitaria contra la escolástica
Primera sátira: Testamento del Colegio de Santo Tomás
María-Carmen MONTOYA-RODRÍGUEZ
Universidad de Sevilla, Grupo HICPAN
AGUILAR PIÑAL, Francisco, La Universidad de Sevilla en el siglo XVIII. Estudio sobre la primera reforma universitaria moderna, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1969.
CEBRIÁN GARCÍA, José, La sátira política en 1729. Repercusiones literarias del viaje de Felipe V al Reino de Sevilla, Jerez de la Frontera, CSIC y Centro de Estudios Históricos Jerezanos, 1982.
ÉGIDO LÓPEZ, Teófanes, Opinión pública y oposición al poder en la España del siglo XVIII (1713-1759), Valladolid, Universidad de Valladolid y Fundación Española de Historia Moderna, 2002.
GONZÁLEZ DE LEÓN, Antonio, El triunfo de la sabiduría sobre el error: alegoría que representaron los estudiantes de la real Universidad Literaria de Sevilla en el día 21 de abril de 1789... con motivo de la proclamación de... Carlos IV..., Sevilla, Imprenta de Vázquez, Hidalgo y compañía.
HERMOSILLA MOLINA, Antonio, Cien años de medicina sevillana, Sevilla, CSIC, 1970.
Libro de varios papeles que salieron por causa de las máscaras que hicieron los estudiantes de la universidad el día 21 de abril y los estudiantes del Colegio Mayor de Santo Tomás en el día 22 de dicho mes en la proclamación del rey el Sr. D. Carlos IV de Borbón que Dios guarde Celebrada en esta Ciudad de Sevilla el día 19 de abril de 1789 [manuscrito], Biblioteca Rector Machado Universidad de Sevilla, Mss 331/195.
LÓPEZ PALMA, Antonio, Longevidad mímica que, con alusión a las edades del hombre, representaron “sin querer” en un pregón burlesco y máscara seria los afectos vecinos y convidados del Colegio mayor “mucho ha” de Santo Tomás de Sevilla, en la proclamación de nuestros Augustos Soberanos Carlos y Luisa de Borbón en los días 18 y 22 de abril de 1789, siendo diputados, directores y entremetidos los famosos alumnos N.N.N. [...] adocenados en este dístico: Nil, Nequis, Nihilum, Nequicquam, Nunquam, Nec, Nisi, Nemo, Nihil, El Puerto de Santa María, Imprenta de Luis de Luque y Leyva, 1790.
MATUTE Y GAVIRIA, Justino, Hijos de Sevilla, señalados en santidad, letras, armas, artes o dignidad, Sevilla, Archivo Hispalense, Tomo I, 1886.
Memorias académicas de la Real Sociedad de medicina y demás ciencias de Sevilla, Sevilla, Imprenta de Eugenio Sánchez Reciente, Tomo I, 1772.
MÉNDEZ BEJARANO, Mario, Diccionario de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia, (1922-1925), Padilla, Sevilla, 1989.
—, Historia política de los afrancesados, Madrid, Librería de los sucesores de Hernando, 1912.
MONTOYA-RODRÍGUEZ, María-Carmen, “Papeles contra el dominico Francisco de Alvarado: la sátira antiescolástica de Antonio López de Palma: el Isla sevillano (1789-1790)”, Cuadernos jovellanistas. De la Ilustración a la Modernidad, nº 13, 2019, p. 109-132.
—, “El desafío escolástico a la modernidad: papeles satíricos de Francisco de Alvarado contra la Universidad de Sevilla (1789)”, Cuadernos jovellanistas. De la Ilustración a la Modernidad, nº 14, 2020, p. 103-126.
Poesías anónimas escritas por estudiantes de la Universidad y del Colegio de Santo Tomás de Sevilla con motivo del advenimiento al trono del Sr D. Carlos IV [manuscrito]. Biblioteca Rector Machado Universidad de Sevilla,
SÁNCHEZ-BLANCO, Francisco (2007). La Ilustración goyesca. La cultura en España durante el reinado de Carlos IV (1788-1808). CSIC y Centro de Estudios políticos y constitucionales.
URZAINQUI, Inmaculada, “Las personalidades y los malos modos de la crítica en el siglo XVIII”, en ÁLVAREZ BARRIENTOS, Joaquín y CHECA BELTRÁN, José (coords.), El siglo que llaman ilustrado. Homenaje a Francisco Aguilar Piñal, CSIC, Madrid, 1996, p. 859-873.
XIMÉNEZ DE LORITE, Bonifacio, “Del beneficio que debe esperar el público de las Sociedades Médicas”[manuscrita]. Archivo de la Academia de Medicina de Sevilla, Legajos, año 1794 (23 de octubre).